Tuesday, June 28, 2016

La oposición de Lincoln a la igualdad racial

N.º 39: EL VERDADERO LINCOLN 
[Extraído de El verdadero Lincoln. Por cortesía de Unión Editorial]
Toda la nación está interesada en que se haga el mejor uso de estos [nuevos] territorios. Los queremos como hogar para la gente blanca libre.  –Abraham Lincoln, 16 de octubre de 1854.
Abraham Lincoln era un maestro de la política y, como tal, era asimismo y maestro de la retórica. Es dudoso que ningún político estadounidense haya igualado sus habilidades en este sentido. Pero sus acciones frecuentemente oscurecen su bella prosa y, como la mayoría de los políticos de éxito, no estaba exento de decir una cosa a una audiencia y la opuesta a otra. Los discursos y escritos de Lincoln ofrecen respaldo a ambas partes en muchos asuntos.
Normalmente se piensa en Lincoln como un gran estadista en lugar de un gran político, pero esa distinción puede llevar a error. Lincoln fue, por encima de todo, un político consumado. El biógrafo de Lincoln David Donald le describió como “el manipulador maestro que manejó la primera organización política estatal [Illinois] del Partido Whig y, después de su desmoronamiento, de los republicanos”.[1] El socio del bufete legal de Lincoln, William Herndon recordó una vez que éste era “el parlamentario más inteligente y el mediador más astuto” de la asamblea legislativa de Illinois.[2] El mismo Lincoln dijo una vez que su ambición política es convertirse en el “De Witt Clinton de Illinois”, tan impresionado estaba con el antiguo gobernador de Nueva York que introdujo el “spoils system”[3] en Estados Unidos.[4] El economista Murray Rothbard fue aún más franco en su valoración: “Lincoln era un maestro de la política, lo que significa que era un conspirador, manipulador y mentiroso consumado”.[5]



Lincoln ha pasado a la historia como un defensor de la igualdad; de hecho algunos politólogos, como Harry V. Jaffa, han llegado a argumentar que Lincoln literalmente redefinió el propósito del gobierno estadounidense como la consecución de la igualdad, en lugar de la libertad individual.[6] Sin embargo, esta interpretación es problemática, ya que Lincoln dijo una y otra vez que se oponía a la igualdad racial. Quizá su posicionamiento más claro de oposición a la igualdad racial fue su respuesta al Senador Stephen Douglas en un debate en 1858 en Ottawa, Illinois:
No tengo ningún propósito de introducir igualdad política y social entre las razas blanca y negra. Hay una diferencia física entre las dos, que, a mi juicio, impedirá probablemente siempre su vida en común desde la base de una perfecta igualdad. Y considerando que resulta ser una necesidad que deba haber una diferencia, yo, al igual que el Juez Douglas, estoy a favor de que la raza a la que pertenezco tenga la posición superior. Nunca he dicho lo contrario.[7]
Lincoln también dijo que no estaba ni había estado nunca “a favor de que los negros fueran votantes o jurados, ni de que puedan optar a cargos públicos, ni a los matrimonios interraciales con los blancos”.[8] Se indignó ante la insinuación del Senador Douglas de que podría favorecer la igualdad racial y rechazó la idea diciendo: “Nada de lo que argumente contra mí respecto de su idea [de Douglas] de una perfecta igualdad social y política con los negros es más que una mezcolanza de palabras engañosa y fantástica, con la que un hombre puede probar que un castaño de indias es un caballo castaño”.[9]
A menudo se ha aclamado a Lincoln como un defensor de la declaración de que “todos los hombres son creados iguales” de la Declaración de Independencia. Sin embargo no todos los expertos en Lincoln están de acuerdo, algunos incluso se han burlado de la idea de que Lincoln sostuviera el principio de la igualdad de la Declaración. El editor de la revista Ebony, Lerone Bennet, Jr. discrepa de la interpretación habitual. “En al menos catorce ocasiones entre 1854 y 1860”, escribe Bennet, “Lincoln dijo abiertamente que creía que la raza negra era inferior a la blanca. En Galesburg se refirió a ‘las razas inferiores’. ¿Cuáles eran ‘las razas inferiores’? Los afroamericanos, dijo, mejicanos, a los que llamó ‘mongrells’[10] y probablemente toda la gente de color”.[11] Estas palabras contradicen la Declaración.
Sobre el tema de la emancipación, Lincoln dijo: “¿Liberarlos y hacerlos nuestros iguales política y socialmente? Mis propios sentimientos no lo admitirían (…) Por tanto no podemos hacerlos iguales”.[12]
También defendió ardorosamente los derechos de los propietarios de esclavos a su “propiedad”, diciendo que “cuando nos recuerdan sus derechos constitucionales [a poseer esclavos], estoy de acuerdo con ellos, no a regañadientes, sino completa y claramente y les otorgaría cualquier legislación para la reclamación de sus fugitivos”. [13]
Es decir, prometió apoyar la Ley de Esclavos Fugitivos (Fugitive Slave Act) de 1850, que obligaba al gobierno federal a emplear sus recursos para devolver los esclavos fugados a sus dueños. (Bajo esta ley, los esclavos fugitivos no tenían salvaguardas legales, como un juicio o una vista. Se pagaba 10$ a un “comisionado” esclavista estatal si ordenaba la devolución de un esclavo, pero sólo 5$ si le otorgaba la libertad. El gobierno federal invitaba a los ciudadanos a capturar esclavos fugados y había multas y penas de cárcel para quien los ayudara.  En aquel entonces, la ley fue ratificada por el Tribunal Supremo de EE.UU. y por las cortes supremas de todos los estados del Norte. Lincoln seguía en esto claramente la opinión pública dominante en el Norte).
A la vez que se oponía firmemente a la “igualdad social y política” de las razas, Lincoln adoptaba la posición contradictoria de defender también (al menos retóricamente) los derechos naturales de todas las razas a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, tal como se enumeran en la Declaración de Independencia y se refería a la esclavitud como una “monstruosa injusticia”.[14] Pero de hecho los negros nunca podrían haber llegado a la igualdad si se les denegaba todos los otros derechos que Lincoln les hubiera denegado (a votar, a ser miembros de un jurado, etc.). Fue un ejemplo de libro de maestro de la política, dotado retóricamente y capaz de estar a ambos lados de la valla, el conseguir adoptar ambas posturas (a la vez a favor y en contra de la igualdad racial) con el fin de maximizar su apoyo político.
Si Lincoln tuvo un ídolo y un modelo fue el propietario de esclavos de Kentucky Henry Clay, al que describió como “mi alto ideal de estadista, el hombre por el que lucharía toda mi humilde vida”.[15] Clay era “el gran padre de los principios whig”, dijo Lincoln, y la fuente de sus propias opiniones políticas. “Durante toda mi vida política he amado y reverenciado [a Henry Clay] como un maestro y un líder”.[16] (Diremos más acerca de la devoción de Lincoln por los “principios whig” de Clay en el capítulo 4).
En su elogio a Henry Clay, pronunciado en Springfield, Illinois, el 6 de julio de 1852, Lincoln mostró sus mejores talentos retóricos para alabar a Clay como una “condición majestuosa”, que supuestamente “repelió las tormentas de la anarquía” con su “poderosa mente” y “gallardo corazón”, así como “el amplio gesto de su elegante brazo” y la “magia de su elocuente lengua”.[17]
Cuando Lincoln empezó en su elogio a explicar las posiciones políticas de Clay, escribe su biógrafo Robert W, Johannsen, estaba en realidad “describiendo las suyas”[18] Sobre el asunto de la esclavitud, la posición de Lincoln era virtualmente idéntica a la de Clay. “Puedo exponer todas mis opiniones respecto de la esclavitud”, anunció Lincoln, “mediante citas a Henry Clay”.[19] Esta posición era, según describió Johannsen, “una oposición en principio a la esclavitud, una tolerancia de la misma en la práctica y una vigorosa hostilidad al movimiento abolicionista”.[20]
En el elogio, Lincoln afirma que Clay, igual que él, tiene una “profunda devoción por la causa de la libertad humana”, aunque Clay tuviera esclavos. Clay se oponía a la esclavitud “por principio”; sin embargo, no sólo tenía esclavos sino que se oponía a eliminar la esclavitud. En palabras de Lincoln: “Clay no entiende, como yo entiendo que ningún hombre ha entendido, cómo puede erradicarse [la esclavitud] de una vez, sin producir un daño muy superior, incluso a la propia causa de la libertad humana”.[21]
Es difícil imaginar un mejor ejemplo de razonamiento circular: la esclavitud es una afrenta a la libertad humana, pero acabar con la esclavitud sería supuestamente incluso peor.
Lincoln denunció a los abolicionistas como celotes que “harían añicos la Unión de estos Estados, harían jirones  su ahora venerada Constitución e incluso quemarían hasta la última copia de la Biblia antes de consentir que la esclavitud continuara una hora más”.[22] Además, el “nombre, opiniones e influencia de Mr. Clay” (y supuestamente también de Mr. Lincoln) “son completamente y, como puedo atestiguar, efectiva y duraderamente, dispuestas contra [los abolicionistas]” que en ese momento estaban recibiendo su “justa condena” pública.[23]
Lincoln fue un abogado muy competente que, de 1837 a 1860, llevó literalmente miles de casos y fue frecuentemente contratado por otros abogados como consultor. Fue uno de los principales abogados  del Medio Oeste y sus clientes incluían a la Illinois Central Railroad, en aquel entonces la compañía de ferrocarriles más grande del mundo. Hacia 1850 sus ingresos medios eran de 5.000$ al año, tres veces lo que cobraba el gobernador de Illinois.[24]
Lincoln llevó todo tipo de casos, desde aquéllos relacionados con herencias, impuestos, hipotecas y deudas hasta calumnias, agresiones, asesinatos, divorcios y robos de caballos. Intervino ante la Corte Suprema de Illinois docenas de veces y en una ocasión ante el Tribunal Supremo de EE.UU. En veintitrés años de juicios, nunca defendió un esclavo fugitivo, pero sí defendió a un propietario de esclavos.
Su cliente era un rico granjero de Illinois llamado Robert Matson, que llevó esclavos desde Kentucky a Illinois durante parte del año para trabajar en su granja. El ama de Matson se enfadó con él y amenazó con vender los esclavos en otro estado. Anthony Bryant, un negro libre que era supervisor de Matson, trasladó secretamente a los esclavos a la casa de un posadero y Matson planteó una demanda para que se le devolvieran sus esclavos.
Lincoln defendió a Matson ante William Wilson, el juez presidente de la Corte Suprema de Illinois. El abogado de los esclavos argumentó que, puesto que Illinois no era un estado esclavista, los esclavos debían ser liberados. Lincoln contestó que la Constitución de Illinois no era de aplicación porque los esclavos no eran sino temporeros y no residían en Illinois todo el año: volvían anualmente a Kentucky, que era un estado esclavista. El 17 de octubre de 1817, la Corte Suprema de Illinois falló contra Lincoln y emancipó los esclavos de Matson.[25]
Lincoln fue considerado generalmente como un “abogado de abogados” y, por tanto, se puede argumentar que no le resultaba más inusual representar a un propietario de esclavos que lo hubiera sido representar a un asesino. La Constitución garantiza a cada ciudadano el derecho a defensa legal en casos criminales. Pero ¿no resulta raro que Lincoln, que declaraba estar tan preocupado por la existencia de la esclavitud, intentara condenar a varias docenas de hombres y mujeres a una servidumbre permanente de por vida a cambio de unos modestos honorarios legales?

Lincoln y la colonización

De acuerdo con Roy Basler, el editor de la Obras Completas de Lincoln, en 1857 éste no tenía solución para el problema de la esclavitud, “excepto la idea de la colonización, que heredó de Henry Clay”.[26] Cuando, antes de la guerra se le preguntó qué debería hacerse con los esclavos donde se liberaran, dijo: “Enviarlos a Liberia, a su propio país de origen”.[27] Como presidente, Lincoln tuvo una reunión en la Casa Blanca con líderes negros libres y les rogó que promovieran un movimiento de colonización de vuelta a África. Desarrolló planes para enviar hasta la última persona negra a África, Haití, América Central, a cualquier sitio excepto a Estados Unidos.[28]
En su elogio a Clay, Lincoln toma muchas cosas de la idea de colonización de Clay. Clay fue uno de los miembros fundadores de la American Colonization Society y era su presidente cuando murió en 1852. El movimiento en pro de enviar a todos los negros de vuelta a África era una de “los proyectos más queridos” de Clay, bajo su “cuidado y consideración directos”, dijo Lincoln y “la asociación de su nombre con ella ha sido seguramente el mayor apoyo de ésta”.[29] Lincoln citó aprobadoramente a Clay al decir que “hay un idoneidad moral en la idea de  devolver a África a sus hijos”, ya que “querrán traer de vuelta a sus tierras de origen los ricos frutos de la religión, la civilización, la ley y la libertad”.[30] No explicó cómo podrían hacerlo después de que se les privara de una educación y de los frutos de la religión, la civilización, la ley y la libertad en los Estados Unidos. Sin embargo, enviar a todos los negros de vuelta a África sería supuestamente una “señal bendita a la parte de mas desafortunada del globo”.[31]
A esto añadió Lincoln que la idea de colonización de Clay, propuesta en primer lugar en 1827, podría significar “la redención definitiva de la raza africana”. Más aún, cada año desde entonces ha “añadido fuerza a la esperanza de conseguirlo”, dijo. “¡Puede realizarse!”.[32] Unos diez años más tarde, el 1 de diciembre de 1862, en un mensaje al Congreso, Lincoln reiteró sus anteriores afirmaciones: “No puedo hacer que se sepa más que ahora que estoy completamente a favor de la colonización”.[33]
Eliminar hasta la última persona negra de la tierra estadounidense, afirmó Lincoln, sería “una consumación gloriosa”.[34] Ésta era aparentemente la postura de Lincoln. En su famoso discurso a la Cooper Union del 27 de febrero de 1860, abogó por la “deportación” pacífica de negros con el fin de que  “sus puestos fueran (…) ocupados por trabajadores blancos libres”.[35] Como miembro de la asamblea legislativa de Illinois, pidió a sus colegas que asignaran fondos para echar a todos los negros libres del estado de Illinois.[36]
Cuando el Congreso acabó con la esclavitud en el Distrito de Columbia en 1862, se asignó simultáneamente 600.000$ como autorización inicial para enviar a los esclavos liberados de vuelta a África. Lincoln nombró como Comisionado de Emigración a James Mitchell, un antiguo dirigente de la American Colonization Society, que planeó enviar a los libertos no a África, sino a las Islas Vírgenes, la Guayana Holandesa, la Guayana Británica, Belize, Guadalupe y Ecuador, en cualquier ligar excepto en Washington D.C. en particular y los Estados Unidos en general.[37]
Lincoln dio a la colonización una prioridad tan alta que asimismo dio instrucciones a su Secretario de Interior, Caleb Smith, para realizar planes de colonización y pidió al Senador Samuel Pomeroy que supervisara los esfuerzos de reubicación. Pomeroy propuso una colonia estadounidense en América Central a la que llamarían “Linconia”.[38]
Asimismo, la administración Lincoln firmó un contrato con el hombre de negocios Bernard Dock para establecer una colonia en Haití. Dock resultó ser un bandido y un malversador, lo que debió suponer una profunda decepción a Lincoln, quien “continuaba creyendo que echarlos [a los negros] era la auténtica solución al problema racial”.[39] El historiador P.J. Staudenraus, que escribió el libro definitivo sobre la American Colonization Society, explicó que:
Los dirigentes de la American Colonization Society vieron con asombro que la administración Lincoln, desdeñando Liberia, jugaron primero a un plan y luego a otro. En vano urgieron al atribulado líder de la guerra que enviara a los emigrantes a la república africana. Lincoln privadamente estaba de acuerdo con el Presidente de Liberia, Roberts,  en que África era el lugar lógico para los negros estadounidenses, pero continuó apoyando operaciones en Centroamérica.[40]
El más ilustre abolicionista de Estados Unidos, William Lloyd Garrison, denunció agriamente a Lincoln por su empecinamiento en preservar a los Estados Unidos para los blancos mediante la colonización. “El presidente Lincoln puede colonizarse a sí mismo, si le place”, dijo Garrison furioso, “pero es un acto impertinente por su parte, proponer deshacerse de quienes son tan buenos como él”. Lincoln, a ojos de Garrison, “no tenía ni una gota de sangre antiesclavista en sus venas”.[41] Garrison se enfureció al tener Lincoln una reunión con líderes negros liberados y pedirles que encabezaran un éxodo de negros fuera del país. Garrison empezó a llamar a Lincoln “El Presidente de la colonización africana” y se refería a la reunión como un espectáculo “humillante” e “impertinente”.[42]
Lincoln se ha convertido en un icono estadounidense hasta el punto de que cuando profundizamos en la literatura histórica, descubrimos que mucha de la historiografía de Lincoln no es tanto un intento de explicar la historia, como de concebir razones o excusas para su comportamiento. Un ejemplo de este fenómeno sería un ensayo del historiador Gabor Boritt sobre Lincoln y la colonización. Como acabamos de describir, Lincoln fue muy claro (literalmente, durante décadas) acerca de sus opiniones sobre la colonización y sus orígenes en Henry Clay y la American Colonization Society.
Pero para Boritt, Lincoln sólo “evocaba la colonización de una forma vaga”.[43] Aunque Lincoln fue agriamente denunciado por sus propuestas de colonización por el principal defensor de la abolición en Estados Unidos, William Lloyd Garrison, para Boritt, su “fundamento racional para la colonización se mantuvo noble, con tanta nobleza como era posible en una propuesta como ésa”.[44]
Boritt admite que Lincoln fue “el principal partidario de la emigración negra” fuera de Estados Unidos, pero después ofrece una serie de razonamientos cuestionables: Lincoln sólo “inició” un movimiento de colonización y no tuvo éxito en embarcar a todos los negros fuera del país, era “inusitadamente descuidado en su pensamiento” sobre este asunto (presumiblemente, no en otros), hubiera cambiado de ideas con “una mayor intensidad de pensamiento”, supuestamente los estadounidenses hubieran estado a favor de la emancipación (pocos lo estuvieron) si se hubieran pensado que se habría enviado fuera del país a todos los esclavos liberados y, en un giro particularmente orwelliano, era un mentiroso sincero (“Así es cómo miente la gente sincera”, dice Boritt).[45] Historiadores como Boritt han creado un banco de niebla histórico y literario que hace extremadamente difícil entender al verdadero Abraham Lincoln.

La oposición de Lincoln a la extensión de la esclavitud

Lincoln no tenía intención en 1860 de hacer nada acerca de la esclavitud en el Sur. En su Primer Discurso Inaugural anunció que “No tengo el propósito, directo o indirecto, de interferir con la institución de la esclavitud en los estados donde exista. Creo que no tengo un derecho legítimo para hacerlo, ni tengo la inclinación de hacerlo” (énfasis añadido).[46] También prometió, en el mismo discurso, reforzar la Ley de Esclavos Fugitivos, aunque una aplicación benévola o nula de la misma hubiera acelerado la desaparición de la esclavitud.
Ninguno de los cuatro partidos políticos que presentaron candidatos presidenciales en las elecciones de 1860 abogaban por la abolición de la esclavitud en el Sur. Haberlo hecho hubiera sido un suicidio político, porque (excepto el pequeño movimiento abolicionista) la opinión pública no era en ese momento favorable a la abolición. Cuando los políticos plantearon el asunto de la esclavitud, se discutía en términos de la extensión de la esclavitud a los nuevos territorios, no a la abolición de la institución en el Sur. Pero, incluso en ese caso, la oposición a la extensión de la esclavitud no se basaba siempre en motivos morales. Aunque había sin duda algunos abolicionistas sinceros que creían que no permitiendo la esclavitud en nuevos territorios contribuiría a su eventual desaparición en todas partes, una preocupación más importante era que los esclavos competirían con los trabajadores blancos en dichos territorios, que el Partido Republicano quería mantener como exclusivos para los blancos. Lincoln explicó las razones para ello muy claramente cuando habló en Peoria, Illinois, el 16 de octubre de 1854:
El que la esclavitud llegue a Nebraska, o a cualquier nuevo territorio, no es un asunto que preocupe exclusivamente a la gente que pueda ir allí. Toda la nación tiene interés en que se haga el mejor uso de esos territorios. Los queremos como hogar para la gente blanca libre. Lo que no puede ocurrir, en modo alguno, si se implanta en ellos la esclavitud. Los estados esclavistas son los lugares desde los que debe trasladarse la gente blanca pobre. (…) Nuevos estados libres son lugares para que la gente vaya y mejore su condición.[47]
La idea (de que los nuevos territorios tenían que reservarse sólo a los blancos) definió la posición sobre la esclavitud del Partido Republicano en 1860. Como explicó William Seward, Secretario de Estado y confidente de Lincoln, “El motivo por el que protestan contra la extensión de la esclavitud en realidad ha sido siempre la preocupación por el bienestar del hombre blanco, no una simpatía antinatural por el negro” (énfasis añadido).[48]
El editor del New York Tribune, Horace Greely, quizás el periodista más influyente en su día y un acérrimo republicano, expresó la postura del Partido Republicano muy sucintamente: “Todo el territorio desocupado (…) debe preservarse para beneficio de la raza caucásica blanca: algo que no puede ocurrir, sino mediante la exclusión de la esclavitud”.[49]
Lyman Trumbull, Senador de EE.UU. y confidente de Lincoln, explicaba que “nosotros, el Partido Republicano, somos el partido del hombre blanco. Estamos a favor del hombre blanco y de hacer aceptable y honorable el trabajo del hombre blanco, lo que no puede ocurrir si se trae mano de obra esclava negra para competir”.[50] Trumbull prometía que no consentiría nunca la “igualdad con los negros” de ninguna forma. “Cuando decimos que todos los hombres son creados iguales”, declaró Trumbull, “no queremos decir que cada hombre en una sociedad organizada tenga los mismos derechos. No lo toleramos en Illinois”.[51] Estaba de acuerdo con Lincoln en que la colonización era la mejor “solución” al problema racial.
Durante toda la campaña de 1860, escribe el historiador Eugene Berwanger, “los republicanos no pretendieron preocuparse por el destino del negro e insistieron en que el suyo era un partido de trabajadores blancos. Al presentar un punto de supremacía blanca, esperaban ganarse los votos de los negrófobos y de los antiabolicionistas que se oponían a la extensión de la esclavitud”.[52] Los dirigentes del Partido Republicano (“especialmente los del Medio Oeste”) “dejaron suficientemente claro que no tenían ninguna intención de mejorar la condición del negro o igualar su lugar en la sociedad.”[53]
Cuando el Representante por Pennsylvania, David Wilmot, presentó su histórica condición para excluir la esclavitud en los territorios adquiridos tras la guerra con México, explicó cuidadosamente que no tenía ninguna “enfermiza simpatía por los esclavos”, sino que “[promovía] la causa y los derechos de los hombres blancos libres”: “Yo preservaría para el trabajo de los blancos libres un país justo, una fértil herencia, donde los hijos del trabajo duro, de mi raza y color, puedan vivir sin la desgracia que la asociación con la esclavitud negra trae al trabajo libre”.[54]
Había una segunda razón política por la que Lincoln y los republicanos se oponían a la extensión de la esclavitud en los nuevos territorios: Aumentaría artificialmente el poder del Partido Demócrata en el Congreso. La cláusula de los tres quintos de la Constitución permitiría a los cinco estados contar con tres personas a efectos de determinar el número de escaños en el Congreso de cada estado, que siempre se había hecho en función de la población. Esto, creía Lincoln, era “manifiestamente injusto” para los estados del Norte, que en 1860 le eligieron como primer candidato presidencial seccional[55] en la historia de EE.UU. (No recibió voto electoral alguno de los estados del Sur en las elecciones, porque se le percibía como representante únicamente de los intereses del Norte).
En su discurso de Peoria, Lincoln habló del “efecto político de esto”, comparando Maine y Carolina del Sur; cada uno de ellos tenía seis Representantes en el Congreso y ocho votos electorales, a pesar de que Maine tenía 581.813 personas blancas y Carolina del Sur, sólo 274.567. Según las cuentas de Lincoln, la cláusula de tres quintos daría a cada varón blanco de Carolina del Sur dos votos en el Congreso por cada hombre de Maine, a causa de los 384.984 esclavos del primero. “Este principio da, en total, veinte representantes adicionales en el presente Congreso a los estados esclavistas”.[56] La extensión de la esclavitud a los nuevos territorios ampliaría este desequilibrio en el Congreso a favor del Partido Demócrata, por lo que Lincoln lideró esa oposición del Partido Republicano (fue una oposición a la esclavitud, pero no bajo criterios morales).

Actitudes del Norte respecto de la raza

La interpretación más o menos “oficial” de la causa de la Guerra de Secesión, tal como se describe en The Complete Book of U.S. Presidents, del historiador William A. DeGregorio, afirma que el asunto de la esclavitud “oponía a los abolicionistas en el Norte, que la consideraban un mal moral que había que erradicar tan pronto como fuera posible, frente a los extremistas del Sur, que fomentaban la expansión de la esclavitud a los territorios”. Se califica a Lincoln como uno de los más moderados, “que creían que la esclavitud era un error, aunque estaba protegida por la Constitución, y se contentaban con mantenerla en el Sur”.[57]
Puede que ésta sea la versión oficial, pero gran número de hechos sugieren que es una interpretación al menos incompleta. Había verdaderamente un robusto movimiento abolicionista en parte el Norte, pero era muy pequeño (tan pequeño que políticos como Lincoln no se arriesgaron a asociarse con ellos). A la inmensa mayoría de los blancos del Norte les preocupaba poco el bienestar de los esclavos y trataban a los negros que vivían entre ellos con desprecio, ridículo, discriminación y a veces violencia. Como escribió Eugene Berwanger en North of Slavery, hacia 1860,
En prácticamente cualquier fase de la existencia [en el Norte], los negros se encontraban sistemáticamente separados de los blancos. Eran o bien excluidos de los vagones de tren, ómnibus, diligencias y barcos de vapor, o bien asignados a secciones especiales para negros; se sentaban, cuando podían, en rincones solitarios y remotos de teatros y salas de conferencias; no podían entrar en la mayoría de hoteles, restaurantes y lugares de recreo, salvo como sirvientes; rezaban en “bancos para negros” en las iglesias blancas, y si participaban en el sacramento de la Cena del Señor, esperaban hasta que los blancos hubieran recibido el pan y el vino. Además, a menudo se les educaba en escuelas separadas, se les castigaba en prisiones separadas, se les curaba en hospitales separados y se les enterraba en cementerios separados (…) el prejuicio racial perseguía a su víctima dondequiera que fuera.[58]
En La democracia en América, Tocqueville escribe que “el prejuicio racial parece ser más fuerte en los estados que han abolido la esclavitud que en aquéllos donde aún persiste y en ninguna parte hay tanta intolerancia como en aquellos estados  donde la servidumbre nunca se ha conocido”.[59] Tocqueville encontró que en el  Norte, si bien las leyes no discriminaban contra los negros en prácticamente cualquier área de su existencia, los “prejuicios populares” lo hacían. La opinión pública “no permitía” legalmente a los negros casarse, votar o utilizar el sistema judicial.
Lincoln fue el primer presidente “seccional” en el sentido de que sólo de que debía su elección exclusivamente a su apoyo en los estados del Norte. Gano una elección entre cuatro personas con sólo un porcentaje por debajo del 40 por ciento del electorado y 180 de los 303 votos electorales. Su victoria electoral se produjo al ganar los votos electorales de dieciocho estados del Norte y el Este: California, Connecticut, Illinois, Indiana, Iowa, Maine, Massachussets, Michigan, Minnesota, New Hampshire, New Jersey, Nueva York, Ohio, Oregón, Pennsylvania, Rhode Island, Vermont y Wisconsin. Era por tanto el candidato del Norte a la elección y, por tanto, no podría haber ganado si hubiera discrepado de forma significativa de las opiniones de la mayoría de los norteños en el asunto de la raza.
Los norteños discriminaban a los negros en formas crueles e inhumanas durante la década de 1850, lo que pone seriamente en cuestión la idea de que la mayoría de la población del Norte eligiera a Lincoln (principalmente) por sus opiniones ilustradas sobre la esclavitud. Si sus opiniones eran ilustradas, hubieran estado marcadamente en contra de las de la mayoría de los votantes del Norte.
Los llamados Códigos Negros existían en el Norte décadas antes de que se promulgaran esas leyes discriminatorias en el Sur tras la Reconstrucción (1865-1877). Por ejemplo, el Código Revisado de Indiana, prohibía a negros y mulatos entrar en el estado, todos los contratos con negros eran nulos e inválidos, cualquier persona blanca (como un patrón) que animara a los negros a entrar en el estado tenían que pagar una multa de hasta 500$, no se permitía votar a negros y mulatos, ningún negro o mulato que tuviera al menos un octavo de sangre negra podía casarse con una persona blanca (un acto punible con diez años de prisión y una multa de hasta 5.000$), cualquier persona que aconsejara o animara al matrimonio interracial debía pagar una multa de hasta 1.000$, los negros y mulatos tenían prohibido testificar en los tribunales contra gente blanca, enviar sus hijos a escuelas públicas u ocupar puestos políticos.[60]
Esto significaba que los negros no podían ganarse legalmente la vida en ningún tipo de negocio, se veían sujetos al despojo político, ya que no tenían derecho de voto, y podían abusar los blancos judicialmente de ellos, ya no tenían derecho a defenderse a sí mismos en los tribunales. En tras palabras, se les denegaba todas las libertades humanas más básicas, haciendo burla de la idea de que eran “hombres libres”.
Esas leyes discriminatorias eran comunes en virtualmente todos los estados del Norte hacia 1860. En 1847 los habitantes de Ohio prohibieron el realojamiento de los 518 esclavos emancipados del dirigente John Randolph de Virginia. Un congresista de Ohio amenazó con que si cualquier negro intentara cruzar la frontera de Ohio “las riveras del Río Ohio (…) estarían ocupadas por hombres con mosquetes al hombro para alejar a los esclavos emancipados”.[61]
Los nuevos territorios, o bien prohibían explícitamente a los negros residir dentro de sus fronteras o les obligaban a pagar una fianza de hasta 1.000$, que se perdería por “mala conducta”. Esto se llevó a cabo hasta el punto de que hizo imposible que se produjera emigración negra. Si las multas se imponían pero no se pagaban, los negros podían ser azotados, alquilados o vendidos como esclavos, según un estatuto de Illinois de 1853.[62]
El gobierno federal obligaba a todo nuevo territorio o estado a denegar de todas las forma posibles el derecho de voto a los negros hasta los años 1860. En los únicos estados del Norte donde los negros podían votar eran Massachussets, New Hampshire, Vermont y Maine e incluso allí a menudo se les intimidaba para que no aparecieran en las votaciones. Sin embargo, sólo un 6 por ciento de todos los negros “libres” del Norte vivían en estos estados., el 94 por ciento de los negros del Norte no disfrutaron del derecho de voto hasta aproximadamente 1860.[63]
De hecho New Jersey y Connecticut enmendaron sus constituciones en los 1840 para prohibir el sufragio de negros: no existía esa distinción en sus constituciones originales.[64] Sólo Massachussets permitía a los blancos ejercer de jurados antes del fin de la Guerra de Secesión.
Illinois, al igual que Indiana y Oregón, enmendó su constitución estatal para prohibir la inmigración de negros al estado. Estas enmiendas se aprobaron en referendums públicos con un margen superior a dos a uno en Illnois, casi tres a uno en Indiana y ocho a uno en Oregón.[65] El Senador por Oregón Lyman Trumbull explicó que “hay una gran aversión en el Oeste (sé que pasa en mi estado), contra que los negros libres se establezcan entre nosotros. Nuestra gente no quiere tener nada que ver con los negros”.[66]
Con actitudes y leyes como éstas en vigor en todos los nuevos territorios, es fácil entender por qué la postura de Lincoln (y el Partido Republicano) contra la extensión de la esclavitud en los nuevos territorios tocaba una cuerda sensible entre la población blanca.
Lincoln decía que estaba a favor de extender la protección básica a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad a los negros liberados, pero se contradecía al oponerse al mismo tiempo a la ciudadanía de los negros. Recordaba a sus lectores en 1858 que sólo los estados, no el gobierno federal, podían ofrecer la ciudadanía a los negros y prometía que si Illinois considerara esa propuesta, él se opondría.[67] Un hombre negro sin derecho a voto que no pueda testificar en un tribunal en un caso que afecte a un hombre blanco y no pueda participar en un jurado no disfruta de la protección legal común. Por tanto, la astuta posición política de Lincoln, que era bastante popular, era hacer que el gobierno protegiera la vida y propiedad de los negros, pero denegara los derechos de voto, de participar en el sistema judicial y de disfrutar algo parecido a la igualdad social, al tiempo que promovía un plan para que colonizaran África, América Central, Haití o cualquier otro lugar, excepto Estados Unidos. Apoyó y votó a favor de todas las leyes de su propio estado que negaban a los negros derechos básicos de ciudadanía y libertades económicas y no se opuso a la prohibición constitucional de la inmigración al estado.
Aunque el Estado de Nueva York ayudó a elegir a Lincoln en 1860, rechazó abrumadoramente una propuesta para permitir el sufragio de los negros. En una fecha tan tardía como 1869, los votantes de Nueva York rechazaron en referéndum la igualdad de sufragio; entre 1849 y 1857, Michigan, Iowa y Wisconsin rechazaron igualmente en referendums la igualdad de sufragio de forma abrumadora.[68]
Los sindicatos del Norte, intentando hacerse populares entre las masas, no aceptaban miembros negros y se oponían vigorosamente a la abolición. Los sindicatos estaban a la vanguardia de los grupos políticos de presión en leyes y regulaciones que prohibirían a los negros competir en multitud de oficios ejercidos por blancos. Como advirtió un líder sindical de Connecticut, “Salvo que la asamblea legislativa adopte restricciones de entrada apropiadas (…) a los hijos de Connecticut pronto se les obligará a dejar el estado debido a la gran afluencia de porteros negros, transportistas negros, aserradores negros, mecánicos negros y trabajadores negros de todo tipo”. [69] Todas las demás asambleas legislativas del Norte recibieron peticiones para dictar distintos Códigos Negros que privarían de libertades económicas a los negros.
Privados de la mayor parte de sus derechos legales en los estados del Norte, los negros eran frecuentes víctimas de la violencia de masas. Los inmigrantes irlandeses fueron especialmente culpables de ese tipo de abominaciones, ya que veían a los negros libres como competencia en sus trabajos (aparentemente, más que otros grupos).
Las actitudes supremacistas blancas no sólo se reflejaron en los Códigos Negros del Norte y otras normas legislativas, sino que asimismo se formulaban en periódicos del Norte. Como editorializó el Philadelphia Daily News el 22 de noviembre de 1860, “No es bueno para la raza de color ni para nosotros que continúen habitando entre nosotros en modo alguno. Las dos razas no pueden nunca existir conjuntamente, excepto como superior e inferior (…). La africana es naturalmente la raza inferior”.[70]
El Republican, de Niles (Michigan), escribió el 30 de marzo de 1861 que “este gobierno se constituyó en beneficio de la raza blanca (…) y no de los negros”.[71] El Daily Chicago Times editorializaba el 7 de diciembre de 1860 que “el mal y sólo el mal, ha seguido siempre la estela de este odioso monstruo, la Abolición”. Continuaba: “Dejémoslos [a los esclavos] solos, que vuelvan con los amos a los que pertenezcan”.[72]
El 22 de enero de 1861, el New York Times anunciaba que se oponía a la abolición de la esclavitud. En su lugar, proponía que se permitiera a los esclavos casarse legalmente y que se les enseñara a leer y a invertir su dinero en cuentas de ahorro. Estas acciones deberían tomarse “para aliviar, en lugar de abolir, la esclavitud en los estados del Sur”, y así se permitiría que la esclavitud fuera “un sistema bastante tolerable”.[73]
“No tenemos más derecho a entrometernos en la esclavitud en Georgia del que tenemos a entrometernos en la monarquía en Europa”, declaraba el Providence Daily el 2 de febrero de 1861.[74] El Columbus Crisis, de Ohio, añadía cinco días más tarde que “ni somos abolicionistas ni partidarios de la igualdad con los negros”.[75] El New York Herald, que en aquel entonces era el diario de mayor tirada del país, cantaba las alabanzas de la esclavitud el 7 de marzo de 1861: “El inmenso incremento en el número [de esclavos] en un plazo tan corto habla del buen trato y la felicidad que satisface a gran cantidad de esclavos. Se encuentran confortablemente alimentados, alojados y vestidos y pocas veces o nunca trabajan en exceso”.[76]
El Philadelphia Enquirer apoyaba las propuestas de colonización de Lincoln el 11 de marzo de 1861, cuando apuntaba que “Haití se encuentra en la zona tórrida, la residencia adecuada para un negro”.[77] “La idea de que el negro es igual en naturaleza, física y mentalmente, al hombre blanco, parece tan absurda y ridícula que no concebimos como puede considerarla cualquier hombre blanco inteligente y racional”, editorializaba el Concord Democrat Standard de New Hampshire el 8 de septiembre de 1860.[78] A esto añadía su vecino, el Boston Daily Courier, el 24 de septiembre de 1860, que “creemos que el mulato es inferior en capacidad, carácter y organización al negro de raza pura y difiere aún más del estándar de las razas blancas”.[79]
Los argumentos precedentes ponen en cuestión la opinión habitual de que los norteños eligieron a Lincoln en un arranque de indignación moral engendrada por su preocupación profundamente arraigada por el bienestar de los esclavos negros en el profundo Sur. A los negros del Norte se les trataba horriblemente y se les privaba institucionalmente de las más elementales libertades humanas mediante los múltiples Códigos Negros y por la discriminación y la violencia.
Es concebible que muchos supremacistas en el Norte (que incluía a la mayoría de la población) sin embargo aborrecieran la institución de la esclavitud. Sin embargo, dadas las actitudes de la mayor parte de los norteños hacia los negros, es dudoso que su aborrecimiento fuera motivo suficiente para que centenares de miles de ellos dieran sus vidas en sangrientas batallas, tal como ocurrió durante la guerra. Una cosa es proclamar el desdén por la esclavitud y otra muy diferente morir por ello.

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