Friday, July 15, 2016

8 razones por las que “la avalancha hacia Cúcuta” es el principio del fin de Maduro

 

No es un maratón: Es una avalancha de venezolanos queriendo comprar en Cúcuta el día que el Gobierno de su país abrió las fronteras. (Efecto Cocuyo)
No es un maratón: Es una avalancha de venezolanos queriendo comprar en Cúcuta el día que el Gobierno de su país abrió las fronteras. (Efecto Cocuyo)
Este domingo 10 de julio, más de 35 mil personas cruzaron la frontera del estado venezolano de Táchira con el del Norte de Santander, en Colombia, para abastecerse en Cúcuta. Al Gobierno de Nicolás Maduro (que nuevamente queda en ridículo internacional por el éxodo de sus ciudadanos) no le quedó más remedio que consentir, luego de 11 meses de un insensato cierre de los pasos fronterizos que tenía como razón, en teoría, proteger a su país del contrabando de extracción.
Muchos, en Venezuela, han comparado este “Cucutazo” con la caída del Muro de Berlín, y no les falta razón. Como en Alemania en 1989, los venezolanos de esta hora van al lado, donde no hay comunismo, a buscar lo más indispensable para vivir. A continuación, les mostramos siete lecciones que deja lo ocurrido el pasado domingo para Venezuela, y para todos los países que busquen en los cantos de sirena del comunismo la felicidad de sus pueblos, porque lo que les espera es un profundo desengaño.

 

1) Venezuela cerró su frontera para que “no se le escapara la comida” y la reabrió para permitirle a su pueblo comer.

El 19 de agosto de 2015, el Gobierno de Nicolás Maduro, al anunciar el cierre de la frontera con Colombia, señalaba que el principal problema del país era “el contrabando de extracción”, y que “en pocos días, ustedes verán cómo todos los pueblos de la frontera estarán abastecidos”.  Como en el resto de Venezuela, las consecuencias de empecinarse en una política errada solo han traído mayor escasez y sufrimiento en la frontera de Táchira con Norte de Santander.

2) El problema del contrabando no se resolvió cerrando la frontera; al contrario, se incrementó.

Al abrir la frontera al paso peatonal, Maduro, siempre errático, da un nuevo giro de 180 grados, y al tiempo, reconoce que un año de cierre de la frontera no arregló ningún problema, mientras agravó los existentes. Un amigo residente de Cúcuta me comentaba que entre San Antonio del Táchira y el puente internacional Simón Bolívar, que comunica con el Norte de Santander, hay seis (sí, seis) alcabalas de distintos organismos de seguridad venezolanos, incluida la Policía Nacional, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, la policía regional de Táchira y, por supuesto, la inefable Guardia Nacional Bolivariana. “Todas cobran su tajada”, me decía, señalando que de madrugada, “pasan decenas de camiones, con gasolina y comida, y no los paran en ninguna”.
Como corolario de lo anterior, nunca un problema de corrupción se ha resuelto añadiéndole controles: Es al quitarlos que deja de haber la causa de la corrupción y por lo tanto, el problema.

3) El Gobierno venezolano será incapaz de contener, así sea por la represión, a la gente cuando esté molesta.

Como dice el refrán: Para todo problema humano hay una solución sencilla… y equivocada. Reprimir es una fórmula infalible para el error. Nicolás Maduro y sus cómplices, como el gobernador de Táchira, José Vielma Mora, sabían que se exponían a un nuevo ridículo, como el del 5 de julio, cuando las mujeres se organizaron para romper el cordón de la GNB y pasar a Colombia a comprar. Pero esta vez era mucho peor: eran miles los que estaban dispuestos a hacerlo. Así que se inventó la excusa, cada vez más y peor manoseada, de “impedir un plan de la derecha”, y dejó pasar a la gente.
Lo mismo, por cierto, que hicieron los guardias del Ejército en Berlín, en 1989. No es descartable que antes de sufrir un ridículo peor al de ser desbordados (y es que los propios militares se negaran a acatar la orden de impedir el cruce de la frontera) el Gobierno de Maduro, en un raro destello de lucidez, hubiera decidido permitir a la gente abastecerse en Colombia.

4) Del lado colombiano nadie pone controles. Todo lo contrario, están ansiosos de recibir compradores.

Otra lección para los venezolanos: En Cúcuta nadie se molestó por la avalancha de venezolanos llevándose papel de baño, aceite, azúcar y todas las cosas que en  Venezuela escasean (y que otrora eran incluso exportadas). En Norte de Santander están más que complacidos de la presencia de compradores. Incluso, es posible que por unos días, mientras se balancean los inventarios, algunos productos escaseen. Pero en Colombia se entiende que la situación es temporal: En el capitalismo, mientras más se vende mejor. Todo lo contrario que en el “socialismo” donde la escasez y la penuria son la norma.

5) Los “precios capitalistas” son mejores que los precios socialistas. Un ajuste, por más draconiano y “neoliberal” que sea, es mejor que lo que vive Venezuela.

Tras tres lustros de controles, lo único que puede mostrar la “revolución bolivariana” son salarios africanos y precios europeos. La mezcla de corrupción, barreras institucionales y salvaje expoliación al sector privado, ha producido que todo en Venezuela sea más caro que en Colombia. El “precio bachaquero”, el que están pagando los venezolanos por sus bienes más preciados, es más caro que el que se consigue en el otro lado de la frontera.
Una lista de precios en Cúcuta en bolívares. En Venezuela se paga mucho más por los mismos artículos. (@rctvenlinea)
Una lista de precios en Cúcuta en bolívares. En Venezuela se paga mucho más por los mismos artículos. (@rctvenlinea)
Como bien decía Provea, una ONG de Derechos Humanos: Ni el ajuste más draconiano, más neoliberal, más cruel, que se le hubiera podido ocurrir al Gobierno más de derecha del mundo, hubiera producido tanto sufrimiento como la Revolución Bolivariana a sus ciudadanos. En un ajuste de corte ortodoxo, los precios hubieran subido, pero luego de esa explosión inicial, se hubieran estabilizado, y los salarios pronto los alcanzarían por la reactivación económica subsiguiente.
En Venezuela esto no está ocurriendo y no va a ocurrir mientras lo gobiernen Maduro y la cáfila de incompetentes que lo rodea.

6) La gente, cuando no se le permite votar, vota con los pies, se escapa de su país.

Pasó en San Antonio del Táchira y ocurre todos los días, en el aeropuerto de Maiquetía. Como en Cuba, como en la Cortina de Hierro, cuando existía, y como en China y Corea del Norte, en Venezuela la gente se escapa del comunismo. Casi 2 millones de personas han emigrado a otros países, buscando lo que el Gobierno de Maduro no les da.
Irónicamente, muchos son hijos, o nietos, de españoles, portugueses, italianos, argentinos, colombianos y chilenos, o árabes o chinos, que llegaron a un país que tuvo el mayor crecimiento económico del mundo y la mayor estabilidad política y social entre las décadas de los 30 y los 80 del siglo pasado. Cuando la gente emigra de su país, pueden estar seguros de que las cosas no funcionan, por mucha propaganda que emita el régimen que gobierna ese país.

7) El resultado de lo sucedido en Venezuela es el mismo que en los 70 países comunistas que ha habido en el mundo: Un brutal fracaso.

En el fondo, Nicolás Maduro (y antes que él, Hugo Chávez) han repetido el famoso dicho: “Locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes”. Antes que Venezuela, a destiempo y a contravía de la Historia, intentara el experimento comunista que hoy la tiene en la ruina, lo hicieron unos 70 países. En todos, el resultado fue el mismo: El fracaso.
Quizás, en su infinita soberbia, su enorme ignorancia y la influencia malsana de Fidel Castro, Chávez pensó que él sí podría hacerlo porque tenía petróleo: Olvidaba que en sus 70 años de existencia, la URSS fue, fundamentalmente, un país petrolero, y en 1991 colapsó por el peso de la ineficiencia socialista. En una nación tan corrupta históricamente como Venezuela, eso solo podía acelerarse.

8) El Gobierno de Nicolás Maduro cayó el 10 de julio de 2016.

Por todo lo anterior, bien podríamos concluir que ayer cayó el Gobierno de Nicolás Maduro. Se sostiene en el poder como esos boxeadores que dan vueltas por el ring pero están en K.O. técnico, esperando la mano de piedad y la cuenta final de 10. ¿Qué va a hacer la casta, y los militares que la sostienen, cuando en Caracas, o en Puerto Ordaz (ciudades que no tienen una frontera a pocos kilómetros), la gente demande lo mismo que en San Antonio, es decir, su derecho a ser consumidores y no ganado al que pretenden alimentar?
Los próximos días van a ser interesantes…

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