Thursday, September 8, 2016

En contra del progreso

Matías Luraschi indica que oponerse a innovaciones tecnológicas como Uber socava la competencia y el bienestar del consumidor promedio.

Matías Luraschi es miembro del Centro de Estudios LibRe (Argentina). 
Hace un par de semanas el gobierno uruguayo declaró la legalidad del servicio privado de transporte de pasajeros llamado Uber. Luego de una contienda legal de enormes proporciones, este novedoso servicio que genera tanto adeptos como detractores finalmente comenzará a competir con los tradicionales taxis de nuestro país vecino. Pero, ¿qué es Uber? ¿Cómo funciona? ¿Por qué se oponen tanto los taxistas a su implementación?



Uber es una aplicación para smartphones, la cual permite solicitar un chofer y estimar tanto la tarifa del servicio como el tiempo de viaje. La novedad se presenta con el hecho de poder conocer información personal del conductor, incluyendo desde el vehículo que maneja, hasta calificaciones y opiniones de usuarios anteriores. Todos estos representan datos que, en lugares relativamente peligrosos —como lo es actualmente la Argentina— resultan ser extremadamente valiosos.
La oposición a este novedoso producto viene de la mano de los gremios de taxistas, los cuales en su mayoría alegan “competencia desleal” por parte de Uber. Es que, debido a que este nuevo servicio no pasa por la órbita burocrática estatal ni gremial, sus conductores gozan de costos operativos mucho menores, y es por ello que las tarifas del servicio de Uber son de entre un 40% y un 50% inferiores a las del servicio tradicional de taxi, convirtiéndose esto último en su punto fuerte y principal atractivo hacia los consumidores.
¿Cuál fue entonces la respuesta de los taxistas cuando se anunció que Uber comenzaría a operar en Argentina? ¿Buscaron reducir la injerencia de los gremios y del estado en la actividad privada? ¿Intentaron reducir costes para ser más competitivos? ¿Generaron alternativas que hicieran más atractivo el tradicional servicio de taxis? No, nada de eso, sino que estos se limitaron a protestar, cortando calles céntricas y amedrentando tanto a conductores de este nuevo servicio como a los usuarios del mismo, actuando como un grupo de lobby que ve amenazado su poder.
Sin embargo las protestas contra Uber, como así también contra cualquier bien o servicio innovador que viene a sustituir a otro, no tienen sentido alguno. Imagínense sino, a las empresas de telegrafía protestando con el surgimiento de la telefonía fija, luego a los prestatarios de esta en contra de las empresas de telefonía móvil y a estas últimas actualmente en contra de WhatsApp. Ni siquiera haciendo una enorme abstracción podríamos ver a los empleados del servicio de correos cortando calles ante el nacimiento del email, como tampoco nadie supondría a los periódicos yendo en contra de los portales de noticias online ni a los canales de televisión contra plataformas digitales como YouTube o Netflix.
Para poder entender en profundidad este conflicto es necesario saber que, a lo largo de la historia, el surgimiento de un nuevo bien o servicio siempre ha generado tanto beneficiados como perjudicados. Obviamente, serán estos últimos aquellos que ofrecían un producto que ahora ha sido reemplazado por otro que cumple las mismas funciones, pero que, posee además otras características como un menor precio, mayor eficiencia, mejor calidad, etc. Quienes en cambio saldrán beneficiados, serán aquellos que puedan utilizar su ingenio y creatividad para captar las necesidades de la sociedad y satisfacerlas de formas innovadoras, plasmando sus ideas en productos que esta valore. Sin embargo, quien realmente será beneficiado en última instancia será el ciudadano común, el consumidor promedio, quien contará con mayores posibilidades de consumo y con esto último verá mejorada su calidad de vida.
Por más trivial que parezca, la misión fundamental del Estado es perseguir el bienestar de la sociedad toda, no así, velar por los intereses de un grupo de presión. Una de las formas de alcanzar este objetivo es permitir el progreso, el cual se caracteriza por ser continuo e inevitable.
Así las cosas, ir en contra de Uber no significa solo oponerse a un nuevo producto, la verdadera idea posee una raíz increíblemente más profunda. Esta última implica transitar en sentido contrario al de la innovación, al del ingenio, al de la tecnología, a la mejora en la calidad de vida, lo que se resume en ir en contra del progreso mismo.

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