Monday, October 10, 2016

La falta de reformas ha retardado el desarrollo de Ucrania

Marian L. Tupy compara el desempeño económico y en libertades civiles y políticas de Estonia, Polonia y Ucrania.
Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Ucrania volvió a los titulares de la prensa en el verano. El conflicto del país con Rusia, que ha sido incesante desde 2014, se está calentando nuevamente. Hay una posibilidad real de que el dictador ruso Vladimir Putin trate de tomarse todavía más territorio ucraniano en los próximos meses. Los rusos están sufriendo de una recesión económica causada por las sanciones occidentales y por la caída del precio de los commodities, y Putin podría tratar de acaparar entusiasmo electoral alrededor de su partido apelando al nacionalismo.
Para hacer las cosas todavía más interesantes, el dictador parece haber desatado una armada de hackers para causar estragos en las elecciones presidenciales de EE.UU. y el New York Times reportó que el director de la campaña de Donald Trump, Paul Manafort, puede haber recibido hasta $12 millones del partido pro-Rusia del exiliado presidente ucraniano Viktor Yanukovych. De manera que, ¿qué deben entender los estadounidenses de los problemas de Ucrania?



Ucrania es vulnerable a la expansión territorial de Rusia —ya ha perdido Crimea a Rusia— porque es pobre y no puede defenderse adecuadamente de su vecino oriental que está mucho mejor armado. Hay dos maneras posibles mediante las cuales Ucrania podría mejorar su fortuna. Primero, podría encontrar un auspiciador extranjero dispuesto a proveer a Ucrania con inteligencia y armas sofisticadas, e incluso con asesores militares. Normalmente, EE.UU. lo haría. Luego de 15 años de un conflicto sin interrupción que ha costado miles de vidas y casi quebrado la Tesorería de EE.UU., sin embargo, los estadounidenses están cada vez más reacios a comprometerse en el extranjero en conflictos largos y costosos. Para complicar más las cosas, los estadounidenses requieren de la cooperación rusa para lidiar con la guerra civil en Siria, el acuerdo nuclear con Irán, así como también con una serie de asuntos globales que van desde el contra-terrorismo hasta la no-proliferación de armas de destrucción masiva.
Sin duda, los ucranianos estarán esperando que el próximo concurso presidencial sea ganado por la testaruda neoconservadora de Hillary Clinton en lugar del mercurial Donald Trump. Clinton, que fue humillada por el fracaso de su “reinicio” con Rusia, puede saborear el prospecto de darle un ojo negro a Putin, pero eso solo implica una ayuda limitada para Ucrania. EE.UU. necesita la cooperación rusa, tal como es, más de lo que necesita asegurar la integridad territorial de Ucrania. Tarde o temprano, Clinton será obligada a negociar con los rusos de la misma forma en que George W. Bush y Barack Obama lo hicieron. Desde la perspectiva ucraniana, una presidencia de Trump sería todavía peor. Las declaraciones pro-Rusia de Trump y su actitud despreocupada hacia deliberaciones serias de políticas públicas, tanto extranjeras como domésticas, hacen de el impredecible y, por lo tanto, poco confiable para aquellos dependientes de la política exterior de EE.UU.
De cualquier forma, a los ucranianos les convendría no depender demasiado de la ayuda estadounidense para contrarrestar a Rusia. En cambio, deberían depender de sus propios recursos. Y aquí Ucrania tiene mucho trabajo por hacer. Ucrania no ha logrado, luego de la caída del muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en 1991, reformar de manera comprensiva su economía de la era comunista. A diferencia de Polonia, una economía igual de pobre y altamente regulada a fines de la década de 1980, y Estonia, otra nación ex-comunista, las reformas económicas de Ucrania  empezaron relativamente tarde y fueron, en el mejor de los casos, a medio camino. Hoy, la libertad económica de Ucrania es similar a la Ghana y Burkina Faso.

Que Ucrania es un desastre económico puede deberse a que su ingreso per cápita ajustado para la inflación y para el poder de la paridad de compra, que ha caído en un 30 por ciento desde 1989. Contraste eso con Polonia, que era igual de pobre que Ucrania en 1989, pero que ha aumentado en un respetable 119 por ciento. Estonia vio su ingreso promedio aumentar en un 98 por ciento entre 1989 y 2015.

La expectativa de vida, que es el mejor indicador del bienestar humano en cualquier país, cuenta una historia similar. Con ingresos crecientes, Estonia y Polonia vieron su expectativa de vida aumentar en un 13 por ciento y 15 por ciento, respectivamente. La expectativa de vida de Ucrania aumentó por un pobre 4 por ciento entre 1989 y 2015.

El control estatal de la economía demostró ser un campo fértil para la corrupción —con los “industrialistas” políticamente conectados llevándose las empresas más rentables a cambio de donaciones financieras a sus amos políticos (Nótese que el Índice de Percepción de Corrupción y el indicador de Estado de Derecho del Banco Mundial empiezan solo a mediados de la década de 1990, para cuando Polonia y Estonia ya habían realizado muchas reformas económicas y políticas).

La relación incestuosa entre los empresarios y políticos en Ucrania ha retrasado el desarrollo institucional en el país. Hoy, el Estado de Derecho y la democracia se encuentran menos desarrollados allí que en la mayoría de las naciones ex-comunistas, incluyendo a Polonia y Estonia.


Ucrania necesita desenredar su sistema político de su economía. La única manera de lograr esto es mediante un proceso extensivo de privatización de las empresas ucranianas, que deberían ser vendidas al mejor postor—preferiblemente un occidental. Las ganancias de la privatización podrían ser utilizadas para fortalecer la débil armada ucraniana y podría hacer más costoso el imperialismo ruso. Los países occidentales estarán obligados a proteger las inversiones de sus empresas en Ucrania a través de presión diplomática sobre Rusia. Además, los administradores occidentales traerán estándares mucho más altos de transparencia y de rendición de cuentas a Ucrania, mejorando así el ambiente general de negocios del país. Finalmente, será mucho menos probable que los administradores occidentales ofrezcan sobornos a los políticos ucranianos y que esto a su vez tenga un efecto positivo sobre el desarrollo de las instituciones en Ucrania. La libertad económica, en pocas palabras, es la única forma en que la economía de Ucrania puede ser estimulada, su política limpiada, sus fuerzas armadas fortalecidas y su integridad territorial preservada

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