Tuesday, July 26, 2016

Saga islandesa

Juan Carlos Hidalgo dice que Islandia tuvo una era de autogobierno que duró alrededor de 300 años, periodo durante el cual ese país experimentó el desarrollo espontáneo de instituciones legales y jurídicas.

Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
De visita en Islandia la semana pasada, me sorprendió no solo la imponente belleza natural del lugar, sino también el orgullo que los locales derivan de su cultura e historia, mucha de esta recabada en las famosas “sagas de los islandeses”.
La palabra saga significa tanto “cuento” como “historia” e identifica a una serie de escritos de entre los años 1200 y 1400 que, por su excepcional estilo narrativo, se incluyen dentro de las grandes obras literarias de Occidente. Las sagas cuentan con gran detalle la historia de los primeros colonos de la isla y sirven para dar un vistazo a su muy particular organización social.



Un académico islandés del siglo XVIII describió a las sagas en tres palabras: “granjeros volándose garrote”. Ciertamente, los cuentos hablan de violencia, intrigas y venganza. Pero como me comentó Hannes Gissurarson, profesor de ciencia política de la Universidad de Islandia, las sagas deben ser más bien vistas como historias de una sociedad que se regía por leyes pero que no tenía un gobierno.
El deseo de los colonos islandeses de vivir apegados al derecho los llevó a establecer en el año 930 uno de los primeros parlamentos de Europa. Este sesionaba dos semanas al año y en él detacaba la figura del lögsögumaður, o presidente del Parlamento, quien era la única persona con un salario público y cuyo trabajo consistía en recitar (de memoria) las principales leyes del país. Más allá de su rol presidiendo dicha asamblea, el lögsögumaður no contaba con ninguna autoridad sobre la población. Tampoco había rey o algún otro tipo de autoridad ejecutiva.
La organización de la sociedad islandesa se basaba mayormente en una relación de confianza entre los jefes comunitarios representados en el Parlamento y la ciudadanía libre, en donde la labor de hacer cumplir la ley recaía sobre los mismos ciudadanos. Y a pesar de la violencia descrita en las sagas, la Islandia medieval era en realidad un país relativamente pacífico en comparación con sus contemporáneos europeos donde las guerras eran la constante.
La era de autogobierno duró más de 300 años hasta que la isla pasó a ser una dependencia de Noruega en 1262. Pero las sagas siguen siendo objeto de estudio por parte de académicos interesados en entender ese período que describen de desarrollo espontáneo de instituciones legales y jurídicas sin que mediara la existencia de un poder político centralizado. Como vemos, Islandia es mucho más que volcanes y glaciares.

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