Jorge Luis Borges: “Soy un anarquista conservador”
Por Claudio Pérez Míguez
El País, Madrid
Un chico de 15 años le pidió al escritor en 1982 una cita para un trabajo de la escuela y para su sorpresa se la concedió. Ahora, 30 años después de la muerte del escritor de 'El Aleph', aquella entrevista sale a la luz
Cuando cursaba el tercer año de la
escuela secundaria, en Don Bosco, partido de Quilmes, en la provincia de
Buenos Aires, con quince años de edad, la profesora de literatura, una
española llevada de pequeña a Argentina y muy admiradora de la obra de
García Lorca, Josefa Iglesias de Fanelli, pidió como trabajo práctico
que eligiéramos a alguien para hacerle una entrevista.
La literatura y la figura de Borges, tan
controvertida en la Argentina de aquellos años, ya había llamado mi
atención, por lo que tuve la idea de hacerle a él ese reportaje. Ni yo
ni mi entorno próximo teníamos contactos literarios, por lo que pensé
ver si encontraba su número en la guía telefónica. Buscando por Borges,
encontré que estaba, todavía, a nombre de su madre, Leonor Acevedo de
Borges, que ya había muerto. Aún recuerdo el número: 42-2801.
Inmediatamente llamé, me atendió Fanny Úbeda, la señora que se encargaba
de la casa, y me dijo que Borges estaba de viaje.
Como el plazo para la entrega del
trabajo transcurría, buscamos a otras personas para cumplir con la
tarea, pero cuando faltaban dos días, se me ocurrió intentarlo de nuevo.
Me volvió a atender Fanny, y cuando yo esperaba hablar con alguien para
explicarle mi idea y que este se lo trasladara a Borges, ella le pasó
el teléfono directamente a él, que habiendo escuchado mi propuesta me
dijo: "Venga mañana o pasado, 10 o 10 y media". Esa misma noche preparé
las preguntas. Se las mostré a mi padre para que me diera su opinión
sobre el cuestionario, y me dijo por qué en lugar de tratar de hacer una
entrevista imitando a la que le hacían los periodistas, buscando
generalmente alguna declaración explosiva que diera un titular, no
trataba de encararla desde mi punto de vista, viendo lo que pudiera
interesarme a mi edad. Me pareció un buen consejo y traté de
reformularlo de esta manera.
Como el trabajo había que presentarlo en
equipo, invité a mis compañeros, varios me acompañaron, y por supuesto
estuvimos en su casa el día siguiente a las 10.
Este encuentro me permitió seguir
frecuentándolo en su domicilio, llevarlo a dialogar a mi colegio, a mi
casa, y un gran número de encuentros que seguramente definieron mi gusto
por los libros y lo literario. Pero esto ya es otra cosa, en lo que nos
concierne, la entrevista fue realizada en el piso de Borges, en la
calle Maipú 994, de Buenos Aires, el 29 de julio de 1982, más de un año
antes del retorno de la democracia a Argentina. El resultado es el que
transcribimos a continuación, y que se conservó inédito hasta la fecha.
"A mí se me hace cuento" que ya han pasado más de tres décadas de ese
día y que se cumplan 30 años de su muerte. "El tiempo que los mármoles
empaña", cambia muchas cosas y otras no, su palabra sigue iluminándome.
¿Podría contarnos cómo estaba constituida su familia?
Sí. Mi madre era criolla, era católica,
pero católica a la manera argentina, es decir, más una cuestión social
que teológica. Mi abuela inglesa, era de tradición protestante,
predicadores metodistas. Ella sabía de memoria la Biblia. Ud. le
recitaba un versículo cualquiera y ella le decía, sí, Libro de Job,
capítulo tal, versículo tal y seguía adelante. Entre los protestantes
hay mucha gente que conoce de memoria la Biblia. En los hoteles, por
ejemplo en Inglaterra, en Escocia y en Nueva York también, siempre en el
cajón de la mesa de luz hay una Biblia. Y además las citas bíblicas que
serían pedantescas en castellano, son comunes en inglés. La gente
continuamente está citando versículos de la Biblia o frases bíblicas, y
eso no resulta pedante. En cambio, en los países católicos resultaría
forzado. De modo que mi abuela era muy religiosa, metodista.
La familia de mi madre era católica,
como dije, a la manera de los países latinos, de un modo superficial. Mi
padre era agnóstico, es decir, librepensador, y nos llevábamos todos
muy bien, eso jamás provocó una discordia.
Que más puedo decir de mi familia. Mi
padre era profesor de Psicología, en el Colegio de Lenguas Vivas, y yo
recuerdo exactamente lo que ganaba, él era abogado además, era
Secretario Civil. Él tenía que dar dos clases de Psicología por semana
en Lenguas Vivas y le pagaban 100 pesos al mes. Cien pesos al mes era
dinero entonces, y ahora corresponde más bien a la literatura
fantástica. Cien pesos no significan nada. En ese tiempo sí, todo era
mucho más barato que ahora. Yo recuerdo que el dólar estaba a 2 pesos
con cincuenta centavos. Creo que actualmente ha subido el precio, ¿no?
Nuestra moneda es la mas baja del mundo, creo.
Por el lado de mi padre y mi madre, era
una familia militar, mi abuelo el Coronel Francisco Borges se hizo
matar, realmente, en la batalla de La Verde, que ocurrió cerca del
pueblo de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires. Mis abuelos hicieron la
campaña de la independencia, luego las guerras civiles, la guerra con
el Brasil, todo eso.
Ahora, por el lado de mi abuela inglesa, no. Eran predicadores y profesores.
¿Qué estudios realizó usted?
Pocos. Yo estudié en el Collège de
Ginebra, estudié y tengo mi bachillerato. Ahí había dos materias
principales, que eran el francés y el latín. Yo comprendí que si
estudiaba bien francés y latín podía prescindir de las otras materias,
lo cual ha hecho que yo sea extraordinariamente ignorante, ya que
estudié física, botánica, mineralogía, zoología, música, gimnasia,
química y no sé absolutamente nada de ellas. Historia sí me gustaba.
Pero historia en Suiza no es una materia obligatoria, es optativa. Si
usted quiere puede estudiar historia Suiza, si no, no. Yo estaba
interesadísimo en conocer la historia de Suiza ya que yo estaba ahí,
entonces la estudié. Sí son obligatorias, la historia antigua, la
moderna, etc, pero no la Suiza.
Ese es el único título que tengo, los
demás son títulos Honoris Causa, que no son más que generosidades, soy
Doctor Honoris Causa de Tucumán, de Nueva York, de universidades
italianas, colombianas, mexicanas, luego de Harvard, de Oxford, de la
Sorbona, pero creo que no puedo llamarme Doctor ya que estos doctorados
Honoris Causa son un favor que le otorgan a uno y que por supuesto
agradezco, ya que es un honor, aunque no sé si lo merezco.
Personalmente solo puedo decir que soy bachiller del Collège de Calvino en Ginebra.
¿A qué edad toma conciencia de su vocación literaria?
Yo no sé. No recuerdo una época sin leer
ni escribir. Yo siempre estaba leyendo y escribiendo. Ahora mi padre me
dijo que solo leyera lo que me interesaba, que no leyera un libro por
el sentimiento del deber, porque era famoso. Que leyera solo cuando me
interesara, y que solo escribiera cuanto tuviera una necesidad de
hacerlo. Que escribiera mucho, que rompiera mucho y que no me apresurara
a publicar, ya que publicar no es parte necesaria del destino de un
escritor.
¿Cómo llega a publicar su primer libro?
Mi primer libro lo publiqué tardíamente, yo tenía 24 años. Se llamó Fervor de Buenos Aires,
y se publicó aquí, en Buenos Aires. Mi padre me dio 300 pesos que me
permitieron la impresión de 300 ejemplares. No se puso en venta, lo
repartí entre mis amigos. A mí me gustaba mucho. Pero, en realidad, era
el cuarto libro que escribía. Había escrito tres antes, que
curiosamente, destruí. Tal vez debería haber destruido ese también.
¿Cómo surgen sus obras? ¿Se sienta a escribir sistemáticamente o lo hace cuanto siente la necesidad?
Eso es muy complejo. Yo siento que hay
algo que quiere que yo lo escriba, y yo trato de disuadirlo. Pero si hay
un tema que vuelve, un argumento de un cuento o un poema que vuelve,
entonces lo escribo. Me parece un error buscar temas, hay que dejar que
los temas lo busquen y lo encuentren a uno. Si no salen libros
fabricados.
Creo que todo el mundo escribe así,
aunque los periodistas, no, ellos buscan temas. Y, por ejemplo, un
escritor que admiro mucho, Capdevila, escribió un libro sobre las
catorce provincias argentinas, es muy raro que todas le interesaran, y
menos que le interesaran favorablemente. Eso es ponerse a fabricar un
libro. Yo por ejemplo he escrito un poema al agua, y no se me ocurrió
escribirle al fuego, a la tierra y el aire. Sería una cosa mecánica.
Escribí un poema al agua porque me interesaba. De modo que buscar temas
es un error. Hay escritores que se proponen escribir sobre la vida de
los campesinos de tal sitio, y así salen los libros.
¿Cuál de sus libros prefiere y por qué?
Bueno, la mayoría no me gusta. Me
resigno a ellos. Aproveché las llamadas obras completas para omitir dos
libros. Para mí, mi mejor libro es el que se titula El libro de arena.
Es de fácil lectura, es un libro breve, no uso ninguna palabra que
requiera el uso del diccionario. Es un libro de cuentos, y otro libro de
cuentos que me gusta es El informe de Brodie. El libro de arena
es el único del que estoy satisfecho. Tal vez el tiempo juzgue así
también y borre los demás, que son realmente borrables borradores.
Pero hay mucha gente que admira toda su obra...
Sí, pero yo no me encuentro entre ellos. Eso es un error, y no sé si agradecerlo, porque no sé si hay que agradecer los errores.
¿Cómo se definiría a sí mismo?
Si yo tuviera que definirme diría un
escritor, aunque tal vez sería mejor decir un lector, ya que yo creo ser
mejor lector que escritor.
¿Cómo trascurre un día en la vida de Jorge Luis Borges?
Bueno por la mañana si tengo suerte,
vienen a verme periodistas de Quilmes. Pero generalmente mis días no son
tan favorables, luego duermo una siesta y escribo algo.
¿Qué es para usted la amistad?
Cuando Eduardo Mallea publicó el libro Historia de una pasión argentina,
yo pensé: será sobre la amistad, ya que la amistad es la pasión
argentina, quizá la única. Yo tengo esa impresión de que la amistad es
muy importante para nosotros, lo cual está bien, no?
¿Cómo definiría Buenos Aires?
Yo tengo un poema, en mi último libro, que se llama La Cifra.
Voy a citar el primer verso, que es una definición: "He nacido en otra
ciudad que también se llamaba Buenos Aires", es decir, que ha cambiado
tanto que es otra. Es que uno no llega impunemente a los 83 años. A los
83 años casi todos mis amigos están en La Recoleta. La ciudad ha
cambiado enteramente. Yo nací en el centro de Buenos Aires, en la calle
Tucumán entre Esmeralda y Suipacha. Toda la manzana, salvo el almacén
que estaba en la esquina, era de casas bajas, con azoteas, con patios,
con aljibes, había algunas casas altas que se hicieron después, en la
calle 25 de Mayo o Reconquista.
¿Qué podría decirle a los jóvenes que se empiezan a interesar por lo problemas del país?
Yo no sé, hay tantos problemas. A lo
mejor este país logra salvarse, aunque yo no veo cómo. La situación es
mala, y no solo aquí sino en el mundo entero. Tal vez todos los momentos
sean terribles y sintamos más este porque está más cerca. Yo no veo
salvación posible, y tal vez vayamos hacia la tercera guerra que puede
ser la última. Lo que está sucediendo, en el Líbano, lo que sucedió
aquí, lo que está sucediendo en Irak o en Irán. Esperemos que no, porque
sería un suicidio de la humanidad.
¿Cree que los jóvenes deben interesarse por la política?
Yo no sé. A mí no me interesó nunca la
política. Me interesa más la ética. Creo que si cada uno actúa
éticamente eso puede tener un efecto político muy grande.
¿Qué forma de gobierno prefiere?
Yo querría un mínimo de gobierno, pero
lamentablemente todavía los gobiernos, aún los gobiernos malos, son
necesarios. Como la policía, que es evidentemente necesaria. Si fuéramos
éticamente perfectos no serían necesarios los gobiernos, que son un
peligro, sin duda. Pero yo no puedo opinar en materia política, soy un
anarquista conservador. Mi padre era anarquista. Una vez fuimos a
Montevideo y mi padre me dijo que me fijara en las banderas, en las
aduanas, en los uniformes, en las iglesias, en las comisarías, porque
todo eso iba a desaparecer. Nosotros, cuando fuimos a Europa, en el año
14, viajamos sin pasaporte. No había pasaporte, usted pasaba de un país a
otro como de una habitación a otra. Luego vino la Primera Guerra
Mundial, la desconfianza, el espionaje, y ahora todo ha cambiado, no se
puede dar un paso sin identificarse, es muy triste eso. Espero que en
Quilmes[1] estén mejor las cosas que en Buenos Aires...
¿Cómo imagina el futuro de Argentina?
Yo quiero pensar que habré muerto, pero
creo que vamos barranca abajo. Yo ya no tengo esperanza, ustedes son
jóvenes, tal vez tengan esperanzas, yo ya no tengo ninguna.
Muchas declaraciones suyas generan polémica, y hay gente que cree que usted busca ese efecto...
¡Por supuesto que no! El que piense eso no me conoce nada.
Para terminar ¿querría dejarnos algún consejo o mensaje?
Yo no he sabido manejar mi vida, no
puedo dirigir la vida de los demás. Mi vida ha sido una serie de
equivocaciones. No puedo dar consejos, ando un poco a la deriva, cuando
pienso en mi pasado me avergüenza. Yo no doy mensajes, los políticos dan
mensajes
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