Adolfo D. Lozano
Tras la elección de Trump –a expensas de la Convención Republicana en julio-, uno de los temas más debatidos es quién es ideológicamente –de verdad- Donald Trump, pues las etiquetas que se le han adjudicado son muchas. Y no todas compatibles. Si para gran parte del electorado Trump es más o menos un ultraconservador, para cientos de miles de republicanos (gran parte de los votantes de Ted Cruz, por ejemplo) Trump es un demócrata que ha usado la plataforma republicana para beneficio propio. Y todos dan sus argumentos en uno u otro sentido. Pero, obviamente, ambos lados no pueden estar en lo correcto a la vez. Y ese difícil encasillamiento ideológico de Trump parece ya, sin duda, que ha jugado más a favor que en contra de sus objetivos.
Entonces, ¿quién es Donald Trump? Tanto las críticas desde la ortodoxia republicana como de la demócrata tienen parte de razón, pero para intentar encuadrar ideológicamente mejor a Trump tendremos que buscar una etiqueta con la que encaje mejor y que pueda aunar sus posturas conservadoras con las progresistas. ¿En qué es progresista Trump? En cosas como la sanidad universal gubernamental y en posturas como el aborto. En economía ha dicho ya alguna vez que tiene ideas sobre el comercio internacional similares al casi comunista Bernie Sanders y ha mostrado su inclinación muy progresista a aumentar los salarios mínimos. Y cuando estalló el inane debate sobre las políticas de uso de los baños públicos-gubernamentales por parte de transexuales, su postura, de nuevo, rompía con la que expresaba la mayoría social conservadora.
Por esto y por otras cosas Trump no es desde luego un conservador, mucho menos un ultraconservador. Pero la dureza de sus ideas sobre inmigración hace tanto o más difícil encasillarle simplemente como un progresista. Tampoco sus planes de fiscalidad e impuestos, un tema siempre importante, son nada progresistas al menos en comparación con los demás candidatos. Aunque podría atreverme a decir que Trump tiene de hecho posiblemente más puntos en conexión con un programa demócrata que uno republicano, las matizaciones que hacer serían demasiadas.
Podríamos simplemente concluir que Trump representa al trumpismo, algo así como una personalista política no encasillable en ninguna ideología con antecedentes. Pero eso sería salirnos por la tangente. Probablemente la clave que nos dé más pistas, y he aquí mi argumento, está en sus ideas en política exterior. Y es que sus ideas al respecto chocan mucho, incluso demasiado, con el consenso neoconservador que republicanos y demócratas mantienen en política exterior prácticamente desde el período de entreguerras del siglo pasado. El discurso que Trump dio en abril sobre política exterior repitió manidamente un concepto: “América primero”.
Con una pequeña búsqueda en la historia de la política estadounidense, este concepto alude claramente a quizás el mayor grupo de presión contra la intervención de EEUU en la Segunda Guerra Mundial. En efecto, ese grupo se denominaba “America First Committe”. Su poco interés en alianzas internacionales y preocupación por la pérdida de soberanía le han llevado a mostrar desdén hacia la OTAN o tratados internacionales en que está EEUU. Aquel conjunto de ideas que resultaban difíciles de etiquetar adquieren una nueva luz y comprensión a la luz del paleoconservadurismo, una ideología con importante raigambre intelectual en EEUU y que comprime posiciones y políticas tan diversas como el no belicismo, anti-imperialismo (a ningún americano se le ha perdido nada en otros países), el fuerte control migratorio y de fronteras e ideas con tendencias populistas y proteccionistas en el comercio internacional.
Estas patas fundamentales del paleoconservadurismo desde luego encajan casi perfectas con la mayoría de posturas de Trump. Un político con fuertes tendencias aislacionistas, lo que le lleva a sus prejuicos en inmigración así como su rechazo a la visión internacionalista y militar de EEUU.
Si los neocons han hecho de Israel y su protección una prioridad en política exterior, éstos acusan a los paleocons de antisemitas por querer dinamitar esa protección militar por su visión de neutralidad internacional. Dado que Israel es un tema muy sensible en EEUU y que es transversal a los electorados demócrata y republicano, Trump ha intentado lidiar con él de la forma más pro-israelí que ha podido. Aun así, Trump no lo tiene nada fácil con el voto judío con una opinión bastante en contra (véase la prensa israelí) a su candidatura. No olvidemos que el republicano libertario Ron Paul, que siempre ha abogado por que EEUU no es el defensor de ningún país tercero incluido Israel, ha sido constantemente acusado de antisemitismo y probablemente tuvo un nulo resultado con el voto judío. Joseph Sobran, uno de los más reconocidos paleocons, fue expulsado de la revista conservadora National Review por el neocon Buckley por considerarle un antisemita al querer que el gobierno americano se desentendiese de los problemas de Israel. Con todo esto, puede entenderse por qué libertarios aislacionistas-antimilitaristas como Lew Rockwell apoyan a Trump.
Pat Buchanan, la figura política más destacada del paleoconservadurismo (en 1992 intentó logar la nominación republicana con sus ideas antimilitaristas), ya ha mostrado su profundo entusiasmo hacia Trump. En efecto, Buchanan quiere también ‘América primero’, y dejar de mandar soldados y aviones a un lado u otro del planeta. Algunos llegan a considerar a Trump la mayor victoria del movimiento paleoconservador desde que en 2000 Buchanan fracasara estrepitosamente con su Partido de la Reforma y el movimiento pareciera olvidado tras el 11-S y el resurgir imperialista con W Bush y Obama.
Por cierto, ¿alguien recuerda quién era ese hombre que intentó disputar a Buchanan en aquel año 2000 la nominación en aquel Partido de la Reforma? Era un hombre de negocios llamado Donald Trump. Sin embargo hay puntos importantes de separación ideológica entre Trump y Buchanan. Mientras el último es un ultraconservador en lo social, Donald Trump ha mostrado opiniones liberales (o progresistas, según como lo miremos) en temas de gays, aborto etc. En aquel año 2000 Trump aborrecía ya el ultraconservadurismo social de Buchanan. Es por lo que, a pesar de su apoyo, Buchanan no le concede entrar en el club (como si él fuera el que expide los carnets) de los paleocons.
El llamado Constitution Party, un muy pequeño partido muy focalizado en acabar con el militarismo y alianzas exteriores y la apertura de fronteras, es el que más se adscribe al paleoconservadurismo. Su candidato presidencial en 2012, el ex congresista Virgil Goode, mostró su apoyo a Trump como candidato.
Sin duda Trump no es un paleoconservador perfecto. Pero probablemente ninguna ideología como ésa puede explicar mejor el conjunto de ideas que muchos, por confusión y comodidad, han llamado trumpismo.
Entonces, ¿quién es Donald Trump? Tanto las críticas desde la ortodoxia republicana como de la demócrata tienen parte de razón, pero para intentar encuadrar ideológicamente mejor a Trump tendremos que buscar una etiqueta con la que encaje mejor y que pueda aunar sus posturas conservadoras con las progresistas. ¿En qué es progresista Trump? En cosas como la sanidad universal gubernamental y en posturas como el aborto. En economía ha dicho ya alguna vez que tiene ideas sobre el comercio internacional similares al casi comunista Bernie Sanders y ha mostrado su inclinación muy progresista a aumentar los salarios mínimos. Y cuando estalló el inane debate sobre las políticas de uso de los baños públicos-gubernamentales por parte de transexuales, su postura, de nuevo, rompía con la que expresaba la mayoría social conservadora.
Por esto y por otras cosas Trump no es desde luego un conservador, mucho menos un ultraconservador. Pero la dureza de sus ideas sobre inmigración hace tanto o más difícil encasillarle simplemente como un progresista. Tampoco sus planes de fiscalidad e impuestos, un tema siempre importante, son nada progresistas al menos en comparación con los demás candidatos. Aunque podría atreverme a decir que Trump tiene de hecho posiblemente más puntos en conexión con un programa demócrata que uno republicano, las matizaciones que hacer serían demasiadas.
Podríamos simplemente concluir que Trump representa al trumpismo, algo así como una personalista política no encasillable en ninguna ideología con antecedentes. Pero eso sería salirnos por la tangente. Probablemente la clave que nos dé más pistas, y he aquí mi argumento, está en sus ideas en política exterior. Y es que sus ideas al respecto chocan mucho, incluso demasiado, con el consenso neoconservador que republicanos y demócratas mantienen en política exterior prácticamente desde el período de entreguerras del siglo pasado. El discurso que Trump dio en abril sobre política exterior repitió manidamente un concepto: “América primero”.
Con una pequeña búsqueda en la historia de la política estadounidense, este concepto alude claramente a quizás el mayor grupo de presión contra la intervención de EEUU en la Segunda Guerra Mundial. En efecto, ese grupo se denominaba “America First Committe”. Su poco interés en alianzas internacionales y preocupación por la pérdida de soberanía le han llevado a mostrar desdén hacia la OTAN o tratados internacionales en que está EEUU. Aquel conjunto de ideas que resultaban difíciles de etiquetar adquieren una nueva luz y comprensión a la luz del paleoconservadurismo, una ideología con importante raigambre intelectual en EEUU y que comprime posiciones y políticas tan diversas como el no belicismo, anti-imperialismo (a ningún americano se le ha perdido nada en otros países), el fuerte control migratorio y de fronteras e ideas con tendencias populistas y proteccionistas en el comercio internacional.
Estas patas fundamentales del paleoconservadurismo desde luego encajan casi perfectas con la mayoría de posturas de Trump. Un político con fuertes tendencias aislacionistas, lo que le lleva a sus prejuicos en inmigración así como su rechazo a la visión internacionalista y militar de EEUU.
Si los neocons han hecho de Israel y su protección una prioridad en política exterior, éstos acusan a los paleocons de antisemitas por querer dinamitar esa protección militar por su visión de neutralidad internacional. Dado que Israel es un tema muy sensible en EEUU y que es transversal a los electorados demócrata y republicano, Trump ha intentado lidiar con él de la forma más pro-israelí que ha podido. Aun así, Trump no lo tiene nada fácil con el voto judío con una opinión bastante en contra (véase la prensa israelí) a su candidatura. No olvidemos que el republicano libertario Ron Paul, que siempre ha abogado por que EEUU no es el defensor de ningún país tercero incluido Israel, ha sido constantemente acusado de antisemitismo y probablemente tuvo un nulo resultado con el voto judío. Joseph Sobran, uno de los más reconocidos paleocons, fue expulsado de la revista conservadora National Review por el neocon Buckley por considerarle un antisemita al querer que el gobierno americano se desentendiese de los problemas de Israel. Con todo esto, puede entenderse por qué libertarios aislacionistas-antimilitaristas como Lew Rockwell apoyan a Trump.
Pat Buchanan, la figura política más destacada del paleoconservadurismo (en 1992 intentó logar la nominación republicana con sus ideas antimilitaristas), ya ha mostrado su profundo entusiasmo hacia Trump. En efecto, Buchanan quiere también ‘América primero’, y dejar de mandar soldados y aviones a un lado u otro del planeta. Algunos llegan a considerar a Trump la mayor victoria del movimiento paleoconservador desde que en 2000 Buchanan fracasara estrepitosamente con su Partido de la Reforma y el movimiento pareciera olvidado tras el 11-S y el resurgir imperialista con W Bush y Obama.
Por cierto, ¿alguien recuerda quién era ese hombre que intentó disputar a Buchanan en aquel año 2000 la nominación en aquel Partido de la Reforma? Era un hombre de negocios llamado Donald Trump. Sin embargo hay puntos importantes de separación ideológica entre Trump y Buchanan. Mientras el último es un ultraconservador en lo social, Donald Trump ha mostrado opiniones liberales (o progresistas, según como lo miremos) en temas de gays, aborto etc. En aquel año 2000 Trump aborrecía ya el ultraconservadurismo social de Buchanan. Es por lo que, a pesar de su apoyo, Buchanan no le concede entrar en el club (como si él fuera el que expide los carnets) de los paleocons.
El llamado Constitution Party, un muy pequeño partido muy focalizado en acabar con el militarismo y alianzas exteriores y la apertura de fronteras, es el que más se adscribe al paleoconservadurismo. Su candidato presidencial en 2012, el ex congresista Virgil Goode, mostró su apoyo a Trump como candidato.
Sin duda Trump no es un paleoconservador perfecto. Pero probablemente ninguna ideología como ésa puede explicar mejor el conjunto de ideas que muchos, por confusión y comodidad, han llamado trumpismo.
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