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Thursday, July 28, 2016

La gran familia Kuczynski

La gran familia Kuczynski

Pedro Pablo Kuczynski, nuevo presidente de Perú. / Reuters
Por Luis Esteban G. Manrique
El País, Madrid
Hay personas cuyas vidas, y su forma de afrontar las adversidades, reflejan con exactitud el espíritu de la época que les tocó vivir. A esa categoría pertenece la familia del nuevo presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. Empresario y economista liberal, recién llegado al poder tras un agónico triunfo en junio frente a Keiko Fujimori, PPK, como se conoce popularmente al mandatario, forma parte de una dinastía entretejida con los momentos clave de la historia política europea y que ahora, con su nombramiento, se extiende a América
Fue el padre del presidente, Max Kuczynski Schlesinger (Berlín, 1890-Lima, 1967), el que se vio obligado a dar ese salto para escapar de los nazis. Eminente médico de la aristocracia askenazí, se refugió en Perú y allí prosiguió sus importantes estudios sobre enfermedades tropicales. A sus padres dedicó PPK los primeros pensamientos tras ser elegido: “Jamás se habrían imaginado esto”, dijo.


Los abuelos paternos del presidente peruano nacieron en Poznan, una ciudad polaca o prusiana según los vaivenes de las guerras centroeuropeas, y se mudaron a Berlín en 1890. Ese año nació su padre. Max Kuc­zynski se doctoró en Ciencias Naturales y en Medicina. Participó en la I Guerra Mundial como médico y capitán del Ejército alemán en Rumania y Turquía. Al acabar la contienda, la Universidad Humboldt de Berlín le envió a la Unión Soviética para establecer facultades de Medicina en Minsk y Omsk, en Siberia. Más tarde, en 1929, desarrolló en Brasil, con un equipo de médicos locales, una vacuna contra la fiebre amarilla que aún se encuentra en uso. Pero su ascendente carrera académica se truncó en septiembre de 1933, con la aprobación de las primeras leyes antisemitas del III Reich. Kuczynski fue expulsado del Instituto de Patología que dirigía en la Universidad de Berlín. En el expediente original de inscripción de Max Kuczynski de la Universidad de Berlín figura que profesa la religión evangélica. La hoja fue tachada después con la palabra “Juden” escrita a mano y en letra grande. No se sabe si Kuc­zynski se convirtió al protestantismo o solo lo puso para sortear obstáculos en su carrera académica. La ambivalencia era parte del enorme precio psicológico que los judíos alemanes tenían que pagar por su éxito.
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Pedro Pablo Kuczynski
Maxime Kuczynski, médico y padre de Pedro Pablo Kuczynski. PPK toca la flauta travesera en un mitin en Lima en 2011.
Los Kuzcyns­ki pertenecían a una familia de la burguesía liberal centroeuropea que reflejaba bien el espíritu que propugnó Moses Mendelssohn para conseguir que la tradición judía se hiciera universalista, racionalista y cosmopolita. Los judíos alemanes y austriacos de la belle époque –Sigmund Freud, Stefan Zweig, Hans Kelsen, Theodor Herzl, Gustav Mahler…– usaron la educación y la riqueza como un medio de ascenso social. Los Kaiser-juden eran acusados por los propios judíos de ser “más alemanes que los alemanes”, pero eso le sirvió de poco ante el nazismo, que no les atacaba por su identidad religiosa sino por su “raza”, un concepto que aludía a un sustrato “biológico” inmutable.
Al describir la capital de la República de Weimar, el historiador Eric Hobsbawm evoca el elegante paseo que rodeaba el anillo de lagos y bosques de Grunewald, financiado por un miembro de una familia judía local que se enorgullecía de su larga tradición izquierdista. Era la familia de Robert René Kuczynski (1876-1947), el tío abuelo de PPK, economista, banquero y demógrafo, que después de 1933 encontró refugio en la London School of Economics.
Robert Kuczynski y sus tres hijos –Ruth, Brigitte y Jürgen, primos de Max– eran los más ricos de la capital alemana y comunistas convencidos. En 1928, Robert presidió la delegación alemana en las celebraciones del décimo aniversario de la revolución bolchevique en Moscú. Su hija Ruth, que pasó a la historia con sus nombres de guerra (Ruth Werner y Sonia), fue durante 20 años espía soviética en China, Polonia, Suiza e Inglaterra. Desde este país, la tía de PPK transmitió a los servicios de inteligencia de Stalin información crucial sobre el Proyecto Manhattan, que desarrolló la primera bomba atómica. Ruth –que fue reclutada en 1935 en Shanghái por uno de sus muchos amantes, Richard Sorge, el jefe de la NKVD en China y Japón– falleció en Berlín en 2000, a los 93 años, tras haber recibido todas las condecoraciones importantes de la RDA y la URSS.
Su hermano Jürgen escribió, entre otros libros, 42 volúmenes de unaHistoria de las condiciones de la clase obrera. En el Berlín de los años veinte, Jürgen conoció a los líderes espartaquistas –Karl Kautsky, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo–, discutió con Albert Einstein y canjeó a Bertolt Brecht habanos por novelas policiales. Espió también para los soviéticos y acabó viviendo en la RDA (el historiador Hobsbawm, con cierta crueldad, le describía como “el hombre más rico de Berlín este”). Desde su cargo como director del Instituto de Historia Económica de la Academia de Ciencias de la Alemania comunista, fue uno de los principales asesores de Walter Ulbricht y Erich Honecker. Tras la reunificación, en 1992 escribió que en la RDA solo hubo una “mezcla de socialismo, capitalismo y absolutismo feudal”. Cuando murió a los 92 años, en 1997, Der Spiegel le dedicó un obituario de tres páginas.
Max Kuczynski, la otra rama de la familia, optó por seguir en París su carrera científica tras abandonar Berlín. En 1935, el padre del presidente peruano recaló en el Instituto Pasteur. En la capital francesa conoció a Madeleine Godard Monod, profesora de Literatura de la Universidad de Ginebra y descendiente de una familia de banqueros hugonotes, fundadores de Banque Paribas. Madeleine, por cierto, era tía materna del director de cine suizo Jean-Luc Godard.
Ruth Werner. *15.05.1907-07.07.2000+ Mitarbeiterin des sowjetischen Geheimdienstes.
Su tía Ruth fue espía soviética.
El matrimonio Kuczynski Godard llegó a Lima en 1936, después de que Max fuera contratado por Enrique Paz Soldán, miembro de una familia de intelectuales y médicos, para trabajar en el Instituto de Medicina Social de la Universidad de San Marcos y, posteriormente, en el Ministerio de Salud. La ayuda de Paz Soldán fue crucial para que Kuczynski sorteara la prohibición de visados que el Gobierno de Óscar R. Benavides, un admirador de Franco, ordenó contra republicanos españoles, izquierdistas y judíos, que para él eran indistinguibles. Max comenzó a firmar como Maxime y adoptó como segundo apellido el de su esposa, un cambio que PPK atribuye a que “no era popular tener un nombre alemán” en esa época.
Nombrado en 1938 responsable de la salud pública de la Amazonía peruana, Maxime decidió hacerse cargo personalmente de la leprosería de San Pablo, a 350 kilómetros al norte de Iquitos, la capital amazónica. Con él se llevó a su familia. Si aún hoy es difícil llegar a San Pablo, en los años treinta del siglo pasado era uno de los lugares más remotos imaginables. Allí pasó su infancia el nuevo presidente peruano, que recuerda los viajes en “peque-peque”, un pequeño bote de motor.
En San Pablo los enfermos vivían como reclusos por el temor al contagio. Maxime arrancó la alambrada que los aislaba. En esos años exploró la selva, convirtió la leprosería en una colonia agrícola y prosiguió sus estudios etnográficos y patológicos.
PPK y Michael, su hermano menor, recuerdan que su padre domesticó un mono para que le trajera fruta. Años más tarde, en 1952, un joven médico argentino, Ernesto Guevara, visitó San Pablo en su viaje desde Buenos Aires a Caracas, un episodio que retrata la película Los diarios de la motocicleta.
Con Paz Soldán, Kuczynski escribió dos libros –La selva peruana y su colonización (1939) y El pensamiento arcaico-mítico del campesino peruano (1947)– en los que criticó “la domesticación” de los nativos por los colonos y la destrucción de los bosques. Sus ideas izquierdistas lo acercaron al fundador del Partido Aprista, Víctor Raúl Haya de la Torre, un político reformista del que terminó siendo gran amigo. En 1948, tras el golpe militar del general Manuel Odría, Maxime fue acusado de actividades subversivas y encarcelado durante casi un año en Lima. La experiencia fue traumática para el padre de PPK, que abandonó la relación con el Ministerio de Salud.
Jürgen Kuczynski
Su tío Jürgen, también comunista, asesor en la RDA.
Maxime murió en Lima a los 77 años, la misma edad que tiene ahora su hijo, cuya trayectoria resulta menos novelesca. Tras estudiar en un internado en Inglaterra, PPK se graduó en política, filosofía y economía en Oxford y luego en administración pública en Princeton, de donde pasó a trabajar en el Banco Mundial y en el FMI. Ha asesorado a fondos de inversión y ha formado parte de la dirección de empresas en Chile, Japón, Taiwán y EE UU, donde ha pasado media vida. Fue ministro de Economía y primer ministro con el presidente Alejandro Toledo (2001-2006).
Pero hay algunas curiosas coincidencias biográficas con su padre: PPK tuvo que exiliarse de Perú, tras el golpe del general Velasco, en 1968, y durante el régimen de Alberto Fujimori eligió vivir fuera. Y tiene una relación indirecta con el cine: su esposa, Nancy, es prima de la actriz Jessica Lange, ganadora de dos Oscar. Ya elegido, el presidente aludió a la herencia de su padre. “Forjó en mí”, dice en su Facebook, “una vocación de servicio por el prójimo”. Algo que, seguramente, va a necesitar en esta etapa.

La gran familia Kuczynski

La gran familia Kuczynski

Pedro Pablo Kuczynski, nuevo presidente de Perú. / Reuters
Por Luis Esteban G. Manrique
El País, Madrid
Hay personas cuyas vidas, y su forma de afrontar las adversidades, reflejan con exactitud el espíritu de la época que les tocó vivir. A esa categoría pertenece la familia del nuevo presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. Empresario y economista liberal, recién llegado al poder tras un agónico triunfo en junio frente a Keiko Fujimori, PPK, como se conoce popularmente al mandatario, forma parte de una dinastía entretejida con los momentos clave de la historia política europea y que ahora, con su nombramiento, se extiende a América
Fue el padre del presidente, Max Kuczynski Schlesinger (Berlín, 1890-Lima, 1967), el que se vio obligado a dar ese salto para escapar de los nazis. Eminente médico de la aristocracia askenazí, se refugió en Perú y allí prosiguió sus importantes estudios sobre enfermedades tropicales. A sus padres dedicó PPK los primeros pensamientos tras ser elegido: “Jamás se habrían imaginado esto”, dijo.

Wednesday, June 15, 2016

La Gran Familia Liberal

La Gran Familia Liberal

24

La etiqueta de “liberalismo social” que reivindica Albert Rivera se ha consolidado con el ingreso de Ciudadanos en la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), liderada por Guy Verhofstadt (el primer ministro liberal en Bélgica desde el siglo XIX). No sólo se convierte en una de las fuerzas más importantes de la “tribu” liberal europea sino que lo ha hecho superando las maquinaciones en contra de Convergencia, el partido español catalanista que desde su nacionalismo étnico se enfrenta al patriotismo cívico de Ciudadanos. Dentro de ALDE también hay “liberal-centristas”, “social-liberales” y similares, para recoger tanto medidas pro-mercado, que se asocian mayoritariamente con el centro derecha, como a favor del federalismo europeo y la promoción y asentamiento de los derechos fundamentales, más relacionados con posicionamientos sociales del centro izquierda.



En España tendrían su principal caladero de votantes entre católicos progresistas, “neoliberales” y conservadores moderados así como socialdemócratas (no en el sentido marxistoide empleado por Pablo Iglesias, obviamente), todos ellos coincidiendo en una aproximación social a la economía de mercado, con una defensa de la libertad económica acompañada por una preocupación moral por la igualdad de oportunidades y la garantía de un mínimo de supervivencia vital.
Esta combinación de lo mejor de la tradición liberal, la defensa del mercado como garantía de las libertades económicas y como presupuesto de la libertad política, con la tradición democrática, que atribuye la categoría moral de la “dignidad” a cualquier persona por el mero hecho de serlo, en cuanto que ser racional autoconsciente, se cimentó en una reunión académica que tuvo lugar en 1938 en París, organizada por el filósofo Louis Rougier y teniendo como invitados a Lippmann, Hayek, Mises, Aron, Rüstow y Röpke… que participaron en el encuentro dominado por la sensación de que el comunismo y/o el fascismo acabarían con las democracias y las economías liberales.
El “neoliberalismo” se diferenciaba del liberalismo clásico porque abandonó una visión ingenua de la relación entre mercado y Estado por otra mucho más compleja y crítica
Aunque todos ellos liberales, eran conscientes de la insuficiencia del liberalismo clásico para responder al desafío de las crisis económicas del capitalismo, cuyo último cataclismo había sido la “del 29”. La propuesta que salió del Congreso fue denominada “neoliberalismo” por Rüstow, y se diferenciaba del liberalismo clásico porque abandonó una visión ingenua de la relación entre mercado y Estado por otra mucho más compleja y crítica, en el borde de la paradoja e, incluso, de la contradicción con algunos postulados previos (Michel Foucault relató dicho Congreso en su obra Nacimiento de la biopolítica).
Este “neoliberalismo”, o “liberalismo crítico” para contraponerlo al “liberalismo ingenuo” clásico, añadía a la preeminencia del mercado como núcleo y motor de la actividad económica una serie de matices en su relación política con el Estado. Si para los “liberales ingenuos” el mercado y el Estado son dos instituciones antagónicas y de suma cero, para los liberales “críticos” o “neoliberales” el mercado y el Estado se relacionaban simbióticamente, en una dependencia mutua de imbricación que hacía que fuesen, en realidad, manifestaciones de un mismo fenómeno social. De modo que la cuestión era encontrar el mejor diseño institucional que hiciera de efecto multiplicador de la potencia productiva del Estado, así como de cierto freno a sus consecuencias más destructoras a corto plazo que pudieran afectar a los seres humanos de carne y hueso.
De lo que se trataba, por tanto, era de matizar el “laissez faire” introduciendo desde el Estado mecanismos regulatorios que, sin intervenir en el mismo proceso de mercado, lo recondujesen hacia resultados socialmente óptimos sin vulnerar la libertad de elección de los actores de económicos. Como defendió Hayek en Camino de servidumbre:
“Probablemente, nada ha hecho tanto daño a la causa liberal como la rígida insistencia de algunos liberales en ciertas toscas reglas rutinarias, sobre todo en el principio del laissez-faire”
La concepción del Estado de estos “liberales críticos” es sustancialmente diferente a la de los “liberales ingenuos” en cuanto que, frente a la debilidad estructural y pasiva del Estado según estos últimos, quieren un Estado fuerte aunque “sin grasa”, vinculado con valores formales, no sustantivos, del ordenamiento social desde los que regular el mercado para que los intereses privados que operan en él se orienten hacia aquellos. La paradoja que proponen estos “neoliberales” queda resumido en el título de una ponencia de Rüstow: “Economía libre, estado fuerte”.
Derrotado definitivamente el “liberalismo clásico” o “ingenuo” a partir de la crisis del 29, de donde emergió victoriosa la alternativa keynes-rooseveltiana, y posteriormente, tras la “crisis del petróleo”, la perspectiva ingenieril de Milton Friedman y sus “Chicago boys”, lo que se plantea en el siglo XXI es la lucha entre el “neoliberalismo” y el “neomarxismo”, en el que la ideología marxista -de Alain Badiou a Giorgio Agamben pasando por Gianni Vattimo o Slavoj Zizek- trata de llevar a cabo la destrucción del capitalismo no desde el comunismo, es decir, desde fuera del mismo sistema, sino desde la “socialdemocracia”, que trata de controlar el Estado liberal para transformarlo, paulatina en lugar de radicalmente, en un Estado total(itario).
La última mutación “neoliberal” ha venido de la mano del punto de vista institucional, como el de Acemoglu y Robinson, con el peso del desarrollo puesto en el modo de organizar mediante incentivos la sociedad, o de la economía conductual, que de la mano de Dan Ariely o Daniel Kahneman, han sustituido el modelo lógico a priori del homo economicus clásico por otro psicológico a posteriori.
Este “liberalismo crítico” ha “infectado” tanto al conservadurismo como a socialdemócratas
Este “liberalismo crítico” ha “infectado” tanto al conservadurismo (Angela Merkel, David Cameron) como a socialdemócratas (Tony Blair, Barack Obama), cambiando el paternalismo conservador y socialista por uno de índole liberal, en el que la libertad individual se concilia con el bienestar general gracias a una mano invisible que, sin embargo, conseguimos “ver” gracias a que se ha enfundado en una guante de seda. Y en el que la libertad como valor supremo se concilia con la protección contra las crisis estructurales del sistema que tanto afectan a las necesidades básicas de gran parte de la población- Franklin D. Roosevelt estableció en la década de los 40 las 4 libertades que debían regir nuestra época: la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de vivir sin penuria y la libertad de vivir sin miedo (freedom of speech, freedom of religion, freedom from want and freedom from fear). En nuestras manos está que para cuando se llegue al 100 aniversario de su propuesta, esta se haya cumplido.

La Gran Familia Liberal

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La etiqueta de “liberalismo social” que reivindica Albert Rivera se ha consolidado con el ingreso de Ciudadanos en la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), liderada por Guy Verhofstadt (el primer ministro liberal en Bélgica desde el siglo XIX). No sólo se convierte en una de las fuerzas más importantes de la “tribu” liberal europea sino que lo ha hecho superando las maquinaciones en contra de Convergencia, el partido español catalanista que desde su nacionalismo étnico se enfrenta al patriotismo cívico de Ciudadanos. Dentro de ALDE también hay “liberal-centristas”, “social-liberales” y similares, para recoger tanto medidas pro-mercado, que se asocian mayoritariamente con el centro derecha, como a favor del federalismo europeo y la promoción y asentamiento de los derechos fundamentales, más relacionados con posicionamientos sociales del centro izquierda.