Friday, November 18, 2016

Última opción

Macario Schettino considera que el único riesgo considerable que enfrenta la economía mexicana es la deuda pública, que aunque no es demasiado elevada, ha estado creciendo últimamente.


Macario Schettino
 
es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
Como hemos comentado en varias ocasiones, el único riesgo realmente importante que tenemos es la deuda del gobierno. No porque sea demasiado elevada, que no lo es, sino porque ha crecido en tiempos recientes. Hay otras cosas que pueden complicarse, como la inflación o el déficit en cuenta corriente, pero no son amenazas, como sí lo es la posibilidad de que el gobierno mexicano tenga problemas para financiarse.
Ahora que las tasas de interés a nivel internacional son muy bajas, una deuda mayor no parece un problema serio, porque lo que hay que pagar cada mes, o cada año, resulta pequeño. Pero si las tasas suben, ese costo periódico también lo hará, y no conviene ponerse en riesgo. ¿Cuál es el tamaño óptimo de la deuda? No hay respuesta a esta pregunta, depende de cada caso. O más claro, depende de lo que los mercados decidan. Si el mercado tiene confianza en que el país tiene un futuro claro, la deuda puede ser mucho más grande, comparado con si ese mismo mercado cree que el futuro es ominoso. Más claro: la deuda de los países industrializados es hoy muy superior al 100% del PIB, y no pasa nada. Hace unos años, en el libro This Time is Different


Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff estimaban el punto de inflexión, es decir, el punto a partir del cual cae la confianza de los mercados, en 90% (deuda / PIB) para los países desarrollados, y en 60% para los emergentes. Hubo una gran discusión al respecto porque todos tuvieron que rebasar ese nivel con la Gran Recesión de 2009, e incluso se hizo famoso el que los autores habían cometido un error y por eso habían llegado al 90% mencionado. Al final, no les hicieron caso, las deudas crecieron y, como le digo, no pasó nada.
Ahora mismo, la deuda de Brasil supera claramente el 60% del PIB, y eso no desanima a los inversionistas que están llevando dinero hacia allá. Y eso, aunque su economía cumplirá el segundo año de contracción (5% de caída en cada año), su tasa de inflación se acerque a 10%, y estén en un drama político. A pesar de todo eso, los flujos siguen, y eso le ha permitido al real recuperarse, de 4 por dólar a fines del año pasado e inicios de éste, a 3,25 ahora. En México, la deuda está diez puntos debajo del nivel de 60%, la inflación apenas está en 3%, y no podemos salir de la banda de 18 a 19 pesos por dólar.
Es peor cuando consideramos que Brasil no tiene una economía que pueda repuntar, a menos que China vuelva a crecer y a comprarles, lo que es muy poco probable. Nosotros seguimos vendiendo manufacturas a EE.UU., cosa que el país sudamericano no puede hacer. Las finanzas públicas en Brasil están en serias dificultades, entre otras razones porque el costo de pensiones ronda el 10% del PIB, más de tres veces más que en México. Con base en todo esto, no parece existir lógica en la decisión de las calificadoras de actuar más duramente contra México que contra Brasil (o para el caso, India, Turquía, China, o incluso Canadá, Australia, Noruega, Suecia u Hong Kong, todos países muy emproblemados con sus deudas). Tal vez se trate de Pemex, que como sabe usted es un hoyo negro, ahí sí peor que Petrobras.
La otra explicación, ya también comentada acá, es el riesgo por el potencial triunfo de Donald Trump. O más claramente, porque la campaña presidencial en EE.UU. ha tomado como chivo expiatorio a México. Puesto que ya eso lo complicamos más, sólo nos queda actuar de forma espectacular con Pemex. Veremos.

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