Thursday, December 22, 2016

CONVERSACIONES CON GILBERTO VALENZUELA VIII

REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
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Semanas después estábamos instalados en la bella ciudad de Bruselas y tu padre asistía ya al Real Ateneo de Bruselas, un exclusivo colegio fundado por Napoleón a principios del siglo XIX, en donde batallaba en su admirable esfuerzo para aprender el francés. Mi estancia en el viejo Continente me abriría los ojos como nunca. Europa todavía no se reponía de la primera guerra mundial y, el ambiente que se respiraba era de mucha tensión y resentimiento de los alemanes descontentos con las condiciones impuestas en los tratados de paz que le daban fin a la guerra.



Rusia había ya abrazado el comunismo y surgía ahora como una potencia militar con una clara intención de expandir sus tentáculos. El liberalismo que navegara por todo el continente durante todo el siglo XIX y la primera década del presente, poco a poco se extinguía para darle paso a una variedad de nuevos arreglos economico—politicos entre los cuales, ya en Italia Benito Mussolini enseñaba sus primeras cartas, en España una rara efervescencia emergía de todos los rincones, en Inglaterra el partido laboral cada dia tomaba mas fuerza, pero lo mas preocupante; una Alemania en vías de una recuperación mezclada con sed de venganza con un pueblo que perdía la confianza en su Kaiser.

No había duda de que Europa durante el siglo XIX había creado enorme riqueza y, países como Inglaterra establecían colonias por todo el mundo desde África, el medio Oriente, hasta China. Los conflictos religiosos que la habían azotado en siglos anteriores, quedaban en el pasado pero ahora emergían otros de naturaleza mas grave. El mundo se encontraba en esos momentos todavía en la etapa de expansion territorial que había sido la característica mundial de toda la historia. En la edad media existía la grave creencia de que la riqueza era algo estático y para adquirirla, había que arrebatarla si es que no se heredaba, y una forma de hacerlo, era invadiendo otros países como ya lo habíamos atestiguado en Mexico.

Si en alguna época de la historia había una confusión ideológica mundial, era en los momentos en que yo arribaba a Europa. La etapa de la agricultura y de la economía feudal había tenido una vida de más de mil años. Pero durante el siglo XIX la revolución industrial en menos de cien, provocaba cambios y contorciones globales difíciles de asimilar. El mapa geopolítico del mundo se modificaba de forma radical creando la región occidental de gran riqueza, mientras que el resto del permanecía prácticamente en un estado de inmovilidad en medio de su pobreza ancestral. En los últimos cien años la humanidad atestiguaba cambios que modificaban el entorno mundial de los mil anteriores y ello, provocaba angustia.

EU desde su nacimiento establecía una nueva pauta como el primer país del mundo moderno que abrazaba la democracia y los mercados libres. La vieja “inteligenza” que había dominado el escenario mundial durante siglos, miraban el experimento con gran preocupación esperando fracasara. Pero las profecías de Tocqueville se hacían realidad cuando surgiera el nuevo país como el ejemplo global. Europa continuaba siendo el continente de la realeza y los EU era ahora el de la meritocracia. La gran sabiduría exhibida por los padres de esa patria nueva con su creativa formula para desconcentrar el poder, creaba un país de oportunidades en el cual cualquier hombre podía aspirar a llegar a la cúspide de la pirámide social, antes solo reservada para la realeza.

Pero por la misma novedad del proceso, como los nacientes ríos con su primera avenida causan destrozos hasta encontrar su cauce permanente, el nuevo arreglo economico servido por el liberalismo, requería de un marco general que le permitiera desarrollarse de forma ágil, efectiva y sobre todo, justa. El liberalismo en su primera etapa me parecía como las piñatas de mi niñez en Sahuaripa cuando eran quebradas y, como magia caían aquella infinidad de dulces y golosinas para todos los asistentes. Pero luego surgían los chamacos más grandes y fuertes para apoderarse de todo, dejando para los demás a veces las puras cáscaras de los cacahuates. Yo no tenía duda alguna de que el liberalismo era la formula mágica para producir riqueza, pero ante lo novedoso, me daba cuenta también de que había los chamacos grandotes que se apoderaban de todos los dulces de la piñata.

Esta problemática era aprovechada por una serie de fuerzas con agendas muy prolíficas pero que coincidían en un objetivo: Desprestigiar esa nueva forma de arreglo económico para recuperar poder en unos casos, y en otros una autentica preocupación de proteger a los desvalidos ante lo que ahora operaba y no se había conocido durante siglos; la libre competencia. Esto también abría un nuevo campo de batalla en el cual se enfrentarían una serie de instituciones que desfilaban desde la iglesia católica en especial, las viejas monarquías, los tradicionales negociantes mercantilistas, estados constituidos con antecedentes de muchos siglos, y ya en esos momentos infinidad de los llamados intelectuales con diferentes posiciones.

Este novedoso panorama ante mi vista, me daba armas y me permitía llevar a cabo comparaciones con el proceso mexicano. La gran diferencia y mi gran preocupación era en el sentido que, Europa durante el siglo XIX había creado torrentes de riqueza a pesar de lo desorganizado del proceso y, ello le daba margen para llevar a cabo experimentos con el riesgo que en un momento dado podían fallar. En Mexico después de un siglo XIX perdido en guerras por ese afrodisíaco poder, no teníamos margen de maniobra para fallar puesto que en mas de cien años de independencia, lo único que habíamos creado era pobreza y grandes resentimientos sociales.

Yo había sido testigo de cómo el Gral. Obregón con esa gran sabiduría trataba de apuntar el timón del averiado buque hacia puerto tranquilo, pero navegando todavía en un mar aun rugiente. Un solo hombre no podría estabilizar el buque especialmente cuando cargaba una tripulación cuyos compases apuntaban a destinos diferentes. El proceso de rehabilitación de Mexico debería de tomar muchos años pues así era su estado comatoso, y sin las debidas instituciones, yo no podía apostar a la continuidad del proceso requerido.


Pero también identificaba una gran oportunidad. En los EU luego de la administración de Wilson quien fuera el pionero del nuevo gobierno hercúleo que se avizoraba en el horizonte, tomaba ahora el timón el nuevo presidente Harding y, el país vecino iniciaba una era de una prosperidad sin precedente que luego se conocería como los rugientes años 20. Mexico tenía la oportunidad de colgarse a ese tren. Los cuatro años del gobierno del Gral. Obregón terminaban y no eran suficientes para asentar el país. Harding luego de heredar una seria recesión y con un hombre como Andrew Mellon en la Tesorería, de inmediato la vencía con una simple receta; el recorte de los gastos del gobierno en un 40%..se iniciaba el boom.

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