Tuesday, June 21, 2016

Qué hacer con el TTIP

Ana Palacio, a former Spanish foreign minister and former Senior Vice President of the World Bank, is a member of the Spanish Council of State, a visiting lecturer at Georgetown University, and a member of the World Economic Forum's Global Agenda Council on the United States.

Qué hacer con el TTIP

MADRID –Tres años atrás, Estados Unidos y la Unión Europea iniciaban conversaciones con vistas a concluir la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) declarando que “un lleno de gasolina” les llegaría para alcanzar la meta. Hoy, sin embargo, con el depósito en reserva, la creciente oposición de sus respectivas opiniones públicas hace peligrar la consecución de este objetivo.


Los obstáculos surgidos en las negociaciones del TTIP no son exclusivos de este acuerdo. Reflejan una tendencia más amplia; una deriva que nos interpela a repensar el enfoque general de los acuerdos de libre comercio. Es un secreto a voces que la oposición a este tipo de acuerdos va en aumento. Así, los dos candidatos a la Casa Blanca no sólo se han declarado contrarios a la apertura de mercados, sino que incluso peligra el Acuerdo Transpacífico que EEUU negoció con 11 países del Pacífico. Y entre los políticos europeos también progresan las voces contrarias al TTIP, provocando que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se haya visto en la necesidad de plantear que los líderes de los 28 reafirmen su compromiso en el próximo Consejo Europeo de finales de junio.
La percepción de que la globalización azota al ciudadano de a pie y beneficia sólo a unos pocos crece, aún cuando el libre comercio, encuadrado por normas y estándares internacionales, tiene un impacto macroeconómico neto indudablemente positivo. Para garantizar el apoyo público es preciso, así, mitigar las consecuencias negativas del librecambio y preparar mejor a nuestras sociedades para un mundo de inexorable interdependencia económica.
Resulta imperativo, en este sentido, dar prioridad a las políticas que, como el Programa de Asistencia por Ajuste Comercial en EEUU, o el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización, se proyectan sobre los sectores más afectados; pero por sí solos, estos mecanismos no son sino parches. La situación exige medidas estructurales para hacer frente al impacto de la libre circulación de bienes, servicios y capitales que entra en resonancia con el actual cambio tecnológico acelerado.
La formación requiere especial atención. Sectores enteros de la industria se ven hoy amenazados y sus trabajadores abocados a reinventarse. Por ello, tenemos que repensar la educación y garantizar la adquisición de unas “meta-capacidades” que proporcionen un abanico amplio de adaptabilidad laboral.
Ante estas dificultades, proliferan los abogados de un TTIP menos ambicioso, limitado a las cuestiones sobre las que ya hay acuerdo. Pero ello supondría perder la oportunidad de un gran proyecto común en el que EEUU y la UE, con un PIB respectivo de 17,5 y 18,5 billones de dólares, se encontrarían en relativo pie de igualdad que reforzaría las relaciones bilaterales.
Para Europa, el pacto tendría un beneficio añadido, ya que daría más voz a la UE en la elaboración de normas internacionales, asunto éste fundamental para el futuro. Por el contrario, un acuerdo limitado mermaría, además, el peso y la influencia de la comunidad transatlántica, y acarrearía el desplazamiento geográfico del centro de gravedad en materia de reglamentación y estándares.
La conclusión de un TTIP ambicioso no será tarea fácil y exigirá creatividad intelectual, como la que potenció el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático del pasado diciembre, punto de inflexión en el campo de los tratados internacionales, al aunar en su seno normas vinculantes, cláusulas no preceptivas y marcos generales. Inspirados en este enfoque innovador, EEUU y la UE deben avanzar con normas vinculantes en las áreas de convergencia y adoptar principios y marcos más amplios para las negociaciones en curso sobre cuestiones espinosas como sanidad o seguridad alimentaria.
La introducción de estos planteamientos de cooperación supondría un impacto inmediato menor, pero podría ser la clave para salvar escollos políticos inminentes sin desistir del potencial del TTIP a largo plazo. Además, contribuiría a reforzar el protagonismo de EEUU, con Europa a su lado, en la elaboración de normas internacionales.
Tras tres a��os de negociaciones, el TTIP se encuentra muy lejos de la meta prevista –y sin el apoyo ciudadano nunca la alcanzará–. Cambiar la opinión popular exige mucho más que discursos; requiere repensar el modo de encauzar el comercio internacional y de plantear el progreso de nuestra sociedad abierta. Y llevará su tiempo. EEUU y la UE harían bien en hacer un alto en la próxima gasolinera.

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