El presente artículo fue escrito por Eneas Biglione, Director Ejecutivo de la Fundación HACER. Publicado originalmente en HACER.org.
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Hartos de las regulaciones innecesarias, los presupuestos desorbitados y los burócratas del Parlamento Europeo diciéndoles qué deben hacer, el 52% de los habitantes del Reino Unido votó ayer en favor de salir de la Unión Europea. Una decisión valiente y polémica, que esperamos sirva de lección para toda Europa y el mundo.
Dicha decisión constituye claramente un desafío al “establishment” global y al socialismo económico de todos los partidos alrededor del mundo. Los grandes perdedores en la pulseada política por mantener al Reino Unido dentro de la Unión Europea fueron claramente el Presidente Barack Obama y los líderes de la OTAN, que buscaban evitar esta decisión ejerciendo una fuerte presión internacional.



Los votantes del Reino Unido basaron su decisión en el déficit democrático impuesto desde Bruselas (aduciendo que al Parlamento Europeo le falta legitimidad democrática para imponer o rechazar legislación dentro de la Unión Europea), el gran costo anual de pertenecer a la UE (más de 13 mil millones de libras al año, recibiendo menos de la mitad en “beneficios”) y la clara debilidad de la mayoría de las economías de la euro zona (con Grecia e Italia encabezando la lista) abocadas a redistribuir riqueza entre países en lugar de multiplicarla.
El Brexit constituye un duro golpe a la Unión Europea y sus partidarios temen que eventualmente pueda contagiar a otros países miembros. Una encuesta reciente del Pew Research Center muestra que en Francia, país fundador de la UE, tan sólo el 38% de los ciudadanos tienen una imagen favorable de la misma, es decir una imagen favorable un 6% inferior a la de los habitantes del Reino Unido. Por otro lado, en ninguno de los demás países donde se practicó la encuesta, hubo apoyo suficiente a la idea de transferir poder a Bruselas. Esto debería llamar a los líderes de la UE a poner las barbas en remojo y hacer una fuerte autocrítica hacia sus políticas intervencionistas.
Por su parte, y más allá de todo el revuelo que levanta la noticia, el Reino Unido sigue siendo la segunda economía más grande de Europa, miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y un país con excelentes relaciones con Washington DC. Por lo tanto, fuera de la UE el Reino Unido seguirá siendo un jugador de gran importancia en el ámbito internacional en cualquiera de los escenarios posibles.
En materia económica interna, los que se oponían al Brexit han augurado una fuerte recesión en el Reino Unido, pero las autoridades de su Banco Central han salido a confirmar a los medios internacionales que su país está bien preparado para afrontar los cambios que se vienen. Está claro que la Unión Europea no puede permitirse un desprendimiento total del Reino Unido, y viceversa. De hecho las partes ingresan ahora a un período de dos años donde se negociarán los términos y condiciones de esta polémica pero mayoritariamente positiva separación.
Un Reino Unido independiente, en pleno siglo XXI, tendrá la capacidad de volver a convertirse en el ícono de libertad que fuera en su momento para toda Europa y el mundo. Si el resto de la Unión Europea decide aprender la lección, los habitantes de sus países miembros podrán eventualmente gozar de una mayor libertad y una auténtica prosperidad económica.