Los nuevos candidatos necesitan autenticidad y coherencia para lograr convencer a una ciudadanía que ya no cree en los políticos
No es ningún secreto que la ciudadanía mexicana está cansada de los políticos y, por ende, de su principal promotor y fuente de financiamiento: los partidos políticos. En una encuesta realizada a mediados de 2015 con cobertura nacional, quedó claramente manifiesta la siguiente tendencia: de más de 20 instituciones estudiadas (entre las que se incluían bancos, empresarios, la Iglesia, familiares y amigos, el ejército o los medios de comunicación), fueron los partidos políticos quienes registraron un menor índice de confianza entre los ciudadanos encuestados, con apenas 19% de aceptación.
No importa si son de derecha o de izquierda, viejos o nuevos; la falta de cumplimiento de las promesas de campaña, de claridad y coherencia en cuanto a ideologías, los escándalos mediáticos de líderes partidistas, cientos de casos de corrupción impunes, demagogia y populismo, declaraciones desafortunadas, el oportunismo y la falta de resultados benéficos a la sociedad en general son sólo algunas de las razones por las que muchos mexicanos desconfiamos de dichas instituciones.
Es necesario mencionar que éste no es un tema nuevo. Basta con recordar el antecedente inmediato y de mayor trascendencia para comprobarlo: Jorge Castañeda (exsecretario de Relaciones Exteriores) en la contienda por la presidencia de la República de 2006 no pudo participar por un fallo negativo por parte de la Suprema Corte de Justicia.
Con base en este y otros antecedentes y en una demanda general ciudadana, se aprobó la reforma electoral de 2012 con la que se abrió la posibilidad al ciudadano común de competir como candidato independiente. Sin embargo, no fue hasta el 2014 cuando se establecieron claramente los lineamientos y requisitos necesarios para su registro.
La Ley no se las pone fácil a aquellos candidatos que deseen ir por la vía libre, y para comprobarlo podemos ver las estadísticas de 2015: de los 511 aspirantes a candidatos independientes tan sólo 123 lograron su registro y solamente 6 pudieron ganar sus respectivas elecciones.
Aunque los números parecieran ser no muy alentadores, la realidad es que los candidatos independientes han marcado un boom en la historia política de nuestro país. Tal es el caso de Jaime Rodríguez “El Bronco”, en Nuevo León, y Pedro Kumamoto en Jalisco, quienes han sido dos figuras de gran impacto a partir del proceso electoral del año pasado.
Jaime Rodríguez “el Bronco” fue un suceso sin precedentes en la política mexicana. Contra todo pronóstico logró sortear las trabas para registrarse como independiente. Después, ayudado de una campaña memorable, de sombrero y botas, y utilizando palabras populacheras, logró canalizar el descontento ciudadano hacia los partidos y arrasar con la elección de uno de los estados más pujantes de la República Mexicana.
Para evaluar su desempeño como gobernante aún es muy pronto. Sin embargo, lo que sí podemos cuestionar es qué tan independiente es realmente el Bronco. Si consideramos que toda su carrera política previa a la elección de 2015, se desempeñó como miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Podría parecer que su renuncia al partido fue más bien una protesta por no haber sido nombrado candidato oficial, o una excelente movida política, aprovechando la situación de descontento ciudadano que hemos comentado antes.
¿Combatirán los candidatos independientes todo aquello que señalan en sus campañas y de lo que tantos mexicanos estamos hartos?Por otro lado, Pedro Kumamoto, el joven de antepasados japoneses y de apenas 26 años, es el segundo de los casos más conocidos en México. Como candidato independiente a una diputación local en el estado de Jalisco, logró una amplia victoria con un presupuesto sumamente limitado y obtuvo relevancia internacional por su exitosa campaña, basada principalmente en el uso de tecnologías como las redes sociales, con las que se logró una gran conexión con el electorado, específicamente con los jóvenes.
Si bien Kumamoto cuenta con un historial que no permite poner en duda su independencia partidista, los cuestionamientos podrían venir por su parte ideológica. Kumamoto pareciera el típico caso del joven bien intencionado y con ganas de cambiar las cosas, pero sin una ideología bien definida que permita dar claridad y coherencia a sus decisiones y acciones políticas.
Da la impresión de que la brújula de Kumamoto depende en su totalidad de a donde sople el viento de la opinión pública. En un barco donde el capitán no tiene claro el rumbo y escucha la opinión cambiante y contrapuesta de todos los marineros, las probabilidades de extraviarse o incluso de naufragar políticamente aumentan de manera exponencial.
Kumamoto corre el riesgo de convertirse en otro político con buenas intenciones, pero populista e ineficaz, de esos que acaban por ceder ante las presiones del sistema para convertirse en un tiburón más.
Después del boom y las reformas electorales que hemos comentado, el 2016 pinta para ser un año crucial para la figura del candidato independiente en nuestro país. Hasta ahora, son 11 los candidatos que han expresado abiertamente sus intenciones de ocupar gobernaciones estatales por la vía independiente.
El momento de los independientes no podría ser más crítico. Consolidar la idea de que son una opción innovadora, auténtica y fresca para la política mexicana dependerá de dos factores: del desempeño de los que ya ganaron y ahora tienen cargos públicos; y de la calidad y autenticidad de los nuevos contendientes.
De lo contrario, se corre el riesgo de alimentar la percepción de que únicamente son más de lo mismo, y que ser candidato independiente es una vía alterna para políticos frustrados y resentidos, en la que darán sus últimas “patadas de ahogado”, enfrentándose a sus examigos y excompañeros partidistas que no les quisieron dar el espaldarazo por la vía oficial.
A modo de conclusión, me parece que los dos principales factores de éxito para los nuevos candidatos independientes son claros: autenticidad y coherencia.
¿Podrán convencernos de que sus intenciones son legítimas y de qué realmente ellos tampoco creen en los partidos y por eso están buscando esta nueva vía? ¿Combatirán todo aquello que señalan en sus campañas y de lo que tantos mexicanos estamos hartos? ¿Podrán demostrar que no es una jugada oportunista y de conveniencia, tan solo para lograr el poder, y después olvidarse de la gente, como cualquier otro político?
Y una vez en el poder: ¿Realmente serán independientes? ¿No buscarán mantener acuerdos con los sindicatos y las organizaciones burocráticas/políticas de siempre? ¿Tendrán una ideología clara que dé rumbo a sus decisiones y administraciones en general?
Hay mucho más que tan solo sus carreras políticas en juego. En sus manos está no quemar anticipadamente una figura que debió surgir hace tiempo y que ahora tiene un gran potencial para renovar y dar nuevos bríos a una clase política desgastada, quebrantada y desprestigiada desde sus raíces más profundas.
Las candidaturas independientes pueden significar una nueva forma para que más jóvenes se atrevan a alzar la voz, a querer cambiar las cosas desde adentro y empoderar a la ciudadanía; a no tener que sacrificar sus valores e ideales por adquirir un poco de poder. Tienen el potencial para dar un giro importante a la forma en la que se han llevado los asuntos políticos en nuestro país a lo largo de la historia. ¡Qué gran responsabilidad tenemos!
Por el momento la pelota está en su lado de la cancha, pero que no se confíen porque ya nos tocará a nosotros, los ciudadanos, como individuos libres y conscientes evaluar sus propuestas y desempeños.
¡Enhorabuena por México!
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