Friday, July 22, 2016

25 años de reformas en países excomunistas

Oleh Havrylyshyn, Xiaofan Meng y Marian L. Tupy afirman que las reformas rápidas y amplias condujeron a un mayor crecimiento y mayor libertad política que las reformas graduales.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Oleh Havrylyshyn es investigador académico del Centro Munk para Estudios Internacionales de la Universidad de Toronto. Fue viceministro de finanzas de Ucrania, se desempeñó como alto funcionario del Fondo Monetario Internacionaly escribió Divergent Paths in Post-Communist Transformation: Capitalism for All or Capitalism for the Few? (New York: Palgrave Macmillan, 2006). 
Xiaofan Meng  es estudiante de PhD en la Universidad George Washington.
La transición del socialismo a la economía de mercado produjo una división entre quienes abogaban por una reforma rápida, o reforma “big-bang”, y aquellos a favor de un enfoque gradual. Más de 25 años han pasado desde la caída del muro de Berlín en 1989, proporcionando amplios datos empíricos para probar esos enfoques. La evidencia muestra que los reformadores rápidos y prematuros superaron con creces a los reformadores graduales, tanto en las mediciones económicas como PIB per cápita como en los indicadores sociales como el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.



Un argumento clave para el gradualismo era que las reformas demasiado rápidas causarían un gran dolor social. En realidad, los reformistas rápidos experimentaron recesiones más cortas y se recuperaron mucho antes que los reformadores graduales. En efecto, una medida mucho más amplia de bienestar, el Índice de Desarrollo Humano, apunta a la misma conclusión: los costos sociales de la transición en los países que reformaron rápidamente fueron más bajos.
Por otra parte, los defensores del gradualismo argumentaron que el desarrollo institucional debía preceder a la liberalización del mercado, aumentando así la eficacia de este último. En sentido estricto, es imposible refutar este argumento, ya que ningún país poscomunista siguió esa secuencia de acontecimientos. En todos los países poscomunistas, el desarrollo institucional se situó muy por detrás de las reformas económicas. Esperar al desarrollo institucional antes de implementar las reformas económicas podría haberse convertido en una receta para no hacer reforma alguna.
Sin embargo, luego de 25 años, los reformadores rápidos terminaron con mejores instituciones que los reformadores graduales. Este resultado es consistente con la hipótesis de que las élites políticas que estaban comprometidas con la liberalización económica también lo estaban con el desarrollo institucional posterior. Por el contrario, las élites políticas que propugnaban reformas graduales, lo hicieron a menudo con el fin de extraer el máximo de rentas de la economía. Una consecuencia extrema del gradualismo fue la formación de clases oligárquicas.
Cuando se trata de velocidad y profundidad de reformas, la posición relativa de los países se ha mantenido prácticamente sin cambios. La mayoría de los países que se adelantaron antes son los que todavía se encuentran muy por delante.

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