Thursday, October 13, 2016

Sostener el mundo

Luis Alfonso Herrera reseña la La rebelión de Atlas de Ayn Rand, destacando que obras como esta aportan claves para superar la tragedia colectiva del Socialismo del Siglo XXI.

Luis Alfonso Herrera es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
En el prólogo a su libro de ensayos La verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa afirma que mientras en las sociedades abiertas la historia y la ficción se distinguen claramente, y por tanto las personas distinguen entre los hechos verificables y las fantasías y utopías, en las sociedades cerradas esa distinción no solo desaparece, sino que cada día es más difícil de establecer y recuperar. La Venezuela de hoy es un ejemplo de sociedad cerrada (con predominio de un “pensamiento” único, con mínima libertad informativa, sujeta a una criminal planificación central económica y sin división de poderes), en la que cada día existen menos espacios para ejercer la libertad individual, a precio por demás muy alto para quienes se atreven a hacerlo.



En ella, historia y ficción están mezcladas del todo, en parte debido a la grotesca manipulación de la historia de Venezuela (convertida en el relato infantil y maniqueo del ascenso al poder del fallecido Hugo Chávez y su “revolución”), y en parte también a causa de la forma “novelesca” como son tratadas la política y en especial la economía (con neolengua, extravagancia, irresponsabilidad, lugares comunes, excesos ideológicos e ignorancia de los hechos), ámbitos en los que uno llega a sospechar que el régimen de facto que detenta el poder en el país tiene como referencia los relatos de George Orwell en 1984 y de Ayn Rand en La rebelión de Atlas, desde luego, para extraer de aquellos métodos para cumplir su objetivo de control total de la vida de los venezolanos.
Sobre esta última novela, de la que ha escrito con sapiencia y sentido crítico el profesor Víctor Maldonado, conocedor del pensamiento filosófico de Rand (véase entre otros textos “¿Quién es John Galt?”), cabe decir, resumiendo mucho, que en ella se describe cómo un supuesto régimen democrático basado en la regla de mayoría y la primacía del Estado sobre los individuos, a través de controles y el saqueo impune de los bienes de propiedad privada de empresarios productivos y demás ciudadanos, todo ello en nombre de la justicia social, el interés general y el bien público, puede terminar arruinando a la sociedad más próspera y libre del planeta, para condenar a sus integrantes a la servidumbre y el atraso, y cómo únicamente quienes “sostienen al mundo” están en capacidad, si actúan con base en las ideas de libertad y organizadamente entre sí (cosa que logran hacer en el relato John Galt, Dagny Taggart y Henry Rearden), de demostrar a los arrogantes burócratas, a los mercantilistas de profesión, a los opinadores oficiales de lo “políticamente correcto” y al resto de los ciudadanos, que ese proceder, en apariencia justo y benévolo es fuente de hipocresía, resentimiento, robos, envidia, pobreza y violencia.
Para Rand, son los empresarios quienes sostienen el mundo, pues son ellos quienes al desempeñar su papel creador de riqueza (bienes y servicios) buscando satisfacer sus propios intereses (no por altruismo), inventan, innovan y hacen que la vida sea más digna, placentera, próspera y libre para todas las demás personas. No tengo la menor duda al respecto, pues sin el descubrimiento y cultivo de esa función, la humanidad seguiría en el medioevo y condenada a la opresión. Sin embargo, pienso que hay otros roles que también ayudan a sostener el mundo, y que no es el incentivo económico, en última instancia, el motivo primario de la acción humana.
Científicos, escritores, deportistas, políticos, diseñadores, artistas, etc., si actúan según las ideas de libertad, sin pretensiones colectivistas ni redentoras, limitándose a hacer aquello que los hace felices según sus propias elecciones, también pueden ser sostenes del mundo, ya que en cada uno de estos roles los seres humanos también pueden aportar ideas, estilos, cursos de acción y propuestas que resuelvan problemas de las personas, abran nuevas oportunidades e inspiren a otros a mejorar sus vidas. Y todo ello es posible, porque como bien lo plantea Deirdre McCloskey en Las virtudes burguesas, “construimos una sociedad comercial exitosa también a partir del amor...”, una emoción positiva (que va más allá del amor de pareja o familiar) con apoyo en la cual, todo ser humano, empresario o no, puede también sostener y mejorar al mundo, simplemente buscando su propio beneficio.
Es gracias al amor, como hace siglos lo explicó Adam Smith, no al odio ni a la envidia, en primer lugar hacia nosotros mismos, y luego hacia las personas, animales no humanos, ideas, actividades y cosas que nos moldean como personas, que podemos los seres humanos mejorar el mundo en que vivimos. Lecturas como La rebelión de Atlas, más allá de su interpretación tradicional, nos da a los venezolanos de esta época varias claves para superar, de verdad, la tragedia colectiva en la que elegimos participar desde al menos 1998, pero cuyas causas últimas se remontan, sin duda, a la década de los años 70 del siglo XX.

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