¿La globalización destruye las culturas locales?
Por Juan Morillo Bentué
Una de las críticas a la globalización
es que destruye las culturas locales. Los defensores de esta tesis
arguyen que las distintas identidades locales quedarán destruidas por
una cultura estándar global.
El principal problema de los defensores
de esta tesis es que no comprenden que la cultura es una institución
social viva, evolutiva e increíblemente dinámica. Todas las culturas son
una mezcla continua de otras. No existe una cultura “pura”.
Tendemos a pensar que nuestra cultura
actual es única, inamovible y perenne, pero si echamos la vista atrás
tan solo 50 años veremos que ha cambiado profundamente... ¡y para bien!
La cultura que ahora valoramos, que nos enriquece como personas y que
pensamos que es ideal para nosotros, no existía hace poco tiempo. Ha
evolucionado de la anterior. Y qué duda cabe que, cuando miramos la
forma de pensar y estilos de vida de hace 50 años, tenemos la sensación
de haber avanzado mucho en todos los sentidos.
La globalización multiplica la
comunicación e interacción de los individuos, por lo que la cultura
evoluciona más rápidamente. Y eso es magnífico, ya que significa que los
individuos encuentran información que perciben como más útil para
trazar sus planes de acción en aras de alcanzar sus objetivos. Las culturas no desaparecen, se transforman y evolucionan.
No solamente no desaparecen, sino que
cada vez son más relevantes. Hemos pasado de pensar la globalización
como un proceso de estandarización cultural a darnos cuenta que la identidad y cultura local es cada vez más importante.
Desde el punto de vista empresarial, las
diferencias culturales son tan relevantes que las empresas se enfrentan
a notables retos: adaptar sus productos a múltiples mercados con
necesidades distintas debido a diferentes normas y valores sociales;
proceso de adaptación de los expatriados al país de destino; correcto
establecimiento de los precios de los productos en distintos países y
mercados; canales de distribución diferentes según mercado; herramientas
de comunicación desiguales dependiendo del mercado, etc. Si las
diferencias culturales no fueran tan importantes, las empresas se
ahorrarían una gran cantidad de inversiones extra y fracasos
empresariales.
Pero es que, además, son precisamente los valores locales lo que el ser humano valora al percibirlos como diferentes y únicos.
Pongamos el caso del turismo, donde el viajero no busca simplemente desplazarse de un lugar a otro, sino que busca una experiencia.
Una experiencia que vivir, que compartir y que contar a sus allegados.
Ciertamente, algo que cobra realmente importancia para el viajero
merecerá ser contado por éste. Esto es así porque el ser humano valora
un ofrecimiento que satisfaga necesidades sociales e individuales.
Uno de los valores que consiguen colmar
de contenido la experiencia son los valores locales de un determinado
territorio, región o país. Éstos son considerados por el viajero como
diferentes, únicos, valiosos, escasos y exclusivos. Pese a que mundo
tiende a la globalización, los valores y culturas locales tienen cada
vez más importancia. La promoción es global pero la experiencia siempre es local.
El aspecto local está íntimamente ligado
al turismo. El turismo no deja de ser una búsqueda de experiencia
cultural ajena a la propia de forma que contribuya al enriquecimiento
personal.
Esa experiencia que el viajero busca la
conforman el territorio, el patrimonio cultural, los habitantes, el
clima, la tradición, la historia, el paisaje y la gastronomía, entre
otros.
Es por tanto que comprobamos que la
globalización, en lugar de destruir las culturas locales, las ensalza
hasta hacerlas únicas, irrepetibles y merecedoras de ser conocidas.
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