Thursday, November 17, 2016

Demasiado cochinero en el corral


lodo
OSCAR ROMO SALAZAR
A partir del jueves 10 del presente, en el que salió Guillermo Padrés del inmundo agujero donde había permanecido escondido durante los últimos meses, para entregarse en manos de la justicia -una acción desesperada que sus panegíricos quisieron hacer ver como de supremo valor y congruencia- se me estuvo formulando insistentemente la pregunta de si este asunto está siendo manejado con total seriedad, o si realmente se trata de otro infame show, otra pantomima armada para darle al pueblo mexicano, y en especial a los sonorenses, gato por liebre, o sea, basura por sustancia. Pregunta cuya contestación me obliga a definirme, y a cruzarme en tropel de la caballada ciudadana, y a someterme al implacable juicio de una comunidad soliviantada a niveles casi irracionales.


Mi respuesta, con base en la evaluación cuidadosa de las características de este asunto, que al menos en Sonora no tiene precedente comparable, invariablemente ha sido que no hay forma de que la justicia federal, en cuya esfera se encuentran estos procesos judiciales, nos salga con el domingo 7 al que nos hemos habituado a lo largo de infinidad de años de burlas grotescas, y de la aplicación de una justicia bastarda engendrada en el apareamiento incestuoso entre la impunidad, considerada la madre, y la corrupción, que es la hija que ha parido. A mi juicio la cosa va en serio, o al menos empezó a ponerse más y más seria, a medida que las investigaciones fueron poniendo en evidencia el universo de atrocidades cometidas por Padrés y Cía. el sindicato del crimen dentro de Acción Nacional.
Quienes nos dedicamos a la comunicación en forma total o parcial, sabemos del escepticismo que prevalece en los estratos sociales, sobre todo de Sonora. Un sentimiento que brota de los seis nauseabundos años de gobierno padrés-ista, en los que la impunidad pasó de ser un dolor sordo, a ser un cáncer abominable que terminó por infectar la totalidad de las instituciones públicas y privadas, y se derramó como un caldo de pus sobre la totalidad de la sociedad, hasta el último de sus rincones. La rabia que se mantiene a flor de piel en la comunidad tiene su razón de ser, y no hay forma de que disminuya y mucho menos que desaparezca. La gente tiene hambre y sed de justicia, y no se contentará con sucedáneos engañosos, ni con paliativos tibios. En este caso tendrá que ser el todo o nada.
En más de un sentido el país se encuentra en una encrucijada. Sonora en especial. No es un parteaguas o línea divisoria que define el antes y el después, sino una diversidad de caminos que se presentan ante nosotros como opciones a seguir, y desde luego el problema estriba en decidir lo correcto, sobre lo fácil o lo acostumbrado. La o las decisiones son harto complicadas de tomar, en buena parte por el alto grado de confusión que prevalece en la totalidad de las entidades. Confusión, molestia, escepticismo natural o alimentado, desconfianza generalizada, apatía, indiferencia, rabia ciega, tristeza, desesperanza… todo esto y mucho más nos afecta y nubla el entendimiento correcto, y el discernimiento sobre la gravedad del momento que vivimos.
Pero en este caso en particular no todos los caminos llevan a Roma, como dice la vieja frase. Algunos llevan a la Patagonia, otros a Siberia, otros Pénjamo… y otros -los más- al infierno. Si en esta ocasión equivocamos el camino, como nos hemos equivocado tantas veces en el pasado, nos llevará la tía de las muchachas y muy probablemente este camino equivocado no tenga retorno. Pero el ruido político, el escándalo mediático y la barahúnda de la turba no nos permite escuchar, y la polvareda levantada por las marchas, las caminatas y manifestaciones callejeras nos impiden ver con suficiente claridad lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Y así, ciegos y sordos y con paso inseguro, nos encaminamos hacia nuestro destino.
Injusto sería dejar de reconocer que las autoridades judiciales sonorenses han estado haciendo su parte en la investigación y el seguimiento de las investigaciones y también en la integración de los expedientes. Tenemos pruebas abundantes de que la Fiscalía Anticorrupción, bajo la tutela de Odracir Espinoza, ha trabajado sin descanso desde que fue oficial y legalmente instalada. Y sin embargo una buena parte de los ciudadanos sonorenses no está satisfecha, no le basta y quiere más, mucho más. Razón no les falta, pero por desgracia no siempre las cosas resultan a la medida de las expectativas ciudadanas.
Injusto sería también dejar de reconocer que gracias a la estrecha coordinación entre las instancias judiciales estatales y las correspondientes federales, ha sido posible llegar a este momento en que está a punto de surgir la noticia que todo Sonora, y buena parte de México, están esperando con inquietud y ansiedad, por la simple y sencilla razón de que de ello dependen muchas cosas que son de incuestionable trascendencia para el futuro del país y de nuestro estado.
Alea jacta est: La suerte está echada
En el preciso momento de estar escribiendo estos comentarios me llega la noticia de que un juez ha dictaminado la vinculación a proceso de Guillermo Padrés, y que en consecuencia ha dictado auto de formal prisión en contra suya. Con esto queda zanjada cuando menos una parte gruesa de la desconfianza que todavía hasta temprana hora de la mañana de ayer prevalecía en un importante sector de la ciudadanía sonorense. Si habría o no arreglo bajo la mesa, si se negociaría la justicia y prevalecería la impunidad y volvería a ser burlada la justicia, son temas que, por lo pronto, han quedado superados. Esto apenas comienza y el o los procesos seguirán su marcha y las opiniones de los expertos apuntan hacia un largo período de espera, hasta que se dicten las sentencias finales.
¡Por fin! Se ha dado el primer y más importante paso, el que todo Sonora esperaba: Guillermo Padrés está donde casi todos los sonorenses desde hace largo tiempo queríamos que estuviera, excepción hecha, desde luego, de sus defensores y cómplices, que hoy comprueban que de nada han servido los millones de pesos producto de su depredación gastados en despachos divinos y leguleyos guizacheros de entraña vil, ni las estrategias mediáticas tramposas y los coros mercenarios que han entonado alabanzas a la valentía y la inocencia del tipo más corrupto y aborrecible que ha conocido Sonora.
Mañana o pasado retornará la calma al ambiente social y político de nuestra entidad. Y doy por hecho que los cómplices que tuvo Padrés dentro el sector político y empresarial regional que aún gozan de libertad, deben estar temblando de pavor, encendiendo veladoras y tramitando solicitudes de amparo a dos manos, tratando de escapar al destino que les corresponde. A juzgar por lo sucedido al líder de la manada, que tuvo y aún tiene en su poder enormes cantidades de dinero para mantener sus costosas defensas jurídicas, las expectativas de ese voluminoso paquete de bribones y descastados de cuello blanco o prieto, están siendo gravemente comprometidas.
En medio de la algarabía generada en Sonora por la decisión del juez federal que dictó el auto de formal prisión contra Padrés, debo reconocer que en lo personal me siento particularmente satisfecho de que los hechos me hayan dado la razón, no porque con ello se demuestre que soy muy chingón, y mucho menos que sea infalible, sino porque me confirma en la confianza que en todo momento -inclusive cuando más alto era el escepticismo y la desconfianza popular- tuve en el estado de derecho y el sistema judicial en nuestra nación.
Y sostengo aquí y donde sea, que un país que carece de un poder judicial sólido y confiable, es un país que está destinado a sucumbir ante el embate del desorden y la criminalidad. Si bien es cierto que en estos momentos la inseguridad campea en todos los rincones del país y de nuestro estado, no cabe duda de que lo ocurrido la mañana de ayer, servirá como piedra de toque en la recuperación, siquiera parcial, de la confianza perdida en la ley, la justicia y el orden dentro de la sociedad, de los cuales depende en gran parte la calidad de vida que todos anhelamos.
Aún no es posible asegurar que se haya hecho justicia a plenitud y cabalidad. Para ello aún falta tiempo, y en tan larga espera deberemos hacer acopio de calma y paciencia, pero los procesos se han iniciado y los engranajes del sistema judicial se han puesto en movimiento, algo que muchos llegaron a jurar que nunca sucedería, dado el grado de suciedad y perversión que de largo tiempo atrás se percibe en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, las tres resquebrajadas torres en que se sustenta la viabilidad de nuestra dolorida nación.

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