España: ¿Y si gana Podemos?
Por Ignacio Camacho
No va a suceder. No ahora, o no todavía.
La ventaja del PP sobre Podemos no se ha estrechado como para entrar en
el margen de error de los sondeos, aunque es lo bastante corta para que
los radicales puedan acceder al poder sin ganar las elecciones. Nadie
debe soñar con que el PSOE lo impida: si hay mayoría de izquierdas habrá
Gobierno de izquierdas. Pero el viento de la política ofrece barruntos
de un cambio de ciclo más profundo. La cuenta atrás del «momento
populista» ha comenzado.
Podemos no ganará –probablemente– el
domingo. Sin embargo, está en condiciones sociológicas de hacerlo porque
se ha asentado en la estructura del electorado español. Datos del CIS:
primera fuerza entre los menores de 40 años y entre estudiantes, parados
y jóvenes en busca de primer empleo. Líder entre quienes se consideran
de izquierdas. Al alza entre profesionales y funcionarios del sector
sanitario y educativo. Eso no es un partido marginal ni minoritario –ay,
los frikis de Arriola–, sino la organización con más futuro
biológico del país. Y con la más eficaz maquinaria de guerra electoral,
dueña de la hegemonía propagandística, perfecta en el manejo de las
redes sociales. La campaña ha discurrido a su compás: sobre sus ideas,
sus eslóganes, sus propuestas. Incluso sobre sus imposturas, salidas de
tono y contradicciones. Pero siempre bajo su pauta.
El éxito de Podemos es el fracaso del
sistema y de todos los que minimizaron su irrupción. Muy en especial del
marianismo, que nunca ha detectado ni entendido el cambio de mentalidad
de la sociedad española. Que ha permitido –quizá creyendo que su apoyo
nunca pasaría de lo justo para debilitar al PSOE– el relato nihilista
del apocalipsis que presentaba a España como una nación hundida y a la
democracia como un modelo amortizado. También de los socialistas,
incapaces de levantar un proyecto de alternativa moderada. De las élites
que trataron de contrarrestar –demasiado tarde– el auge extremista con
el apresurado patrocinio de Ciudadanos. Y por supuesto es la
consecuencia del devastador impacto moral de la corrupción, que ha
acabado convertida por el discurso demagógico en la hoguera perfecta
para abrasar a un régimen colapsado.
Las huestes de Iglesias no necesitan
ganar esta vez para salir vencedoras en términos estratégicos. Porque su
objetivo del asalto al Estado quedará reforzado tanto si entran a
gobernar en coalición como si se enfrentan a un Gabinete frágil,
minoritario y breve. Su cohesión es consistente; su convicción,
iluminada, y sus adversarios, débiles. Ante un país moral e
intelectualmente desarmado han levantado una distopía embaucadora y
planteado una catarsis emocional que seduce con la mitología rupturista
de la destrucción. Y no encuentran a nadie que les oponga un proyecto de
esperanza sin conformismo. Podemos ganará más pronto que tarde porque
es el partido que mejor interpreta a esta España.
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