Tuesday, October 4, 2016

ÁLVARO VARGAS LLOSA El día después del plebiscito en Colombia






El plebiscito sobre los acuerdos de paz que tendrá lugar en Colombia el domingo es un acto de fe por ambas partes.

Los del “Sí”, probables ganadores, creen que la relativa impunidad y la representación política que los acuerdos garantizan a los terroristas FARC son un precio aceptable porque a cambio habrá paz y la democracia republicana no será reemplazada por una dictadura “bolivariana”.
Los del “No” creen que el precio es inaceptable porque la paz no sólo garantizará la impunidad a los autores de las atrocidades conocidas, sino que los dejará en una posición de fuerza desde la cual socavarán las instituciones republicanas hasta llegar al poder.


 
Los precedentes históricos en principio avalan más a los del “Sí” que a los del “No”: los acuerdos de paz, como las transiciones negociadas de la dictadura a la democracia, por lo general han traído una disminución dramática de la violencia y no han dado pie a regímenes autoritarios y totalitarios.

Ni en Sudáfrica, ni Irlanda del Norte, ni en Centroamérica puede decirse, por mencionar los ejemplos más obvios, que haya dictadura o que la paz sea una farsa.
También es cierto que en aquellas transiciones de la dictadura a la democracia donde hubo bastante impunidad, por lo general se impuso la democracia, o algo muy parecido aunque imperfecto, y hubo una disminución sustancial de la violencia o la represión. El caso de España y de las transiciones latinoamericanas inspiradas en la madre patria son un ejemplo obvio, como lo son un puñado de países centroeuropeos.
Las excepciones, por cierto, son demasiado importantes para ignorarlas olímpicamente. El FMLN salvadoreño, por ejemplo, además de gozar de impunidad al igual que muchos militares, logró llegar al poder. Se insertó en la vida civil y política en 1992, tras los Acuerdos de Chapultepéc, y ganó las elecciones en 2009.
La crisis de Arena y el dinero venezolano, además de una forma relativamente autoritaria de ejercer el poder, le han dado al Fmln un control de la vida política crecientemente hegemónico. Si el chavismo no estuviese agónico, su alianza con Caracas sería un asunto más grave del que es hoy.
Lo ideal, lo justo, sería que en Colombia la URNG guatemalteca, que malvive con un dos por ciento del voto popular y que desde 1996, cuando se insertó en la democracia, ha pagado el precio de su pasado. Pero no hay garantía de que esto le suceda a las FARC, que por lo demás tienen dinero gracias al narcotráfico.
¿Qué hacer? Creo que, ante la victoria del “Sí”, los del “No” deberán cambiar el chip. No tendrá sentido actuar como si fuera posible retroceder el tiempo. Todas sus energías deberían estar puestas en lograr que las FARC tengan un destino más parecido a la URNG guatemalteca que al FMLN salvadoreño. Y para ello necesitarán una cabeza fría de la que en estos días encendidos han carecido, por razones comprensibles pero resultados contraproducentes.
Toda transición a la paz desde una situación de conflicto acarrea impunidad. Este es el aspecto horroroso que los del “No” tienen que aprender a aceptar para poder enfocar todo su esfuerzo en que el otro precio -la llegada de las FARC al poder- no se produzca en las próximas décadas. Ello es perfectamente posible a pesar de los 10 escaños que les garantizan (más los que puedan obtener gracias a los 16 escaños que representarán a zonas muy afectadas por el conflicto) y del acceso a ciertos medios de comunicación.
No olviden, amigos del “No”, que hoy las FARC no llegan al tres por ciento de aprobación y que a millones de votantes del “Sí” les inspiran la misma repugnancia que a ustedes. Actuar como si la eventual victoria del “Sí” fuese un triunfo de las Farc sería contribuir que el mayor de todos los temores -que los terroristas lleguen al poder por la vía democrática- empiece a hacerse realidad.

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