Wednesday, October 5, 2016

Consumidores sí, empresarios no

Los consumidores siguen apostando a la economía mexicana, pero en contraste, los empresarios no lo están haciendo, al menos no lo suficiente.

Hace un par de días se dieron a conocer cifras relativas al consumo.

En septiembre las ventas de autos crecieron 18 por ciento respecto al mismo mes del año pasado. Y durante los primeros nueve meses del año las ventas de vehículos crecieron también en 18.4 por ciento y lograron la marca histórica de un millón 119 vehículos.

La mayor parte de las ventas se dan a crédito. Cuando un consumidor promedio toma un crédito, que puede ser a plazos desde dos hasta cinco años, está asumiendo que va a tener ingresos en ese lapso que le van a permitir pagar el crédito.

El comprador de un vehículo está calculando sus oportunidades y sus riesgos, y si hay más y más ventas de vehículos, hay más consumidores que están considerando que hay condiciones para tomar el riesgo.
Pero, además, las crecientes ventas de las tiendas de autoservicio y departamentales reflejan que aun en el caso de bienes no duraderos, la gente sigue comprando más.

El consumidor mexicano sigue siendo quien mantiene a flote a la economía mexicana.

Lamentablemente no ha pasado lo mismo con la inversión productiva.

El Inegi reportó ayer que la inversión fija bruta a julio cayó en 1.7 por ciento a tasa anual, con lo que suma cuatro meses consecutivos en retroceso.

En los primeros siete meses del año esta variable tiene una tasa de menos 0.1 por ciento respecto al mismo lapso del año pasado.

En los últimos cuatro años esta variable creció 5.9 por ciento, lo que implica una tasa anual promedio de 1.4 por ciento.

Cuando se habla de que México es una economía que avanza a dos velocidades, usualmente se piensa en que por un lado está el sector moderno, que exporta, que se ha modernizado y que ha tenido un crecimiento rápido. Y por otro están las áreas más atrasadas, usualmente al sur del país, que mantienen un rezago persistente.

Pero también hay que decir que una es la velocidad del consumo privado y otra muy diferente la de la inversión productiva.

Ayer, le comenté en este espacio respecto al pesimismo que reflejó la más reciente encuesta levantada por el Banco de México entre los especialistas económicos del sector privado.

Ayer también el FMI revisó a la baja su expectativa de crecimiento para este año, para alinearse al 2.1 por ciento pronosticado por los expertos.

Otra sería la historia si los empresarios estuvieran invirtiendo más. Hay incertidumbre, desconfianza y cautela, no importa qué digan en sus discursos o cuántos cortes de listón tengan.

Para que la economía mexicana crezca más, se requiere que los dos ingredientes más importantes de la demanda crezcan juntos.

El ‘combustible’ del consumo se va a acabar si no es respaldado por un crecimiento mayor de la inversión. Y como la del sector público no va a crecer por restricciones fiscales, tendrá que ser la del sector privado la que dinamice la economía.

Quizás hoy el “factor Trump” pueda explicar parte de la apatía y la parálisis, pero el gobierno tiene la tarea de cambiar el ánimo empresarial si el 8 de noviembre por la noche podemos olvidarnos del riesgo y la amenaza.

¿Se podrá hacer? Así lo deseamos.

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