Thursday, September 8, 2016

Lo siento, Krugman: La austeridad es buena para la economía


 
Paul Krugman fue de nuevo contra Alemania el 26 de agosto en su columna del New York Times, “Germany’s Drag”. Después de que el gobierno alemán publicara un superávit fiscal del 1,2% del PIB para la primera mitad de 2016 (muy por encima de la previsión del FMI del 0,3%), parece que Krugman no ha podido aguantar más. Afirmaba que “lo que estamos viendo en los círculos de la élite es una apreciación muy tardía pero todavía bienvenida de que la política monetaria necesita la ayuda de una expansión fiscal”. Sin embargo, hay dos malvados opositores a un mayor gasto público: El Partido Republicano en EEUU, liderado por Paul Ryan (el “conservador de la línea dura, amante de Ayn Rand y que odia los impuestos progresivos”) y Alemania.
 
Sin embargo, su crítica a las medidas alemanas de austeridad parece bastante dudosa, considerando que desde la crisis económica a los países europeos con superávits presupuestarios o pequeños déficits les ha ido claramente mejor que a los países con grandes déficits. Basta con mirar a países como Reino Unido, Irlanda o incluso España (los países que redujeron significativamente sus déficits en años recientes) y compararlos con Grecia o Portugal. Se descubre fácilmente qué políticas funcionaron mejor. También los países escandinavos, que tanto gustan en general a Krugman, han publicado constantemente en el pasado déficits pequeños o incluso superávits. En 2015, Noruega tuvo un superávit del 5,7% del PIB y Suecia tuvo un presupuesto equilibrado. Pero extrañamente, los grandes países nórdicos socialistas aquí no cuentan para Krugman. Aun así, parece haber una clara correlación entre crecimiento económico y déficits bajos, como puede verse en el siguiente gráfico.
(No se han usado los datos de 2015 porque el crecimiento irreal del 26,3% del PIB de Irlanda distorsionaba los datos. La relación es muy similar cada año de 2012 a 2014).
Esto tampoco debería ser una sorpresa. “La austeridad pública es una condición necesaria para el florecimiento privado y una rápida recuperación”, como escribe Philipp Bagus. Entretanto, más programas de estímulo empeorarían aún más la situación y solo generarían otro auge artificial e insostenible.
Aun así, Krugman piensa que se necesita un “impulso fiscal” debido a la “bajaflación” que se está produciendo en Europa. Sin embargo, la baja inflación de precios parece ocultar la situación real. La oferta monetaria ha aumentado en un 4,8% en el último año, los precios de las viviendas han aumentado en varios países y han causado escaseces en las ciudades y el Euro Stoxx 50, un índice bursátil de la Eurozona, ha aumentado en un 34,4% en los últimos cinco años (y un 234,2% desde 1987). Además, la relación entre deuda pública y PIB ha repuntado en los últimos años (lo que, por cierto, plantea serias dudas sobre la llamada “austeridad” impuesta por Alemania). En general, ya se han hecho muchas cosas. Solo porque (todavía) no se haya reflejado inflación de precios, eso no significa que estemos en una época de restricciones fiscales.
Algo que Krugman entiende bien es que precios y salarios están “desalineados dentro de Europa” y que algunos países, especialmente en el Mediterráneo, necesitan una devaluación interna. Sin embargo, no está claro por qué Alemania es responsable de eso. Por el contrario, al contrario que la mayoría de los estados de la UE, Alemania ya se ha recuperado de la devaluación y debido a ello está en una situación mejor. En la década de 1990, los costes laborales disminuyeron significativamente, como se muestra el gráfico inferior, y las empresas alemanas invirtieron fuertemente en el extranjero, haciéndose así más competitivas, en comparación con otros países, en los que los salarios han aumentado. Adicionalmente, el gobierno alemán presentó el polémico programa “Agenda 2010” en 2003, que incluía bajadas de impuestos (incluyendo grandes bajadas los impuestos de la renta y de sociedades), reducciones en las prestaciones de desempleo y una disminución en las prestaciones de las pensiones. Es notable que estas políticas fueron presentadas por el Partido Social Demócrata (es decir, por “socialistas democráticos”, como diría Bernie Sanders) y el entonces canciller Gerhard Schröder, que posteriormente tuvo que dejar el cargo. Gracias a estas reformas de la década de 1990 y principios de la del 2000, Alemania fue capaz de acabar con sus problemas económicos (o al menos disminuir los).
Fuente.
Como señala una y otra vez Philipp Bagus en su brillante libro La tragedia del euro, estos cambios tiene que producirse también en los países del sur de Europa. Tomemos simplemente a Grecia como un buen ejemplo:
Grecia fue admitida [en la Unión Monetaria Europea] con un tipo de cambio muy alto. Con este tipo y los salarios que prevalecían, muchos trabajadores no eran competitivos comparados con los trabajadores mucho más capitalizados de los países del norte. Para aliviar este problema, las alternativas eran (1) reducir los salarios para aumentar la productividad, (2) aumentar el gasto público para subvencionar el desempleo (con prestaciones de desempleo o planes de jubilación anticipada) o (3) emplear a los no competitivos directamente como trabajadores públicos. Debido a la fortaleza de los sindicatos, la primera alternativa se dejó de lado. Los políticos eligieron la segunda y tercera alternativas, que suponían mayores déficits.
Por eso, los problemas de la Unión Europea no son ni la austeridad ni Alemania obligando a todos los demás a restringir el gasto. El agua se refiere a países como Grecia, Italia, Francia o Portugal, hay otras barreras para mejorar. Una es el sindicalismo extremo que pone trabas a los gobiernos para realizar incluso mínimas reformas. Otras son los propios gobiernos, que piensan que puedan resolver todos los problemas del mundo. Y finalmente, el Banco Central Europeo también crea grandes obstáculos. La mayoría del dinero recién producido va a países del sur, aumentando así aún más los costes laborales.
Lo que necesitan los países de la UE son mercados libres. Los estados deberían privatizar, desregular, bajar impuestos (y no aumentarlos, como reclamaba Alemania a Grecia) y deshacerse de un sistema bancario centralizado que promueve la inflación y el gasto. Esto también vale para Alemania. Probablemente no ayude dejar entrar 1,1 millones de refugiados en el país solo en 2015 y atender a todos (lo que cuesta 1.000€ al mes por persona), como ha hecho Angela Merkel. Probablemente tampoco ayude reclamar una disminución de la edad de jubilación, como hace el Partido de la Izquierda, cuando el sistema de pensiones está a punto de estallar y el Instituto de Colonia para la Investigación Económica acaba de calcular la edad mínima tendría que aumentar de 67 a 73 años solo para financiar sistema.
Martin Masse tiene razón cuando escribe que “Europa necesita (…) gobiernos más pequeños. (…) Solo habrá crecimiento sostenido en Europa cuando los gobiernos, y no los ciudadanos o las empresas, finalmente soporten lo peor de la austeridad”. La propuesta de Krugman de más gasto público, más estímulo y una política monetaria más agresiva llevaría por el contrario al caos.

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