Monday, October 10, 2016

Pagando rescate a Irán

Iran nuclear
Ha costado meses de interrogatorios, pero después de numerosos y embarazosos silencios ante las preguntas, el Departamento de Estado ha reconocido por fin la verdad sobre la liberación iraní de los rehenes estadounidenses el pasado mes de enero.
A pesar de haber negado durante meses que la entrega de 400 millones de dólares a Teherán el día de la liberación fuese el pago de un rescate, el portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, dijo que la intención de Estados Unidos era “tener el máximo margen de maniobra” en el canje. Es una bonita manera de decir que la administración Obama pagó una abultada cifra por el rescate.
El rescate plantea al menos dos asuntos cruciales. Uno concierne a la naturaleza del acuerdo nuclear con Irán. La otra es cómo ha socavado, tal vez fatalmente, un principio clave de la política antiterrorista de Estados Unidos.


El concepto básico del cambio de política de Obama con respecto a Irán era que a Irán se le estaba dando una oportunidad “para estar a bien con el mundo”. Esas expectativas no se basaban únicamente en la idea de que el acuerdo nuclear liberalizaría la sociedad y la política exterior iraníes, sino que permitiría una mayor cooperación entre Washington y Teherán en asuntos como la guerra contra el Estado Islámico (EI).
La primera esperanza era una completa fantasía, ya que los líderes teocráticos de Irán han reforzado su control sobre el país y no han mostrado ningún interés en el cambio. La idea de que Irán pueda ser un socio en la guerra contra el EI era igual de ilusoria. Ocurre lo contrario: los objetivos de Irán –en Siria, la preservación del régimen de su aliado Bashar al Asad, y en Irak el fortalecimiento de las milicias chiíes que respalda– son incompatibles con cualquier estrategia que pueda llevar a la derrota del EI. Todos estos años de conversaciones, en los que los iraníes han obligado a Estados Unidos a hacer constantemente concesiones, que después han devenido en una negociación sobre rehenes, hace saltar por los aires la idea de un acuerdo con los “moderados” promovida por la caja de resonancia de la Casa Blanca durante 2015.
El pago por los rehenes, junto a la fiebre iraní del oro de las empresas occidentales –ahora que han desaparecido las sanciones–, pondrá a más gente en la diana de los secuestros, apenas disimulados, del Estado iraní. Esto sentará un precedente que dará a Irán, o a cualquier otro cazador de rehenes, la fuerza necesaria para chantajear a Estados Unidos.
Aunque la administración Obama esté tratando este caso de rescate como una mera y desagradable coda a otras iniciativas de política exterior que sí habrían sido exitosas, la verdad arroja un panorama muy distinto: el de un despiadado adversario terrorista que ha demostrado que puede exprimir a Estados Unidos.

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