Thursday, July 14, 2016

Adam Smith sobre las licencias ocupacionales

Paul Mueller reseña la crítica que hacía Adam Smith de las licencias ocupacionales, las cuales consideraba particularmente perjudiciales para los pobres.

Paul Mueller es un profesor asistente de economía en King's College. Completó su maestría y Ph.D. en George Mason University. También tiene un título de economía y filosofía política de Hillsdale College. Ha publicado varios artículos en publicaciones académicas incluyendo al Adam Smith Review y el Review of Austrian Economics.
Adam Smith estaba preocupado acerca de los efectos negativos de la licencias ocupacionales, especialmente sobre los pobres.
La academia izquierdista smithiana, recientemente y con justa razón, ha resaltado la preocupación de Smith por los pobres. Ignorar cómo Smith habló acerca de los pobres desconoce un aspecto clave de su pensamiento: los pobres se benefician tremendamente del libre intercambio y de la división del trabajo. Smith vio a los mercados, no a la ayuda estatal, como los principales medios para mejorar la condición de los pobres. Cuando Smith discute los gastos necesarios del soberano, no menciona programas de ayuda para los pobres. Ronald Coase captura esta concepción de Smith cuando escribe:



“La gran ventaja de los mercados es que es capaz de utilizar la fuerza del interés propio para compensar las debilidades y la parcialidad de la benevolencia, de tal manera que aquellos que son desconocidos, que no son atractivos, ni importantes, verán sus deseos atendidos”. Los mercados son superiores a la ayuda estatal porque no dependen de la impredecible benevolencia. Los mercados le dan a los trabajadores comunes los medios para comprar abrigos de lana, de gozar de más de las “necesidades y conveniencias” de la vida, y de obtener una vida honrada para sí mismos.
Smith condena firmemente varias restricciones sobre los trabajadores pobres que los excluye de participar en los mercados. Smith reconoce que algunas desigualdades existirán en los mercados, incluso cuando hay una “libertad perfecta”. Pero él también argumenta que “la política de Europa, al no dejar las cosas a la libertad perfecta, ocasiona otras desigualdades de mucha mayor importancia”. Una práctica particularmente dañina fue el “comercio incorporado”, o lo que nosotros llamaríamos licencias ocupacionales. La mayoría de los países europeos crearon la desigualdad y distorsionaron los mercados restringiendo quiénes podían practicar diversas ocupaciones. En Inglaterra, por ejemplo, Smith resalta los requisitos de aprendizaje para los tejedores, sombrereros, herreros, sastres, etc. Estos requisitos se derivaron de las prácticas gremiales de elevar sus salarios restringiendo la competencia. Smith condena estas restricciones de aprendizaje por elevar los precios y por reducir la cantidad y la calidad. Pero su ataque más feroz se centra en cómo las leyes de aprendizaje perjudican al individuo pobre:
“Así como la propiedad que cada persona tiene de su trabajo es la base fundamental de todas las demás propiedades, también es la más sagrada e inviolable. El patrimonio de un hombre pobre estriba en la fuerza y destreza de sus manos; el impedir que emplee esa fuerza y esa destreza de la forma que él crea más conveniente sin perjudicar a nadie es una violación flagrante de la más sagrada de las propiedades. Es una manifiesta usurpación de la justa libertad tanto del trabajador como de los que podrían estar dispuestos a emplearlo. Así como impide que uno trabaje en lo que crea más adecuado, impide también a los otros el emplearlo...La inquietud artificial del legislador para evitar que empleen a personas inadecuadas es tan impertinente como opresiva”.
Aunque los pobres tienen pocos activos, siempre tienen su trabajo. Restringir su capacidad de ejercer libremente su trabajo es patentemente perjudicial e injusto. Las políticas que previenen que ellos participen en el mercado crean más desigualdad.
Smith también condena otras leyes que restringen la libertad y las oportunidades de los pobres. En Inglaterra habían varias restricciones sobre la habilidad de las personas pobres de mudarse de una parroquia a otra en busca de oportunidades de un trabajo que pague más. Muchas veces usted tenía que obtener permiso de la parroquia que estaba dejando así como también de la parroquia a la que se dirigía. Las restricciones sobre la movilidad del trabajo, Smith argumentaba, resultaron en niveles de salarios ampliamente variados. Además, “El expulsar a un hombre, sin que haya cometido falta alguna, de la parroquia que ha elegido como residencia es una violación evidente de la libertad natural y de la justicia”.
Smith hace varias observaciones importantes acerca de cómo los países que hicieron la transición desde el feudalismo agrario hacia la sociedad comercial. La transición cambió las relaciones sociales tanto como las económicas. La distribución del poder y la independencia entre las personas de la sociedad cambió significativamente. Bajo el sistema feudal, los siervos eran completamente dependientes de sus propietarios. Pagaban impuestos altos, eran responsables del servicio militar, y estaban sujetos al gobierno arbitrario del propietario. Viajar entre feudos, o abandonarlos enteramente, era algo muy difícil.
Eso cambió conforme los propietarios empezaron a despilfarrar sus tenencias. Antes del auge del comercio, Smith argumenta, los propietarios tenían pocas oportunidades de gastar su riqueza en el consumo personal. En cambio, usualmente mantenían grandes séquitos de sirvientes que eran totalmente dependientes de su amo para subsistir. Pero conforme el comercio aumentó, muchas oportunidades nuevas de consumo personal se presentaron. Los propietarios, aprovechando estos nuevos productos caros, gastaron su dinero en comerciantes en lugar de gastarlo en sirvientes personales. “Vendieron su primogenitura...a cambio de baratijas y fruslerías propias para servir más como juguetes de niños que como objetivos serios de hombres, y se convirtieron en personas tan insignificantes como cualquier comerciante o burgués acomodado”. El resultado fue un aumento inmenso en la independencia entre los pobres y las clases medias. Porque estos propietarios ya “no eran capaces de interrumpir la ejecución regular de la justicia”, la gente ya no tenía que vivir bajo el patrocinio o el gobierno arbitrario de un propietario. Smith concluye que “el comercio y la industria establecieron gradualmente el orden y el buen gobierno, y con ellos la libertad y la seguridad de los individuos”. Este cambio fue particularmente evidente y beneficioso para los pobres.
Como muchos liberales clásicos y libertarios, Smith estaba profundamente interesado en el bienestar de los pobres. Pero se dio cuenta de que avanzar su causa implicaba remover las restricciones y barreras a su libre movimiento y al libre ejercicio de su trabajo. En su época, la sociedad comercial se caracterizaba por una creciente independencia de los arbitrios de un propietario o de un noble —especialmente para las personas más pobres. Pero Smith estaría preocupado por nuestra estrategia moderna de abordar la pobreza. Hoy, los programas de “bienestar social” que le dan a los pobres alimentos, vivienda, medicina,s, entrenamiento para empleos o incluso educación crean nuevas formas de dependencia. Estos simplemente sustituyen burócratas y políticos estatales por propietarios y nobles. El verdadero problema es que a los pobres se les previene obtener muchos de estos bienes por cuenta propia mediante las licencias ocupacionales y otras regulaciones. Smith sugeriría remover las violaciones a la “propiedad sagrada” de los pobres y permitirles mejorar su propia condición.

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