Friday, October 28, 2016

CONVERSACIONES CON EL TIO GILBERTO XXXI




REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
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Luego de hacer algunas notas de mis largas reuniones con don Antonio, ahora me dirigía a mi ciudad natal de Hermosillo con el exclusivo propósito de explorar esa conciencia de mi padre ya extraviada. Jamás cruzó por mi mente lo que este encuentro me develaría. Aquel cerebro de explosiva potencia y de una gran intelectualidad, permanecía ahora en cierta forma apagado como huyendo de la realidad y ese, era ahora mi reto: Rescatarlo y exprimir las últimas gotas de historia y sabiduría que, sin lugar a dudas todavía guardaba en su profundidad.


Si algo había siempre disfrutado mi padre, era el tomarse su café muy de madrugada y por no sé que motivos, mis hermanas habían decidido que era algo que le hacia daño y se lo negaban. Pero llegaba yo armado con kilos del café combate que toda su vida había disfrutado en ese su muy especial ritual. Al dia siguiente de mi arribo, me levanto a las 5 AM y de inmediato me doy a la tarea de preparar el café estilo rancho, de aquellos arenosos que tanto gozaba cuando la Colacha se lo servia en Las Calaveras. Estaba por servirme la primera taza, cuando aparece en el comedor y sonriendo me dice; que bonito huele a café. Siéntate le digo, te voy a servir uno. Se le ilumina el rostro como a un niño que le han dado permiso para hacer algo que realmente le gusta.

Le pongo enfrente rebosante la enorme taza que le regalaran los hijos de Carlos Armando Biebrich años atrás, con la leyenda; TATA #1. Le da el primer sorbo y no oculta su gran placer al exclamar; ¡que buen café! ¿De donde lo trajiste? pregunta ahora. Te lo manda la Colacha del rancho, sonríe y exclama; que buen detalle de esa mujer. Iba ya por su segunda taza cuando lo fusilo con mi solicitud; oye papá, háblame de mi tío Gilberto. Me dirige una mirada como de gran sorpresa, y calla unos segundos. Inicia; ah, Gilberto mi hermano, ese fue un gran hombre en toda la extensión de la palabra, y sobre todo, el ser humano mas íntegro y valiente que yo haya conocido.

Fíjate continúa, yo era un niño huérfano de padre viviendo en un pueblo de la sierra como lo era Sahuaripa a principios del siglo. Mi madre era una generala que a pialerasos lidiaba con todos nosotros que habíamos sido 16 y, eso porque mi padre falleció a los 52 años de edad cuando yo tenia un año, si no, tal vez hubiéramos llegado a ser mas de veinte. El no haber conocido a mi padre dejaba un gran vació y mis recuerdos de niñez, son realmente tristes. Sin embargo, de repente todo eso cambiaba cuando mi hermano Gilberto me llevaba a vivir con el a la ciudad de Mexico, siendo ya Secretario de Gobernación en la presidencia de Obregón.

A medida que avanzaba en su relato más alerta lo veía y me sorprendía. Continúa; de estar viviendo en el pueblo entre la multitud que éramos y una madre histérica, pues al enviudar debía tomar la carga de sostener ese ejercito, de repente me encuentro viviendo en una casa contigua al Castillo de Chapultepec, asistiendo a una de las mejores escuelas primarias de la ciudad, y lo mas importante, Gilberto y Sofía me trataban como si fuera un verdadero hijo. El Presidente Obregón vivía en el castillo y recuerdo muy bien que todas las mañanas la guardia de yaquis que mantenía, nos llevaban a mí y a Alvaro Jr. a montar ponys por todo el bosque. Yo me reía mucho de Alvaro cuando le recordaba que siempre lo vestían de charro y sonriendo me respondía: no se lo cuentes a nadie ¿bueno?

Como pude lo fui llevando al tema que en esos momentos me interesaba conocer y del cual, no tenía casi nada de información: El destierro. Cuando finalmente lo centro en esa etapa de su vida, me doy cuenta de que lo invade una gran tristeza y por primera vez, descubro esa gran cruz que había cargado durante toda su existencia. Me dirige esa mirada tan parecida a la del tío Gilberto que casi fusilaba, e inicia. Gilberto debería de haber sido presidente cuando asesinaron a Obregón, era el mejor hombre que el país tenía pero, su problema fue el que nunca se dejaría mangonear por Calles. Mi vida, desde mi salida de Sahuaripa se había convertido en un cuento de hadas. Las mejores escuelas en Mexico, luego a mis 13 años de edad, me voy a Europa con Gilberto y me inscribe en el Real Ateneo de Bruselas, uno de los mejores de Europa.

Gilberto fue mi inspiración para estudiar leyes puesto que, me había inculcado ese gran amor al estado de derecho y así, se convertía en mi guía para combinar mis estudios con otras ciencias que el amaba; filosofía y letras. Yo había ya ingresado a la Universidad de Bruselas y el mundo me sonreía. Visualizaba mi futuro y me proyectaba en unos años con mis títulos y diplomas de las mejores Universidades del mundo. Mi hermano era uno de los politicos mas prestigiados y estaba seguro que la presidencia le aguardaba para construir un verdadero país. Luego soñaba con entrar al servicio diplomático al regresar a Mexico. Lo que nunca consideré, es que el servicio público en México, luego de las tenebras revolucionarias, quedaría vedado para los hombres íntegros y honestos.

Cuando Calles debería de haber dado por terminado el control de los militares para abrir paso a la civilidad con hombres como Gilberto, le daba la espalda al pueblo al iniciar esa dictadura de partido que tanto daño le ha hecho, y le sigue haciendo a México. Cuando el Gral. Obregón lanza de nuevo su candidatura, yo fui testigo de las luchas interiores de mi hermano ante las alternativas: romper el orden constitucional, o, permitir que Calles tejiera esa red para aprisionar a los mexicanos. El proceso que vivió Gilberto en esa época, fue muy doloroso puesto que, consideraba que Obregón, su padrino,  rompía el orden constitucional. Pero yo siendo un chamaco inexperto, en el fondo me daba gusto pues sabía muy bien de la relación tan especial que Gilberto mantenía con Obregón. Pero conociendo a mi hermano, jamás se lo mencioné, pues conocía muy bien su posible reacción ante alguien simpatizando con la ruptura de la ley.

Yo estaba con Gilberto cuando se enteró de la muerte de Obregón y ese detalle que él poco platicaba, de haber tenido cierta premonición, a mi me tocó vivirlo. Regresábamos a Londres, luego de un dia en la playa, cuando de repente Gilberto le dice a Sofía no sentirse bien y, ya sudaba profusamente cuando por increíble que parezca es cierto, le sale una frase: Tengo el presentimiento que algo le ha sucedido al Gral. Obregón. Al llegar a la embajada ya lo esperaba el cable donde le notificaban del asesinato. Nunca había visto a mi hermano tan devastado. Obregón era, tal vez, el hombre que más hubiera admirado Gilberto, su padrino, su mentor, su gran amigo, y la noticia de su muerte, interiormente lo destrozaba.

Gilberto luego de recibir la devastadora noticia, se dejaba caer en un sillón de su oficina en la embajada y, ahí permanecería en silencio durante algo que a mi me pareció una eternidad. Yo sabía bien lo que en esos momentos cruzaba por su mente pues con esa sabiduría premonitoria, él ya dibujaba la visión de un México encadenado por otra dictadura. Después de varias horas de haber permanecido en su encierro, Sofía me pide; ve y habla con Gilberto pues sé que en estos momentos sufre.

Sin anunciarme entro a la oficina en oscuras y le pregunto; ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Levanta la mirada y me dice; tantas vidas perdidas, tanto destrozo para regresar a lo mismo. El Gral. Obregón no merecía esa muerte tan miserable. La revolución se ha perdido.

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