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Thursday, August 18, 2016

El fascismo es un sistema político y económico actual

[Fascism vs. Capitalism • Llewellyn H. Rockwell, Jr. • Auburn, Ala.: Mises Institute, 2013 • 170 páginas]

Lew Rockwell nos ofrece en Fascism vs. Capitalism un diagnóstico provocativo y perspicaz de las dolencias políticas y económicas de nuestro tiempo. La situación que afrontamos, dice, es preocupante, pero, por suerte, no nos deja sin remedios. Po el contrario, la sabiduría de Mises, Rothbard y sus colegas de la Escuela Austriaca ofrece los medios para rescatarnos y el inspirador liderazgo de Ron Paul nos muestra la vía para poner en práctica sus ideas.
Como sugiere el título del libro, Rockwell encuentra que el “fascismo” es el concepto clave necesario para analizar la época moderna estadounidense. Se apresura a desviar una objeción:
“Fascismo” se ha convertido en un término de desprecio y reproche general. Se lanza esporádicamente en la dirección de algo que resulta desagradar a un crítico. (…) Pero el fascismo es un concepto real, no una vara con la que atacar arbitrariamente a los oponentes. El abuso de esta importante palabra socava su verdadero valor como término que se refiere a un fenómeno muy real y cuyo espíritu pervive incuso ahora.


¿Qué es entonces el fascismo? Para Rockwell, es un nacionalismo e imperialismo agresivos, junto con la dominación de la economía por el estado.
El estado, para el fascista, es el instrumento por el que se alcanza el destino común del pueblo y en el que se encuentra el potencial de grandeza de este. Los derechos individuales y el propio individuo, están estrictamente subordinados a los grandes y gloriosos objetivos del estado para la nación. En asuntos exteriores, la actitud fascista se refleja en un chauvinismo beligerante, un desdén por otros pueblos y una reverencia en toda la sociedad por los soldados y las virtudes marciales.
¿En qué medida es aplicable esta concepción de las cosas a los Estados Unidos contemporáneos? Rockwell demuestra en detalle que se aplica demasiado bien. Siguiendo a uno de sus grandes predecesores, el miembro de la Vieja Derecha, John T. Flynn, distingue ocho “características del fascismo” y para cada una da un ejemplo de su importancia contemporánea.[1] Solo tenemos espacio para explicar unos pocos, pero animamos al lector a ver la fortaleza de su análisis al completo.
Cuando una persona normal piensa en fascismo, probablemente lo identifique con el culto al Líder, al estilo de Hitler y Mussolini.
Yo [Rockwell] no diría que tengamos realmente una dictadura de un hombre en este país, pero sí tenemos una forma de dictadura de un sector del gobierno sobre todo el país. El poder ejecutivo se ha expandido tan enormemente a lo largo del último siglo que se ha convertido en un chiste hablar de controles y equilibrios. Lo que los niños aprenden en civismo no tiene nada que ver con la realidad. (…) Respecto del principio de liderazgo, no hay mayor mentira en la vida pública estadounidense que la propaganda que tenemos cada cuatro años acerca de cómo el nuevo presidente/mesías va a traer la gran paz, igualdad, libertad y felicidad humana global. La idea es aquí que toda la sociedad está en realidad moldeada y controlada por una sola voluntad: algo que requiere un salto de fe tan enorme que tienen que olvidar todo lo que sabes acerca de la realidad para poder creerlo.
El aumento en el poder del ejecutivo se ha visto acompañado por una política de militarismo y guerra.
Ronald Reagan solía afirmar que su reforzamiento militar era esencial para mantener la paz. La historia de la política exterior de EEUU desde la década de 1980 ha demostrado que esto es erróneo. Hemos tenido una guerra tras otra, guerras iniciadas por Estados Unidos contra países incumplidores y la creación de aún más estados y colonias satélites.
La fortaleza militar de EEUU no ha traído paz, sino todo lo contrario. Ha hecho que la mayoría de la gente en el mundo considere a Estados Unidos como una amenaza y ha llevado a guerras desmedidas en muchos países. Las guerras de agresión se definieron en Núremberg como delitos contra la humanidad.
En el corazón del fascismo se encuentra el control estatal de la economía. Como apuntó hace mucho Mises, el socialismo puede existir mientras mantiene las formas del capitalismo. En este tipo de socialismo, el gobierno dicta las decisiones económicas y los propietarios formales de las empresas deben obedecer sus órdenes. Fue este patrón precisamente el que encontraba Mises en el nazismo y, por desgracia, se ha hecho cada vez más prevalente hoy en Estados Unidos.[2]
La realidad de la administración burocrática ha estado con nosotros al menos desde el New Deal, que se modeló sobre la burocracia planificadora que se vivió en la Primera Guerra Mundial. La economía planificada (ya sea en tiempos de Mussolini o en los nuestros) requiere burocracia. La burocracia es el corazón los pulmones y las venas del estado planificador. Y aun así, para regular una economía tan integralmente como está hoy esta es matar la prosperidad con un billón de diminutos cortes.
Los devotos de la libertad rechazarán por supuesto el fascismo, con su ciega adoración del poder y peligrosa economía, pero ¿qué pasa si se encuentra atractiva la visión fascista? ¿Puede mantenerse en el poder en un futuro eterno? Rockwell no lo cree: hemos entrado en el periodo del “fascismo tardío” y la atracción del “culto a lo colosal” ha desaparecido del escenario.
El estilo fascista destacaba la inspiración, la magnificencia, el progreso industrial, la grandeur, todo encabezado por un valiente líder tomando decisiones sabias sobre todas las cosas. Este estilo de gobierno estadounidense duró desde el New Deal hasta el final de la Guerra Fría. (…) El fascismo, como el socialismo, no puede lograr sus objetivos. Así que tiene sentido hablar de una etapa de la historia: Estamos en la etapa del fascismo tardío. Ha desparecido la grandeur y todo lo que nos queda es un arma apuntando a nuestras cabezas. El sistema se creó para ser grande, pero se reduce en nuestro tiempo a ser rudo. El valor es ahora violencia. La majestad es ahora malicia.
¿Qué hay entonces a la vista? Rockwell acude a los grandes austriacos en busca de respuesta. Frente a los intelectuales que adulan a los poderosos, los austriacos
deben ir contracorriente. Deben decir las cosas que otros no quieren oír. Deben estar dispuestos a ser impopulares, social y políticamente. Estoy pensando en gente como Benjamin Anderson, Garet Garrett, Henry Hazlitt y, en Europa, como L. Albert Hahn, F.A. Hayek y, sobre todos, Ludwig von Mises. Renunciaron a carrera y fama para atenerse a la verdad y decir lo que había que decir.
Rockwell encuentra una inspiración especial en la obra de Murray Rothbard.
Hacemos bien en emulara a este maestro cuando hacemos nuestro trabajo. Cuando Rothbard se ocupaba de una materia, su primer paso no era sentarse en un buen sofá y sacarse cosas de la cabeza; por el contrario, iba a lo escrito y trataba de dominarlo. Leía todo lo que podía desde todos los puntos de vista. Buscaba convertirse en tan experto en el tema como los demás expertos del mismo. (…) Hay otro aspecto en el que todos podemos emular a Murray. No tenía miedo en decir la verdad. Nunca dejó que el miedo a sus colegas, el miedo a su profesión, el miedo a los editores o las culturas políticas se interpusieran en su deseo de decir que era la verdad. Por eso acudió a la tradición austriaca aunque la mayoría de los economistas del momento la consideraran un paradigma muerto. Por eso abrazó la libertad y trabajó para apuntalar sus razones teóricas y prácticas en un momento en que el resto del mundo académico iba por el camino contrario.
¿Cómo se pueden poner en práctica las ideas de Mises y Rothbard? ¿Cómo podemos enrolar a un público amplio en la causa de la libertad? Rockwell apunta a la carrera de Ron Paul. Él
sabía que la filosofía de la libertad, cuando se explica convincentemente y con conivcción, tenía una atractivo universal. Todos los grupos a los que hablaba oían una presentación ligeramente distinta de ese mensaje, ya que Ron mostraba cómo sus preocupaciones concretas  se atendían más eficazmente con una política de libertad.
Todos los interesados por el futuro de la libertad tienen que leer Fascism vs. Capitalism.

El fascismo es un sistema político y económico actual

[Fascism vs. Capitalism • Llewellyn H. Rockwell, Jr. • Auburn, Ala.: Mises Institute, 2013 • 170 páginas]

Lew Rockwell nos ofrece en Fascism vs. Capitalism un diagnóstico provocativo y perspicaz de las dolencias políticas y económicas de nuestro tiempo. La situación que afrontamos, dice, es preocupante, pero, por suerte, no nos deja sin remedios. Po el contrario, la sabiduría de Mises, Rothbard y sus colegas de la Escuela Austriaca ofrece los medios para rescatarnos y el inspirador liderazgo de Ron Paul nos muestra la vía para poner en práctica sus ideas.
Como sugiere el título del libro, Rockwell encuentra que el “fascismo” es el concepto clave necesario para analizar la época moderna estadounidense. Se apresura a desviar una objeción:
“Fascismo” se ha convertido en un término de desprecio y reproche general. Se lanza esporádicamente en la dirección de algo que resulta desagradar a un crítico. (…) Pero el fascismo es un concepto real, no una vara con la que atacar arbitrariamente a los oponentes. El abuso de esta importante palabra socava su verdadero valor como término que se refiere a un fenómeno muy real y cuyo espíritu pervive incuso ahora.