Friday, August 5, 2016

Las importaciones son la razón por la que queremos más comercio

David Boaz explica que "Algunas veces el comercio internacional es visto como una competencia entre naciones. En cambio, deberíamos verlo como el comercio doméstico, como una forma de cooperación. Al comerciar, las personas en ambos países pueden prosperar".

David Boaz es Vicepresidente Ejecutivo del Cato Institute.
El Senador Orrin Hatch, Representante de Utah del Partido Republicano, autor de la Ley de Autoridad para la Promoción del Comercio (TPA, por sus siglas en inglés), esgrime el argumento usual a favor de los acuerdos comerciales y de la TPA:
“Necesitamos aprobar esta ley. Necesitamos aprobarla por los trabajadores estadounidenses que desean trabajos buenos y que paguen bien. Necesitamos aprobarla por nuestros agricultores, rancheros, manufactureros, y emprendedores que necesitan acceso a mercados extranjeros para poder competir”.
Hatch está confundido, como lo están muchos en Washington, acerca del verdadero argumento a favor del libre comercio.



El argumento de “exportaciones y empleos” está mal concebido. En el Cato Journal, el economista Ronald Krieger explicó la diferencia entre las visiones de los economistas y de los que no son economistas acerca del comercio. El economista cree que “el propósito de la actividad económica es mejorar el bienestar de los consumidores y hogares individuales”. Y que “las importaciones son el beneficio por el cual se paga el costo que constituyen las exportaciones”. Las importaciones son las cosas que queremos —ropa, televisores, carros, software, ideas— y las exportaciones son las que cosas que tenemos que dar a cambio de obtener las primeras.
De manera que “El objetivo del comercio exterior es por lo tanto obtener productos en términos ventajosos”. Por eso queremos comercio libre —o al menos más libre: para remover los obstáculos que previenen que la gente encuentre las mejores formas de satisfacer sus deseos. El libre comercio nos permite beneficiarnos de la división del trabajo, de la especialización, de las ventajas comparativas, y de las economías de escala.
Hatch no está solo en ignorar este argumento. La declaración oficial del Presidente Barack Obama titulada “Promoviendo Empleos Estadounidenses Aumentando el Comercio y las Exportaciones” menciona las exportaciones más de 40 veces; las importaciones no se mencionan. El Senador Rob Portman, Representante de Ohio del Partido Republicano, un anterior Representante Comercial de EE.UU., dice que un acuerdo comercial es “vital para incrementar las exportaciones estadounidenses”.
Si Arabia Saudita nos diera petróleo gratis, o si Corea del Sur nos diera televisores gratis, los estadounidenses estarían mejor. La gente y el capital utilizados para producir televisores —o producir cosas que fueron intercambiadas por televisores entonces podrían ser destinados a producir otros productos.
Desafortunadamente para nosotros, no obtenemos esos productos de otros países a cambio de nada.
Algunas veces el comercio internacional es visto como una competencia entre naciones. En cambio, deberíamos verlo como el comercio doméstico, como una forma de cooperación. Al comerciar, las personas en ambos países pueden prosperar. Los productos son elaborados por individuos y empresas, no por los estados-nación. “Corea del Sur” no produce televisores;  “EE.UU.” no produce el entretenimiento más popular del mundo. Individuos, organizados en sociedades o corporaciones en cada país, producen e intercambian.
De cualquier modo, la economía de hoy está tan globalmente integrada que no queda claro lo que es una empresa “japonesa” u “holandesa”. Si Apple Inc. produce iPads en China y los vende en Europa, ¿qué “país” está acumulando los puntos en la competencia del comercio internacional? Los ganadores inmediatos parecían ser los inversionistas y los ingenieros en EE.UU., los trabajadores en China, y los consumidores en Europa; pero por supuesto que los beneficios más amplios del comercio internacional irán a los inversionistas, trabajadores, y consumidores en todas esas áreas.
El beneficio del comercio internacional para los consumidores es claro: Podemos comprar bienes producidos en otros países si los consideramos mejores o más baratos. Hay otros beneficios también. Primero, permite que la división del trabajo funcione a una escala más amplia, permitiendo que la gente en cada país produzca los bienes en los que tienen una ventaja comparativa. Como lo dijo el economista Ludwig von Mises, “Los habitantes de [Suiza] prefieren hacer relojes en lugar de cultivar trigo. Hacer relojes para ellos es la forma más barata de adquirir trigo. Por otro lado, cultivar trigo es la forma más barata que los canadienses tienen de adquirir relojes”.

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