REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela Torres
Finalmente sucedió, Britania abandona la Unión Europea
iniciando lo que puede ser una tendencia mundial. Los países, las regiones, los
estados han arribado al límite de su paciencia para, como sucediera durante el
siglo 19, reclamar su independencia y soberanía. Los EU hicieron su primer
intento al rebelarse contra la concentración de poder que estructuraba el
Santana estadounidense, Lincoln. El resultado sería una guerra civil que costó
casi un millón de vidas y ante la derrota de los confederados, nacía el proceso
del estatismo americano.
La avenida de Trump ha sido pavimentada por los mismos
sentimientos en contra de la clase política tradicional, adueñadas de la
maquinaria del gobierno y atrincherados en Washington. Igualmente pavimenta la
de candidatos independientes y no tan independientes (AMLO) en Mexico.
¿Cómo se ha desarrollado este movimiento?
A mediados de los años 70s los EU transitaban por una
pesadilla. Los economistas se rascaban la cabeza al observar que las recetas
tradicionales con las que habían “manejado” la avenida de los eventos
económicos, no respondían.
Durante los primeros años de la administración Nixon,
habían inyectado al paciente todos los antibióticos que los Doctores económicos
tenían a su disposición, pero los signos vitales seguían deteriorándose. El FED
emitía dinero de más y luego de menos. Nixon se confesaba Keynesiano y
presentaba un presupuesto para arribar al “empleo total.” Los déficits del
presupuesto se provocaban a propósito y también por accidente. La curva de
Phillips era establecida en los libros de texto.
El dólar se devaluaba y se cerraba la ventana del oro.
A los japoneses y alemanes se les consideraba tercos y, peor, demasiado
eficientes. El dólar se echaba a flotar. Los precios y salarios se congelaban.
Ante tales tratamientos muchos se preguntaban si la medicina aplicada estaba
provocando que el paciente empeorara. Los Doctores económicos ahora
argumentaban el que a su medicina no se la había dado tiempo suficiente para
que hiciera efecto, además, el paciente ya estaba envenenado con tantas otras
pociones.
En medio de ese desorden una publicación en 1975
reportaba: “Ante la confusión de nuestros Doctores económicos, sería saludable
buscar una segunda opinión. Busquemos alguien cuyo diagnóstico no tenga
implicaciones políticas. Hay dos verdaderos expertos; Robert Mundell, profesor
en la Universidad de Columbia, y Arthur Laffer, profesor de la Universidad de
Chicago. Estos dos economistas han iniciado una revolución copérnica en el
mundo de la política económica”. Mundell ganaría el premio Nobel de economía en
1999.
La visión de ellos se iniciaba con una de sus
afirmaciones favoritas: “La única economía cerrada hoy día, es la economía
mundial.” La mayoría de economistas siempre han pensado que las economías
nacionales pueden ser independientes del resto del mundo. Hoy día nos damos
cuenta de que las economías son afectadas por los eventos internacionales; ej.
Si devaluamos, vendemos nuestros productos más baratos y nuestra capacidad de
compra (importaciones) se reduce dramáticamente.
Laffer y Mundell gritaban a los cuatro vientos lo
diabólico de las devaluaciones y también afirmaban: “Se puede expandir el PIB
dando incentivos a la oferta. El instrumento más efectivo que tienen los
gobiernos para cambiar los incentivos de los actores económicos es el sistema
impositivo”. Hay un intercambio macroeconómico entre trabajo y descanso. Una
hora extra de trabajo es balanceada contra una hora de descanso; al margen, un
impuesto al producto del trabajo cambia los precios en favor de la holganza.
Así es que si se reducen los impuestos, se incrementará el trabajo productivo
adicional, más producción, más demanda agregada y más prosperidad.
La teoría Supply—Side tiene su origen en la ley de
Say: La oferta crea su propia demanda. Los fabricantes pagan a sus trabajadores
para manufacturar sus productos, los trabajadores usan sus salarios para
adquirir esos productos. Los ahorradores prestan su dinero a los inversionistas
que construyen las fábricas, las utilidades que producen las fábricas van a
pagar el capital e interés. Precios más altos demandarán más productos,
salarios altos demandará más trabajadores, y altos rendimientos demandará más
inversiones. A menos de que el gobierno intervenga, por ejemplo, fijando
precios, los mercados aclararán los caminos y todo mundo estará feliz y
satisfecho al lograr sus objetivos.
Al reducir los impuestos hay más incentivos para
trabajar y producir, el consumidor con más dinero en su bolsillo demanda más,
las empresas con dicha reducción tendrán más dineros en sus tesorerías para
contratar más gente, hacer las inversiones requeridas y enfrentar esa nueva
demanda produciendo más, al haber más producción y más gente trabajando, la
base impositiva es más alta, los gobiernos reciben más ingresos fiscales aun
cuando sus tasas sean más bajas.
Laffer afirmaba; “un impuesto de cero obviamente no
produce ingreso para el estado, mientras que un impuesto de 100% mataría las
actividades económicas produciendo al igual cero ingresos para el estado. Él
pensaba, debe haber una curva que conecte ambos extremos y la curva debe de
tener su punto alto en alguna parte de su comportamiento. Es decir, llega un
momento en el cual el incrementar las tasas impositivas reduce la actividad
económica y, como es obvio, los ingresos del estado. Viceversa, el reducir
impuestos aumenta la actividad económica y aumentan los ingresos del estado”.
De las ideas de esos dos hombres nació la teoría
económica que rescatara a los EU. Las ideas de libre mercado combinadas con
Supply –Side, dictarían la pauta a seguir de la nación más poderosa sobre la
tierra en la década de los 80s, conocida como “los ocho años gordos”. Pero a
partir de los años 90, los EU iniciaban un periodo de estatismo en esteroides
que finalmente desembocara en las fatales guerras de Bush II, y el
anticonstitucional ataque de un Obama ensoberbiado y resentido, a todas las
libertades establecidas por los padres fundadores.
En ese mismo periodo México había sufrido las
barrabasadas de Echeverría y López Portillo, la tibieza de Miguel de la Madrid,
inflación de 250%, devaluaciones de más del 2000%, la economía no crecía o
decrecía, tres bancarrotas, ante el incremento de la pobreza, expulsó más de 10
millones de sus ciudadanos a EU, la duda se ubicaría en más del 100% del PIB,
se asesinó a un candidato a la presidencia, el narco establecía su infernal
poder, los esfuerzos reformistas de Salinas serian saboteados y, como gritara
López Portillo, el país fue saqueado.
Ante un panorama como este, tanto en EU como en México
se respiran aires de hartazgo frente al aparato político, así como aires de
libertad, soberanía, independencia que, si permanece sin respuesta, se puede
revivir el espíritu confederado en EU, y los sueños separatistas de Pancho
Villa en México de una Republica norteña. ¡Cuidado!
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