Sunday, November 13, 2016

¿Los comunistas piensan como los cristianos? Esto dijo un Papa que padeció el comunismo

Lo que San Juan Pablo II, pastor bajo el comunismo, afirmó sobre esa ideología

¿Los comunistas piensan como los cristianos? Esto dijo un Papa que padeció el comunismo

 
Empieza a ser muy habitual escuchar sorprendentes declaraciones en las que algunos afirman una similitud e incluso una identificación entre el cristianismo y el comunismo. ¿Es cierto eso?
‘La verdadera historia soviética’: excelente documental sobre los crímenes comunistas
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En este blog ya he dedicado multitud de entradas a denunciar esa ideología totalitaria, pero hoy voy a ceder este espacio a otro autor, concretamente a un Papa santo que vivió bajo un régimen comunista y sufrió su opresión directamente: Juan Pablo II.
“En el fondo, el paganismo nazi así como el dogma marxista tienen en común el ser ideologías totalitarias, con tendencia a trasformarse en religiones substitutivas.”


“Cuando, en el año 1979, ya siendo Obispo de Roma, me fue posible visitar por primera vez Gniezno, la cuna del cristianismo en mi patria, pensé en la vecina tierra checa, de donde nos llegó el cristianismo el año 966. Nuestros vecinos hermanos del sur ―los checos y los eslovacos― en varias ocasiones han recordado ese acontecimiento, invitando al Papa visitar su país. Pero, durante estos once años, la visita no fue posible. La piedra del sepulcro cerraba herméticamente la entrada a la Iglesia que está en Bohemia, Moravia y Eslovaquia. El sistema de ateísmo político y de la programada opresión de la Iglesia en Checoslovaquia era especialmente impenetrable. Los múltiples esfuerzos de la Santa Sede para asegurar al menos el mínimo de la libertad religiosa fueron continuamente rechazados. Durante estos cuarenta años se llegó al punto de que sólo poquísimas sedes episcopales pudieron contar con su pastor. Se intentó someter toda la vida de la Iglesia al programa del Estado marxista. Pero, aun en condiciones sumamente difíciles, la Iglesia, como la comunidad de los creyentes, conservó su vitalidad e incluso, bajo muchos aspectos, se regeneró espiritualmente.”
(Audiencia General, 25 de abril de 1990)
“Se proponen preservar del comunismo a sus pueblos exaltando e incrementando el poder del Estado, pero con esto corren el grave riesgo de destruir la libertad y los valores de la persona, en nombre de los cuales hay que oponerse al comunismo.
El marxismo había prometido desenraizar del corazón humano la necesidad de Dios; pero los resultados han demostrado que no es posible lograrlo sin trastocar ese mismo corazón.”
“En el pasado reciente, el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse fuera del curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo. El tiempo presente, a la vez que ha superado todo lo que había de caduco en estos intentos, lleva a reafirmar la positividad de una auténtica teología de la liberación humana integral.”
El marxismo ha criticado las sociedades burguesas y capitalistas, reprochándoles la mercantilización y la alienación de la existencia humana. Ciertamente, este reproche está basado sobre una concepción equivocada e inadecuada de la alienación, según la cual ésta depende únicamente de la esfera de las relaciones de producción y propiedad, esto es, atribuyéndole un fundamento materialista y negando, además, la legitimidad y la positividad de las relaciones de mercado incluso en su propio ámbito. El marxismo acaba afirmando así que sólo en una sociedad de tipo colectivista podría erradicarse la alienación. Ahora bien, la experiencia histórica de los países socialistas ha demostrado tristemente que el colectivismo no acaba con la alienación, sino que más bien la incrementa, al añadirle la penuria de las cosas necesarias y la ineficacia económica.”
“A esta concepción se ha opuesto en tiempos modernos el totalitarismo, el cual, en la forma marxista-leninista, considera que algunos hombres, en virtud de un conocimiento más profundo de las leyes de desarrollo de la sociedad, por una particular situación de clase o por contacto con las fuentes más profundas de la conciencia colectiva, están exentos del error y pueden, por tanto, arrogarse el ejercicio de un poder absoluto. A esto hay que añadir que el totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás. Entonces el hombre es respetado solamente en la medida en que es posible instrumentalizarlo para que se afirme en su egoísmo. La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado.”
“El mismo curso de la historia mundial está poniendo de manifiesto la falacia de las soluciones propuestas por el marxismo. Este sistema teórico y práctico exacerba metódicamente las divisiones entre los hombres, y pretende resolver las cuestiones humanas dentro de un horizonte cerrado a la trascendencia.
El sistema marxista ha fracasado y eso ha sucedido precisamente por los motivos que la Rerum novarum aguda y, casi proféticamente, ya había señalado. En este fracaso de un poder ideológico y económico, que parecía destinado a prevalecer, e incluso a extirpar el sentido religioso en las conciencias de los hombres, la Iglesia ve ―más allá de todas las causas sociológicas y políticas― la intervención de la Providencia de Dios, la única que guía y gobierna la historia.”
(Audiencia General, 1 de mayo de 1991)
“Desde la celebración del Primer Encuentro Nacional de la Iglesia en Cuba ha habido en el mundo grandes transformaciones, que han marcado nuevas pautas en la sociedad y en las relaciones internacionales. Entre esas transformaciones cabe mencionar la caída, en Europa del Este, de un sistema político basado en la filosofía marxista (cf. Centesimus annus, 22), el cual tenía su influjo en Naciones de otros continentes.
Dicho sistema, difundiendo el ateísmo, acarreó a la Iglesia de aquellos países grandes pruebas, pues consideraba irrelevante e incluso nociva la profesión y práctica de la religión. En muchas ocasiones daba un tratamiento burocrático, excluyente y severo a la Iglesia, a sus instituciones y a los creyentes en general. Éstos se vieron limitados y a veces impedidos de proclamar el mensaje de Cristo y, en no pocas ocasiones, vivir la propia fe (Ibíd., 29). Si bien las condiciones de la Iglesia entre vosotros no eran exactamente las mismas que las descritas, los católicos cubanos, que hace diez años celebraban su Primer Encuentro Eclesial, habían experimentado situaciones difíciles.”

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