Por qué Brexit sí y Catalunya no.
No hay nada intrínsecamente bueno o malo en que una región o un país se independicen; depende del contexto. Y el mejor ejemplo para hacer esa evaluación es contrastar dos situaciones actuales: la independencia de Gran Bretaña de la Unión Europea, y la independencia de Cataluña de España.
Dejando aparte los diferentes aspectos históricos y legales de esas dos situaciones, la cuestión contextual esencial a considerar es si la independencia (o la separación) en cada caso va a promover los derechos individuales, o a violarlos.
En el caso del llamado “Brexit” – o sea, “Britain exit”, la salida de Gran Bretaña de la UE – el objetivo es liberarse del control y del colectivismo cada vez más opresivo de las instituciones europeas. Un excelente video a favor del Brexit explica elocuentemente por qué es deseable la separación de Gran Bretaña del resto de Europa: un país debe tener control de sus leyes y de su futuro, y ese control debe residir en sus ciudadanos, quienes a su vez deben poder cambiar a su gobierno si éste no les sirve (en el doble sentido de la palabra “servir”). Hoy, los derechos de los británicos están siendo violados por la enorme y destructiva burocracia en Bruselas; por lo tanto, su independencia es, no sólo deseable, sino absolutamente necesaria para su supervivencia a largo plazo.
En el caso de Cataluña, el objetivo de los líderes nacionalistas es exactamente el opuesto. Ellos no buscan construir una sociedad libre que proteja los derechos individuales de sus ciudadanos, lo cual sería una razón moral y práctica a favor de la separación; lo que buscan es más control, es ser ellos mismos quienes opriman a sus ciudadanos, es cambiar la opresión central de Madrid por la opresión local de Barcelona: son los mismos perros con distintos collares. Esos buscadores de poder se oponen a la verdadera libertad, llamándola “libertad salvaje”, y proponen otro tipo de “libertad”, una libertad adulterada, una libertad parcial que ellos determinarán hasta dónde puede llegar. Su actitud la resume esta memorable y condescendiente frase: “Si tenemos que dar un poco más de libertad, lo haremos”.
¿Y yo qué tengo que ver con todo eso?, puedes estar preguntándote. Pues porque vivas donde vivas, y aunque te sientas física y emocionalmente alejado de esas decisiones, estás siendo seriamente afectado por ellas. Darle la vuelta a la deprimente situación actual del mundo ha de empezar en algún sitio concreto donde las ideas racionales consigan echar raíces, y ese sitio no va a ser un país minúsculo sin recursos o un enclave en alguna isla desierta, como los “paraísos” libertarios más o menos anarquistas que algunos intelectuales imaginan. Y cómo evolucione el mundo te va a afectar, quieras o no, estés en España o en USA o en Latinoamérica o en Singapore.
Lo ideal sería que un país desarrollado fuese el promotor de esas ideas racionales y asumiese el liderazgo intelectual y moral que el mundo necesita. Brasil tiene un movimiento intelectual embrionario favorable a Objetivismo, pero aún está por demostrar que su inercia cultural puede ser frenada. Gran Bretaña, en cambio, tiene tanto el tamaño como la tradición de liderar al mundo en ideas racionales, y podría convertirse en una enorme Quebrada de Galt (ver La Rebelión de Atlas), desde donde el mundo – esta vez, un mundo racional – vuelve a nacer.
Estados Unidos no se convirtió en líder mundial por el mero hecho de independizarse de Gran Bretaña (muchas colonias se han independizado a lo largo de la historia), sino por las ideas que fundaron al país: reconociendo al individuo como un fin en sí mismo, dándole sus ciudadanos (y a futuros inmigrantes) la oportunidad de trabajar y prosperar sin coerción del gobierno, o sea, haciendo posible el sentido de vida americano y su corolario, el “American dream”.
Muchas de esas ideas pro-libertad habían surgido de la Ilustración, del trabajo de pensadores como Isaac Newton y John Locke, y fueron los Padres Fundadores – en su mayoría también de ascendencia británica – quienes las plasmaron en la Constitución. Ahora, 240 años más tarde, Gran Bretaña tiene la oportunidad de recuperar el liderazgo político y económico mundial que en su día cedió a Estados Unidos, y que éstos no están siendo capaces de mantener.
La separación de Cataluña no parece ir a ningún sitio, “gracias a Dios”. Pero ojalá que los votantes británicos entiendan a fondo el asunto político más importante de sus vidas, y que el Brexit vaya adelante. Por sí solo, el hecho de que Gran Bretaña salga de la UE no garantiza que el mundo vaya a cambiar para mejor, pero hará que ese cambio sea posible. Será un paso en la dirección correcta, un primer paso hacia la salvación que aún podemos tener esperanza de ver durante nuestras vidas.
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