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Monday, August 1, 2016

Por qué llamaron tantas veces socialista a Milton Friedman

Por qué llamaron tantas veces socialista a Milton Friedman



Por Juan Ramón Rallo
Ideas - Libertad Digital, Madrid
(Publicado originalmente el 20/11/2007)
Acaba de cumplirse un año de la muerte de Milton Friedman, para muchos el liberal más importante del siglo XX. No voy a ser yo quien niegue que ayudó a promover la libertad en múltiples ámbitos, pero tampoco voy a ser quien oculte sus errores más flagrantes y perniciosos para el capitalismo. De hecho, reputados liberales no dudaron en calificarle de "socialista" por sus controvertidas opiniones.
Las mayores meteduras de pata de Friedman se produjeron en el ámbito monetario. No es casualidad, pues, que recibiera sus primeros reproches en esta materia. (En este punto, yo tampoco dudaría en tildarle de socialista). Como recoge en sus memorias, Two Lucky People, Friedman y su mujer acudieron una vez a un seminario sobre cuestiones monetarias organizado por Frank Knight y en el que también tomó parte Melchior Palyi, uno de los mayores genios en teoría monetaria que dio el siglo pasado. Cuando Friedman terminó de defender el dinero fiduciario y los tipos de cambio flexibles, Palyi, muy enojado, lo tachó de "comunista".
 
 
Y es que la propuesta de Friedman concedía a los Gobiernos la facultad para envilecer tanto como quisieran la moneda, al no estar ésta ligada a estándar de valor alguno. Debido a la contaminación friedmanita, se ha extendido la muy errónea idea de que los tipos de cambio flexibles son una medida más propia del libre mercado que los fijos, más parecidos a los intervencionistas controles de precios. Pero, como explica Richard Salsman, "eso es como afirmar que un sistema de pesos y medidas fijos (100 centímetros = 1 metro) es estatista y uno de pesos y medidas variables (ahora, 100 centímetros = 1 metro; dentro de un minuto, 100 centímetros = 2 metros), propio del libre mercado".
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los errores en teoría monetaria de Friedman no terminan aquí. A juicio de otro gran economista, Antal Fekete, Friedman fue, junto con Keynes, el mayor enemigo del patrón oro en el siglo XX. Keynes contribuyó a que Roosevelt expropiara, en 1933, el oro a los estadounidenses; Friedman, a que Nixon se lo quitara a los extranjeros en 1973, con el abandono de Bretton Woods.
 
En lugar de por el dinero respaldado, Friedman abogaba por un monopolio que emitiera papel incovertible a una tasa fija. Desde el abandono de Bretton Woods, que Friedman apoyó de manera entusiasta, el dólar ha perdido más del 95% de su valor con respecto al oro. El economista de Chicago es uno de los principales responsables del robo monumental que han padecido los acreedores estadounidenses en forma de inflación. Como denuncia Fekete: "Si la potestad para incrementar la oferta monetaria se delega a una agencia con pretensiones científicas, entonces esta agencia se convierte en un medio por el que obtener el poder absoluto. No importa cómo se mire, el poder para emitir moneda es un poder absoluto. Y el poder absoluto conduce a la corrupción absoluta".
 
Friedman abogó por ese poder absoluto. El desastre actual del dólar es un homenaje a sus ideas.
 
Política fiscal
 
También en política fiscal fueron nefastas las teorías de Friedman. En 1947, durante la primera reunión de la sociedad Mont Pèlerin, Friedman y el resto de los asistentes comenzaron a discutir sobre los métodos más eficientes para acometer una política redistributiva. Ludwig von Mises, que se contaba entre los asistentes, no pudo aguantar tamaña pérdida de tiempo antiliberal, por lo que se marchó indignado y dando un portazo, no sin antes exclamar: "¡Sois todos un puñado de socialistas!".
 
En sus memorias, Friedman cree que ninguno de los asistentes merecía tal calificativo. Pero lo cierto es que, repasando algunas de sus propuestas fiscales, cabe dudarlo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El economista de Chicago fue uno de los artífices de las restricciones fiscales aplicadas durante la II Guerra Mundial. Hasta ese momento, los estadounidenses pagaban íntegramente sus impuestos cada 15 de marzo. Tras la reforma de Friedman, el Estado podía ir extrayendo los tributos mensualmente de sus nóminas, con lo que se quedaban antes sin parte de su renta. (Esto impedía, entre otras cosas, invertir y rentabilizar el dinero extraído por el Estado).
 
Rothbard llegó a escribir que tal medida permitía al Gobierno "utilizar a cada empresario como un recudador de impuestos no retribuido, con lo que se extraen los tributos de manera silenciosa y casi imperceptible". "Hay que agradecer a Milton Friedman su contribución a la creación del Estado-Leviatán en los Estados Unidos", remachó.
 
Curiosamente, el propio Friedman suscribió esta contundente crítica de Rothbard:
Nunca se me ocurrió que estuviera ayudando a construir una maquinaria que haría viable un Gobierno como el que tantas veces he criticado: demasiado grande, demasiado intrusivo, demasiado destructivo de la libertad. Pero eso era precisamente lo que estaba haciendo.
Sigamos con sus errores en política fiscal. En su famoso Capitalismo y libertad defenderá la creación de un impuesto negativo que garantizase "un mínimo por debajo del cual no pueda caer la renta de nadie". En esta propuesta muchos ven uno de los primeros antecedentes de la renta vital que defienden hoy los socialistas y los comunistas de todo el mundo.
 
Por último, en su también célebre artículo "Roofs or Ceilings?" defendió que la "imposición masiva" era un arma adecuada para combatir la inflación. Hablamos de un robo por partida doble: primero mediante la inflación y luego mediante los impuestos. Como si al Estado le faltara munición ideológica...
 
Colectivismo e igualitarismo
 
"Roofs or Ceilings?", publicado por la Foundation for Economic Education (FEE), fue el detonante de unas agrias críticas de Ayn Rand. Si bien muchos consideran que este artículo, que Friedman escribió al alimón con George Stigler, es un alegato liberal, porque ataca los controles sobre los alquileres impuestos por las Administraciones de Roosevelt y Truman, Rand montó en cólera cuando lo leyó.
 
En una carta a Leonard Read, presidente de la FEE, Rand tachó el artículo de Friedman y Stigler de "propaganda colectivista" escrita por un "par de rojos" que abogaban por la "nacionalización de las viviendas privadas". De hecho, llegó a afirmar que la publicación del artículo por parte de la FEE "era la decisión más perniciosa contra la libertad que había tomado jamás una organización conservadora". "Los economistas critican los controles de precios por motivos prácticos y humanitarios, pero no por violar el derecho inalienable de los arrendadores y propietarios", añadía Rand.
 
Milton y Rose Friedman.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Lo cierto es que, al margen de que "Roofs or Ceilings?" sólo utilizara argumentos utilitaristas, el modo de presentar el problema estaba plagado de colectivismo e igualitarismo. Por ejemplo, el problema económico se planteaba sobre "cómo dividir o racionar una cantidad fija de viviendas entre la gente que las quiere". Friedman abogaba por eliminar los controles de precios porque no promovían la construcción de nuevas viviendas; pero como sin ellos los ricos tendrían un acceso más sencillo a la vivienda, añadía: "Para aquellos, como nosotros, que querríamos una mayor igualdad a la actual, no sólo en la vivienda sino en todos los productos, creemos mejor atacar directamente en su origen las desigualdades en la renta y la riqueza". De hecho, en las conclusiones dejaba claro que su objetivo no era respetar la propiedad privada, sino "la distribución más equitativa posible de las existencias actuales de viviendas y establecer los mejores estímulos a la construcción".
 
A la luz de estas manifestaciones, una de las más famosas frases del propio Friedman adquiere un nuevo significado: "Aquellas sociedades que antepongan la igualdad a la libertad terminarán sin libertad y sin igualdad". Al parecer, la libertad sólo debe ser respetada porque es el único camino hacia la igualdad.
 
A partir de este momento, Ayn Rand desarrolló un especial y en parte injustificado odio hacia las ideas de Friedman. Por ejemplo, cuando le preguntaron si había visto los documentales de Libertad de elegir, contestó sarcásticamente:
Los he visto sólo cinco minutos. Es suficiente para mí, porque ya conozco las ideas de Friedman. No está a favor del capitalismo; es un ecléctico miserable. Es contrario al objetivismo, y me critica porque intento introducir la moral en la economía, que según su opinión debería ser amoral. No me gusta siempre lo que pone la televisión pública, pero hay mejores programas que el de Friedman: por ejemplo, el circo.
Conclusión
 
Unas semanas antes de muriera Friedman, Edward Stringham le preguntó quiénes eran, aparte de él, los economistas que más habían ayudado a promover la libertad en el siglo XX. Su respuesta fue: "Hayek, Mises, David Friedman y Stigler, por este orden".
 
Ya hemos visto que Mises tachó a Friedman de socialista durante una reunión de la Mont Pèlerin. Hayek, por su parte, escribió en su autobiografía que The Methodology of Positive Economics, de Friedman, era "tan peligroso como la Teoría General" de Keynes. En cuanto a David Friedman, no ha dudado en definir a su padre como "bastante socialista". Así pues, tres de los cuatro economistas más liberales según Friedam consideraban socialistas algunas de las contribuciones de éste.
 
Es por ello que la biografía intelectual de Milton Friedman debe ser examinada cuidadosamente. Buena parte de los mayores atentados contra la libertad –la inflación, la hipertrofia del Estado y el igualitarismo– proceden (quizá muy a su pesar) directamente de sus ideas y teorías. Y es que, como bien escribió él mismo en Libertad de elegir, "el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones".

Por qué llamaron tantas veces socialista a Milton Friedman

Por qué llamaron tantas veces socialista a Milton Friedman



Por Juan Ramón Rallo
Ideas - Libertad Digital, Madrid
(Publicado originalmente el 20/11/2007)
Acaba de cumplirse un año de la muerte de Milton Friedman, para muchos el liberal más importante del siglo XX. No voy a ser yo quien niegue que ayudó a promover la libertad en múltiples ámbitos, pero tampoco voy a ser quien oculte sus errores más flagrantes y perniciosos para el capitalismo. De hecho, reputados liberales no dudaron en calificarle de "socialista" por sus controvertidas opiniones.
Las mayores meteduras de pata de Friedman se produjeron en el ámbito monetario. No es casualidad, pues, que recibiera sus primeros reproches en esta materia. (En este punto, yo tampoco dudaría en tildarle de socialista). Como recoge en sus memorias, Two Lucky People, Friedman y su mujer acudieron una vez a un seminario sobre cuestiones monetarias organizado por Frank Knight y en el que también tomó parte Melchior Palyi, uno de los mayores genios en teoría monetaria que dio el siglo pasado. Cuando Friedman terminó de defender el dinero fiduciario y los tipos de cambio flexibles, Palyi, muy enojado, lo tachó de "comunista".
 

Tuesday, July 26, 2016

Liberal y socialista, ¿se parecen?

Alfredo Bullard describe la paradoja del socialismo: pretende solucionar un problema mediante el mecanismo que lo crea o profundiza.
Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
Ambos parecen tener discursos parecidos. Hablan de la preocupación de que ciertos grupos pueden concentrar poder y obtener privilegios. Para los dos existe una forma de acumulación de riqueza no legítima.
Allí acaba la coincidencia y comienza la paradoja socialista. Para los liberales es la libertad la que permite combatir la acumulación ilegitima. Esa libertad se expresa en la competencia que no es otra cosa que la desconcentración de poder. Debe liberarse la entrada de agentes al mercado y darle el poder a los consumidores de elegir. Las utilidades deben obtenerse en el mercado, de las decisiones de los consumidores, y no en los pasillos de los ministerios. Así se evita la concentración.



Y se debe reconocer a cada individuo derechos individuales que los protejan de los intentos de expropiar su libertad: la vida, la integridad, las libertades de expresión y de contratar, la propiedad, el elegir con quién casarte.
Para ello el liberal quiere un Estado limitado. Porque en la experiencia es el Estado el que más favorece la concentración de poder.
La paradoja socialista aparece cuando plantean una solución al problema que conduce exactamente a caer en el problema. Mientras los liberales plantean reducir al Estado para liberar a los individuos, los socialistas plantean reforzar al Estado para conseguir lo mismo. Pero olvidan que al hacerlo crean precisamente el mecanismo a través del cual se distribuyen los privilegios que crean la concentración ilegítima del poder y de la riqueza.
Dicha posición tiene dos serias contradicciones: primero, pretende combatir la concentración de poder concentrando el poder; segundo, pretenden liberar al individuo quitándole libertad.
Como bien dice Carlos Rodríguez Braun, a través del Estado, la riqueza no se redistribuye de ricos a pobres, sino de grupos desorganizados a grupos organizados.
Los grupos organizados (los gremios, los sindicatos, ciertas empresas, los partidarios del gobierno) desarrollan capacidad de influencia sobre las decisiones políticas y generan la capacidad de desviar los recursos existentes para su privilegio con regulaciones, impuestos, prohibiciones, corrupción, etc. Por ejemplo, al prohibir las importaciones para proteger “la industria nacional (organizada)” permite acumular riqueza que sale de los bolsillos de los consumidores que no pueden organizarse de la misma manera.
Es el legado de la paradoja socialista. Se llama mercantilismo y que, con mucha ligereza, suele confundirse con el liberalismo, a pesar de ser su antónimo. Las reacciones de muchos socialistas a mi artículo de la semana pasada (“¿Qué es un socialista?”) es un claro ejemplo. La críticas al artículo muestran la confusión socialista de no distinguir un liberal de un mercantilista y de no advertir que un mercantilista está más cerca al socialismo.
Y es que atrapados en sus prejuicios crean coloridas piñatas de liberales (a las que denominan “neoliberales”) para pegarles con palos tan vacíos como sus ideas.
¿Cómo crean sus piñatas? Toman características de diversos grupos y las mezclan para crear un falso liberal. Construyen muñecos con atributos que pertenecen a los rivales del liberalismo. El “neoliberal” es un mamarracho impostado, creado al combinar un poco de conservadurismo, otro poco de mercantilismo, mucho de utilitarismo, algo de autoritarismo (los llaman “fachos”) y una dosis de intolerancia. Luego, para posicionar su idea, acuñan frases como “no hay que confundir libertad con libertinaje”, “tiene posiciones pro empresa”, “son anticonsumidores” o “defienden la libertad para proteger el estatus de los ricos y los poderosos”.
Lo que los socialistas pierden de vista es que al crear esa piñata están mirando su imagen reflejada en un espejo de feria, lo que no les permite advertir que lo que critican es lo que ellos mismos quieren crear.
Y es que tienen (a veces) buenas intenciones. Pero las ejecutan tan mal que terminan creando el monstruo que dicen querer combatir.
Los liberales (los verdaderos) combaten el mercantilismo no solo en la intención, sino en los hechos. Creen en una libertad responsable, donde la libertad se ejerce asumiendo las consecuencias de nuestros actos y no diluyéndola en un difuso colectivo al que califican como “social”.
¿Por qué temen tanto a los liberales? Como bien decía Bernard Shaw: “La libertad supone responsabilidad. Por eso la mayor parte de los hombres le teme tanto”.

Liberal y socialista, ¿se parecen?

Alfredo Bullard describe la paradoja del socialismo: pretende solucionar un problema mediante el mecanismo que lo crea o profundiza.
Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
Ambos parecen tener discursos parecidos. Hablan de la preocupación de que ciertos grupos pueden concentrar poder y obtener privilegios. Para los dos existe una forma de acumulación de riqueza no legítima.
Allí acaba la coincidencia y comienza la paradoja socialista. Para los liberales es la libertad la que permite combatir la acumulación ilegitima. Esa libertad se expresa en la competencia que no es otra cosa que la desconcentración de poder. Debe liberarse la entrada de agentes al mercado y darle el poder a los consumidores de elegir. Las utilidades deben obtenerse en el mercado, de las decisiones de los consumidores, y no en los pasillos de los ministerios. Así se evita la concentración.


Thursday, June 30, 2016

Primer genocidio socialista del siglo XX: advertencia para Venezuela

El Gobierno soviético creó así la hambruna que mató millones y en la que los ucranianos debieron comer perros, gatos, ratas, e incluso cadáveres humano

(Litci)
Como todos los crímenes del régimen soviético, objetivo y método fueron establecidos y ejecutados primero por Lenin, quien ya en 1918 ordenaba matar. (Litci)
Por Guillermo Rodríguez G.
Descubrir la historia criminal del Socialismo es revelador para quienes no conocen la naturaleza de lo que pretende someterlos. Esta semana lo conversé con algunos jóvenes venezolanos que leen por primera vez a Solzhenitsyn, y a esa luz les sorprende que no esté todavía peor su Venezuela.
Mientras el continente mira esperanzado el acuerdo de paz entre el Gobierno y una parte de las narco financiadas guerrillas colombianas, algunos venezolanos descubren que lo peor no es lo que el secretario Almagro –socialista de vieja data desmarcándose del chavismo cuya debacle continental espera– describió en la OEA sobre la Venezuela cuya canciller presumió del “Estado de Derecho” con un Poder Judicial al servicio del Ejecutivo bloqueando un Legislativo de mayoría opositora.



Pudiera llegar a ser peor la escasez de alimentos y medicinas que sufre nuestra empobrecida población, mucho peor con un aparato productivo destruido y el final del reparto populista resultante de la caída del precio del crudo, e incluso la violencia criminal de récord continental puede empeorar, que todo en el socialismo puede ser peor, mucho peor, es lo que Archipiélago Gulag les reveló a mis jóvenes amigos.
El socialismo agravará lo que ya sufrimos en Venezuela, como explica Solzhenitsyn del que la relativa prosperidad en las ciudades soviéticas de 1936 salió del expolio del trigo que dejaba sin pan a las aldeas, me dice un joven venezolano que comprendió lo superficial de las recientes purgas del propio chavismo al descubrir que Vlasov pagó con su vida el burlar el espíritu, no la letra, de las normas redactadas para que los campesinos no comieran pan, creando hornos comunitarios en casas “abandonadas” de los kulaks.
¿Quiénes fueron los kulaks que menciona ahí Solzhenitsyn? Inquieren quienes soportan horas de espera en la fila del racionamiento y saben que toda la cadena de distribución –gubernamental y privada– de alimentos en Venezuela la controla un Gobierno que, de no ser por el mercado negro, decidiría quién come y quién no.
La historia de los genocidios socialistas del siglo XX comenzó al inicio del poder soviético, con el extermino de pequeños propietarios agrícolas denominados kulaks.
Como todos los crímenes del régimen soviético, objetivo y método fueron establecidos y ejecutados primero por Lenin, quien ya en 1918 ordenaba: “Es preciso dar un escarmiento. 1. Colgar, y digo colgar de manera que la gente lo vea, al menos 100 kulaks, ricos, y chupasangres conocidos. 2. Publicar sus nombres. 3. -Apoderarse de su grano. 4. Identificar a los rehenes como hemos indicado en nuestro telegrama de ayer. Haced esto de manera que en centenares de leguas a la redonda la gente vea, sepa comprenda y tiemble. Decidles que sedientos de sangre matamos y continuaremos matando a los kulaks. Telegrafiad que habéis recibido y ejecutado esas instrucciones. Vuestro, Lenin” (Orden de Lenin, telegrafiada el 10 de agosto de 1918).
Tras la muerte de Lenin, Stalin asciende cuando casi no quedan kulaks sobrevivientes en Rusia, pero llevaría a otra escala el exterminio en Ucrania, dónde en 1929 declaró a los kulaks enemigos del pueblo para requisar todas las tierras y el ganado privados afectando cerca del 80% de la población.
En la campaña de colectivización del campo ucraniano cerca de 10 millones de personas fueron enviadas al gulag siberiano en trenes de mercancías en que un tercio morían sin llegar a los campos de concentración. Los kulaks ucranianos se rebelaron retomando sus propiedades y ajusticiando jefes soviéticos locales, pero el ejército rojo ahogó en sangre la rebelión, mientras la policía política aplicaba un terror como el ordenado por Lenin.
En 1932, con la mayoría de las explotaciones ucranianas forzosamente colectivizadas, Stalin llevo a sus últimas consecuencias una de las ordenes de Lenin contra los kulaks: “Apoderarse de su grano”, con el aumento desmedido de cuotas a entregar por las granjas colectivas de Ucrania.
En medio de la severa escasez de comida en Ucrania, la cosecha de trigo de 1933 se exportó a bajos precios. Eventualmente la policía política inició inspecciones aleatorias de las pertenencias personales, quienes fueran sorprendidos con cualquier cantidad de comida serían declarados ladrones de comida del Estado y sufrirían aleatoriamente de diez años en el gulag al ajusticiamiento inmediato.
El Gobierno soviético creó así la hambruna que mató millones y en la que los ucranianos debieron comer perros, gatos, ratas, e incluso cadáveres humanos. El extermino por hambre logró hacia 1934 la muerte de unas 25 mil personas diarias en Ucrania, exterminando entre cinco y ocho millones de Ucranianos al tiempo que el socialismo demócrata occidental inició su sistemática negación, ocultamiento y subestimación de los crímenes soviéticos –de los que estuvieron al tanto durante las siete décadas de existencia de la URSS– y la colaboración activa de sus gobiernos con el poder soviético al alcanzar el poder en Washington el socialista moderado Franklin D. Roosevelt, quien reconoció formalmente al Gobierno de Stalin en 1933, asegurando la incorporación de la Unión Soviética en la Sociedad de Naciones en 1934.
Que el socialismo más que un error intelectual, es un dogma maligno capaz de adelantar los peores crímenes declarándose la bondad absoluta por la falacia de la redención colectiva, asombra a quién lo descubre. Cómo lograr que el resto también lo descubra bajo las infinitas capas de propaganda y falsedad es lo que intentará  responder desde ese camino de Damasco hasta el fin de sus días.
Guillermo Rodríguez G. es investigador del Centro de Economía Política Juan de Mariana y profesor de Economía Política del Instituto Universitario de Profesiones Gerenciales IUPG, de Caracas, Venezuela.

Primer genocidio socialista del siglo XX: advertencia para Venezuela

El Gobierno soviético creó así la hambruna que mató millones y en la que los ucranianos debieron comer perros, gatos, ratas, e incluso cadáveres humano

(Litci)
Como todos los crímenes del régimen soviético, objetivo y método fueron establecidos y ejecutados primero por Lenin, quien ya en 1918 ordenaba matar. (Litci)
Por Guillermo Rodríguez G.
Descubrir la historia criminal del Socialismo es revelador para quienes no conocen la naturaleza de lo que pretende someterlos. Esta semana lo conversé con algunos jóvenes venezolanos que leen por primera vez a Solzhenitsyn, y a esa luz les sorprende que no esté todavía peor su Venezuela.
Mientras el continente mira esperanzado el acuerdo de paz entre el Gobierno y una parte de las narco financiadas guerrillas colombianas, algunos venezolanos descubren que lo peor no es lo que el secretario Almagro –socialista de vieja data desmarcándose del chavismo cuya debacle continental espera– describió en la OEA sobre la Venezuela cuya canciller presumió del “Estado de Derecho” con un Poder Judicial al servicio del Ejecutivo bloqueando un Legislativo de mayoría opositora.


Monday, June 20, 2016

Podemos compra el modelo argentino

Los defaults no salen gratis. Su consecuencia más inmediata -incluso en aquellas suspensiones de pagos beatíficamente calificadas de "renegociación de la deuda odiosa"- es que los extranjeros dejan de prestarnos su capital. Y esto, en un país que no tiene instalada una imprenta de billetes en el cuarto de baño de la residencia presidencial, supone ciertamente un problema: toda la financiación del déficit público debe efectuarse o con impopulares subidas de impuestos o con cargo al ahorro interno.
En este sentido, la economía española constituye una combinación terrorífica de todos los factores que impiden un default suave: es una economía con un gigantesco déficit público, con un elevadísimo endeudamiento privado -que absorbe todo el ahorro interno-, con una tendencia crónica a la generación de déficits exteriores, con una carga fiscal monstruosa para el sector productivo del país y sin una divisa propia que el Gobierno pueda inflar a placer.



Por eso, esencialmente, las cuentas de Podemos no cuadraban: uno no puede reclamar simultáneamente más déficit público, más gasto público y más impago de la deuda. Y no puede no por un elemental sentido de la honestidad -"Te voy a impagar lo que te debo pero te voy a seguir pidiendo prestado dinero para, en el futuro, volver a impagártelo"-, sino porque simplemente no hay manera de financiarlo.
Acaso los cuadros del partido consigan engañar a la catequizada parroquia electoral apelando a esa infinita bolsa de oro de Leprechaun en que algunos han convertido al fraude fiscal, pero, dejando de lado las inverosímiles cifras que a este respecto se manejan, esos mismos cuadros supongo que serán conscientes de que, en realidad, no hay forma de financiar su programa. O, al menos, no la había hasta que han comenzado a desgranarnos los detalles del apéndice técnico no adjuntado a ese programa.
Así, resulta que Podemos impulsará la creación de un euro de segunda división para el sur de Europa. La peseta-lira-dracma: algo así como "una divisa común para gobiernos deseosos de sangrar a su población con inflación". No es de extrañar: si Podemos impaga parte de la deuda pública y se niega a recortar el gasto (al contrario, desea multiplicarlo), el déficit del Estado se irá muy por encima del 10% del PIB. ¿Cómo sufragar tamaño dispendio sin poder emitir deuda y sin subir los impuestos? Pues evidentemente imprimiendo moneda y generando una monumental inflación.
La inflación, ciertamente, también es un impuesto que redistribuye la renta desde los ciudadanos al Estado, pero es un impuesto cuya vinculación con las élites políticas pasa más inadvertida para el común de los mortales: resulta mucho más fácil identificar a Montoro con la autoría del sablazo que supone el IRPF o el IVA que con un IPC que sube cada año un 5, un 10 o un 20%. A la postre, los impuestos los sube el Gobierno, pero los precios son cosa de "los empresarios ladrones" que quieren tumbar al victimizado Ejecutivo.








Más allá de la retórica populista, la inflación sí es un impuesto, y un impuesto que, para más inri, pagan los ciudadanos con menor cultura financiera. Los ricos lo tendrían relativamente sencillo para protegerse de una alta inflación de la peseta-lira-dracma: sólo deberían invertir su capital en renta variable nacional o, todavía mejor, en renta variable extranjera. Los ciudadanos cuyo único activo financiero es su depósito bancario, en cambio, lo tienen mucho más crudo: ellos sí son expropiados inmisericordemente por un Gobierno manirroto que necesita financiar su hipertrofia sin capacidad de emitir deuda. No olvidemos los grandes éxitos inflacionistas de la peseta: entre enero de 1961 y diciembre de 1998, la inflación acumulada fue del 2.380%, lo que significa que un millón de pesetas de 1961 quedó reducido a unas 42.000 pesetas de 1998: ese fue el robo inflacionista que practicaron sobre los depositantes los distintos Gobiernos de la época.
Ahora, al parecer, se trata de repetir éxitos pasados. Los mismos que se rasgan las vestiduras cuando oyen hablar de recortes en los salarios nominales abrazan entusiasmados un proyecto inflacionista para rebajarlos agresivamente en términos reales: default, salida del euro depreciación y alta inflación. Como la senda que ha seguido Argentina desde 2001, con tan desestabilizadores resultados: impago de la deuda en 2001, abandono de la paridad dólar-peso, depreciación de la moneda local (hasta 1 dólar = 8 pesos) y devastadora inflación oficial del 250% (si bien Venezuela se lleva la palma, con una inflación del 1.300%).
La receta precisa para que la inversión salga en desbandada del país, para que se cortocircuite la financiación internacional, para que el Estado controle más recursos dentro de la economía a través del atraco inflacionista y para, en última instancia, seguir siendo una economía de bajos salarios, cerrada hacia el exterior, con incapacidad para atraer y retener talento, con una clase media devorada por la fiscalidad y con una tendencia irresistible hacia el impago y la depreciación secular. No sé ustedes, pero yo preferiría parecerme antes a Suiza, Australia, Nueva Zelanda o Canadá (incluso a Alemania, Dinamarca o Suecia) que a Argentina o Venezuela. Estado moderado con baja inflación y estabilidad cambiaria versus Estado ultraintervencionista con saqueo inflacionista y extrema volatilidad cambiaria. Supongo que Podemos (e Izquierda Unida) prefiere mirarse en el modelo de Argentina y Venezuela.
- Seguir leyendo: http://www.libremercado.com/2014-08-04/juan-ramon-rallo-podemos-compra-el-modelo-argentino-73116/

Podemos compra el modelo argentino

Los defaults no salen gratis. Su consecuencia más inmediata -incluso en aquellas suspensiones de pagos beatíficamente calificadas de "renegociación de la deuda odiosa"- es que los extranjeros dejan de prestarnos su capital. Y esto, en un país que no tiene instalada una imprenta de billetes en el cuarto de baño de la residencia presidencial, supone ciertamente un problema: toda la financiación del déficit público debe efectuarse o con impopulares subidas de impuestos o con cargo al ahorro interno.
En este sentido, la economía española constituye una combinación terrorífica de todos los factores que impiden un default suave: es una economía con un gigantesco déficit público, con un elevadísimo endeudamiento privado -que absorbe todo el ahorro interno-, con una tendencia crónica a la generación de déficits exteriores, con una carga fiscal monstruosa para el sector productivo del país y sin una divisa propia que el Gobierno pueda inflar a placer.


El colapso del Estado del Bienestar socialista




James M. Roberts y Dr. J. D. Foster 

El Estado del Bienestar socialista (o "socialdemócrata") de Europa colapsa bajo el peso de una deuda insostenible. No hay posibilidad alguna de que los políticos europeos cumplan jamás muchos de los costosos derechos a beneficios que han prometido a sus ciudadanos.
El problema fundamental en la Unión Europea (UE) es el fracaso de su política monetaria. Ello, en conjunción con los debilitadores efectos de un Estado de Bienestar social, ha desembocado en un colapso económico generalizado entre los Estados de menor influencia –especialmente en Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (los países PIIGS), pero también en algunos de los más recientes miembros de la UE– y amenaza con arrastrar a los estados más importantes.



Durante años, este hundimiento entre los Estados menos relevantes se enmascaraba con acumulación de deuda: los países pedían prestado (a unos tipos de interés con descuento de facto) para superar su incapacidad de generar ingresos suficientes mediante la producción y la venta de bienes y servicios. La carencia de crecimiento real y de perspectivas de crecimiento, en combinación con una deuda en expansión, condujo a una crisis de solvencia a largo plazo que se ha manifestado recientemente como una serie de crisis de liquidez.
La situación monetaria y fiscal en la Unión Europea es cada vez más inmanejable debido a que la carga de la deuda aumenta y las perspectivas de crecimiento disminuyen aún más. Parafraseando un viejo dicho: "Se puede engañar a algunos mercados crediticios todo el tiempo y a todos los mercados por algún tiempo, pero no se puede engañar a todos los mercados crediticios indefinidamente".
La idea de una "eurozona" estaba mal concebida desde el principio. Cada vez más se reconoce que la falta de control de Bruselas sobre el gasto social, especialmente en los países PIIGS, condenaba al fracaso a toda la zona desde el arranque. Los acuerdos (como el Tratado de Maastricht) fueron repetidamente violados, incluso por los países más grandes de la UE.
Pero la creciente brecha de competitividad entre miembros de la UE era mucho más importante. Algunos, como Alemania, tendieron a la adopción de políticas como las reformas del mercado laboral que se apoyaban sobre sus idiosincráticos puntos fuertes económicos. Los fuertes se hicieron más fuertes, mientras que otros, como Italia y Grecia, se congelaron o incluso retrocedieron en el ámbito de las políticas que habían mantenido su competitividad internacional. El enfoque actual, consistente en dar un golpe de timón aplicando dolorosas políticas que podrían hacer a estos países competitivos simplemente llega mal y tarde.
Y ahora, la inestabilidad se está contagiando rápidamente a los pilares de Europa: primero a España, luego a Italia y ahora aparentemente a Francia. Los países europeos del sur siguieron endeudándose en euros a bajos tipos de interés (inflando simultáneamente las burbujas de la vivienda en esos países) hasta que, en palabras de Margaret Thatcher, a los Gobiernos socialistas "se les acabó el dinero de los demás". Como resultado, algunos de los mayores bancos privados de Europa tienen cantidades tóxicas de deuda soberana de los PIIGS y se ven amenazados con la extinción a través de quiebras en serie, por lo que se les considera como "demasiado grandes para caer". Hay, de hecho, una creciente preocupación por la solvencia del banco francés Société Générale debido a esta crisis y es probable que varios bancos europeos importantes tengan problemas si la situación no se resuelve.
Durante décadas, uno de los más trágicos precios a pagar en el Estado del Bienestar europeo ha sido el desempleo estructural de Europa, especialmente entre los jóvenes, en combinación con pagos de asistencia social que convirtieron el desempleo en un estatus aceptable –incluso deseable– mientras que se privaba de dignidad y sentido de la responsabilidad a los afectados. Los recientes disturbios en el Reino Unido son una ominosa reflexión sobre este fracaso.
Una de las preguntas claves es: ¿Cuánto tiempo más estarán dispuestos los trabajadores y contribuyentes de Alemania y otros países más fiscalmente prudentes del norte de Europa a trabajar hasta cerca de los 70 años para subsidiar (a través de rescates de la eurozona y quiebras ordenadas) a sus vecinos del sur de Europa para que estos sí se puedan jubilar antes de los 60 años con generosas pensiones financiadas por el gobierno y vayan a la playa?
La respuesta de las élites europeas, hasta la fecha, ha sido tratar de confrontar la crisis de solvencia a través de políticas fiscales y la crisis de liquidez mediante más endeudamiento, ignorando los fracasos de la política monetaria de la UE, ya que no tienen una solución políticamente aceptable. Es obvio a dónde va a conducir todo esto, como ya concluyó un análisis de la Fundación Heritage.
Quizá, en vez de estas medidas hasta ahora tomadas, algunos de los países PIIGS decidirán salirse del euro. ¿O quizá los países del Norte dejen el euro (y las deudas soberanas de los PIIGS, denominadas en euros) y resuciten el marco alemán? Parece inevitable que se tome alguno de estos caminos.
El Estado del Bienestar europeo ha contribuido muchísimo a esta situación disminuyendo la competitividad de Europa respecto al resto del mundo y es por lo que el Reino Unido, aunque no sujeto al fracaso de política monetaria, no puede escapar completamente de las consecuencias sobre el crecimiento. Mientras tanto, las fortalezas propias de Alemania le han permitido tomar ventaja sobre sus socios comerciales ligados al euro.
Para que no quede ninguna duda, el fracaso de la política monetaria subyacente es el propio euro. Está ahora meridianamente claro que esta política estaba condenada al fracaso, no solo porque Europa no pudo armonizar la moneda con otras políticas, sino porque la unión monetaria entre Estados de fuerte y débil crecimiento solo puede acabar con una trágica desintegración monetaria. La esperanza de que ayudaría a que los países de bajo crecimiento alcanzasen a los demás era solo castillos en el aire.
¿Tendrán éxito las élites de Europa en su intento de salvar la eurozona una vez más, quizás creando un ministerio central de Economía de la Unión Europea que sea el único con poder para emitir nueva deuda para los países de la UE? Esto garantizaría que los PIIGS pagaran tipos de interés más bajos que los que su historial crediticio exigiría, mientras que el norte paga más.
El presidente francés Nicolas Sarkozy parece apuntar a "hacer uso de la crisis griega para dar un salto espectacular en la gobernanza de la eurozona". El reciente pronunciamiento de Berlín y París de que el nuevo eurobono ha muerto antes de nacer, sin embargo, nos sugiere que la paciencia de Alemania está a punto de acabarse; aparentemente, ese gran salto va a tener que ser en una dirección distinta.
Para Estados Unidos, Europa es la perfecta demostración: una advertencia de lo que ocurre cuando se permite que el Estado actúe sin control, con la pérdida de libertad y déficits fiscales como consecuencia. Afortunadamente, aunque Estados Unidos solo tiene una moneda, alcanzó hace mucho tiempo ya las condiciones necesarias para una solución satisfactoria.
Es casi seguro que esta crisis resultará en algo nuevo en la actual Europa. La aparición, tanto colectiva como individualmente, de sociedades europeas más fuertes, con regímenes financieros y monetarios duraderos estaría ciertamente en el interés de Estados Unidos y del resto del mundo.
Como informa Ambrose Evans-Pritchard desde el periódico británico The Telegraph, el probable resultado a corto plazo lo describe Daniel Gross, del Centre for European Policy Studies: "Alemania y los otros estados con calificación AAA deben ponerse de acuerdo en algún tipo de régimen de deuda pública, el eurobono. De otro modo, el euro implosionará". No obstante, como ya se mencionó anteriormente, Francia, y sobre todo Alemania, se han opuesto vigorosamente al eurobono y por muy buenas razones. Asumiendo que la valoración de Gross esté en lo cierto, y es muy probable que así sea, el futuro del euro es en realidad sombrío.
Mientras tanto, debe reducirse el gasto del Gobierno de Estados Unidos, actualmente camino de consumir un tercio de la economía para cuando los recién nacidos de hoy se gradúen en la universidad. Se deben contener y reformar los derechos sociales y el gasto discrecional no de defensa debe retroceder a sus niveles de 2008.
Para reducir el gasto federal e impedir el colapso económico, los políticos de Estados Unidos deberían seguir el plan de la Fundación Heritage detallado en Para Salvar el Sueño Americano.
- Seguir leyendo: http://www.libremercado.com/2011-08-28/fundacion-heritage-el-colapso-del-estado-del-bienestar-socialista-60803/

El colapso del Estado del Bienestar socialista




James M. Roberts y Dr. J. D. Foster 

El Estado del Bienestar socialista (o "socialdemócrata") de Europa colapsa bajo el peso de una deuda insostenible. No hay posibilidad alguna de que los políticos europeos cumplan jamás muchos de los costosos derechos a beneficios que han prometido a sus ciudadanos.
El problema fundamental en la Unión Europea (UE) es el fracaso de su política monetaria. Ello, en conjunción con los debilitadores efectos de un Estado de Bienestar social, ha desembocado en un colapso económico generalizado entre los Estados de menor influencia –especialmente en Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (los países PIIGS), pero también en algunos de los más recientes miembros de la UE– y amenaza con arrastrar a los estados más importantes.