Tuesday, September 20, 2016

El totalitarismo criminal del comunismo y la revolución de 1534

By: Guillermo Rodríguez González - 

(Flickr) totalitarismo
La agitación revolucionaria de grupos heréticos con líderes carismáticos que se declaraban profetas del segundo advenimiento de Cristo no era novedad en el siglo XVI. (Flickr)
Sí, el socialismo revolucionario prometió el paraíso y materializó el infierno en la tierra siglos antes de Marx, Lenin, Stalin y Mao, pues la revolución anabaptista de Münster fue el primer experimento socialista revolucionario que alcanzó el poder e intentó imponer el totalitarismo comunista por medios y con resultados que prefiguraron en el siglo XVI a los peores totalitarismos del siglo XX. Poco más prolongado pero mucho más profundo que la efímera comuna de París, pasó velozmente por todas las etapas y presentó todos los vicios de los totalitarismo revolucionarios socialistas contemporáneos, junto con algunos peculiares de los milenarismos de entonces.



La agitación revolucionaria de grupos heréticos con líderes carismáticos que se declaraban profetas del segundo advenimiento de Cristo no era novedad en el siglo XVI, tampoco que del ideal de comunidad de bienes voluntaria de los primeros cristianos dedujeran la incautación y redistribución por la fuerza revolucionaria de los bienes y la mujeres, ni que se proclamase que el pecado y el crimen no eran tales si se hacían para traer “el Reino de Dios” por la acción revolucionaria.
De eso se había visto suficiente, especialmente en los principados del Sacro Imperio, pero la gran novedad fue la exitosa reforma protestante de Calvino y Lutero, que en su cisma triunfante recogió y fortaleció involuntariamente la tradición del comunismo milenarista como un extremismo peligroso dentro de las filas de la Reforma.
Y en ese agitado mundo en que la Reforma se imponía abriendo involuntariamente el campo al resurgimiento del milenarismo comunista cristiano, en el año de 1532 ya había sido Münster reconocida como ciudad luterana autónoma por su católico señor obispo, y estaba abarrotada de refugiados anabaptistas seguidores en su mayoría del autoproclamado profeta Hoffman, que predecía el segundo advenimiento para 1533.
Encarcelado su profeta sin que llegara segundo advenimiento alguno, los anabaptistas de Münster adoptarían en 1533 el revolucionario post-milenarismo para pretender establecer por sí mismos el reino de Dios en la tierra mediante las armas.
En nombre del profeta revolucionario pos-milenarista Jan Mattys, Jan Bockelson, y el jefe de los gremios Bernt Knipperdollink, encabezaron la exitosa conspiración para la toma anabaptista del Ayuntamiento en febrero de 1534, y al triunfal arribo de Mattys al territorio liberado se estableció el gobierno revolucionario anabaptista que expulsó a católicos y luteranos de la ciudad.
Luego de incautarles propiedades, alimentos y vestidos, se rebautizó por la fuerza a todos los que permanecieron en la ciudad ejecutando inmediatamente sin juicio alguno a quien ofreciera cualquier resistencia u objetara cualquier acción del gobierno revolucionario.
El gobierno anabaptista repartía buena parte del producto de las confiscaciones entre los pobres según sus necesidades, inmediatamente antes de prohibir el dinero, confiscar todo el oro y establecer el trabajo obligatorio para toda la población. Prohibieron todos los libros, excepto la Biblia, y quemaron en una misma pira todos los textos de la biblioteca de la Catedral, toda biblioteca privada en poder de las autoridades y todos los libros incautados a particulares.
Matthys murió en una salida que indicó le fue ordenada por Dios contra las tropas del obispo, y Bockelson asumió el poder. Fue proclamado rey del mundo en 1534; prohibió las reuniones y separó la ciudad en doce secciones al mando de 12 duques, estableciendo la pena de muerte por trasladarse fuera de la sección de residencia.
En menos de un año, quienes proclamaban la comunidad de bienes, condenaban el lujo y prometían la más completa igualdad material. Como antesala revolucionaria del reino de Dios en la tierra, se otorgaban títulos de nobleza, y disfrutaban del más ostentoso lujo en medio de la hambruna, al tiempo que decretaban la poligamia con condena de muerte para las mujeres que rechazaran las esposas adicionales concedidas a sus maridos o se negaran a casarse por orden de los líderes de la revolución.
La peculiaridad de la poligamia se inspiró en el Antiguo Testamento porque la teoría revolucionaria se justificaba en la profecía del segundo advenimiento y el establecimiento del un reino comunista de 1000 años por Cristo en la tierra tras la épica batalla con las fuerzas del mal, que en la visión de estos revolucionarios eran todos los que tuvieran propiedad alguna.
Lo terrible y extraordinario de la herejía anabaptista es que con la terminología religiosa de su siglo, antecede al marxismo en ideas sobre alienación, explotación, lucha de clases, fin de la historia y acción revolucionaria feroz como catalizador necesario que creará al hombre nuevo en la sociedad perfecta de iguales liberados de pecado con plenitud material en la producción centralmente planificada sin dinero.
Antecede al leninismo en la organización sectaria de revolucionarios profesionales férreamente disciplinados en torno a un líder carismático y una teoría dogmática, comprometidos a vivir y morir por y para la revolución y dispuestos a cualquier crimen para alcanzar el poder y avanzar hacia el comunismo, y a la Teología de la Liberación en la interpretación comunista e inmanentista de la redención como acción revolucionaria por medio del constructivismo social tan dogmático como empobrecedor y eventualmente catastrófico.
Rodeados por tropas superiores y tras confiscar los últimos alimentos y sacrificar los caballos empezó la previsible hambruna. A pesar de las frecuentes ejecuciones un par de evadidos del primer Estado socialista revolucionario entregaron a los sitiadores la información necesaria de las condiciones internas de las defensas para un asalto exitoso y el 24 de junio de 1535, con la toma de la ciudad, se negó la previa promesa de amnistía a quienes se rindieron.
El rey del mundo, cargado de cadenas, fue torturado hasta la muerte y su cadáver acompañó al de sus más cercanos seguidores en jaulas que colgaron de la torre de la catedral durante 50 años. Retirados los restos, todavía cuelgan de la torre sus jaulas.

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