Tuesday, June 21, 2016

Hacia un Nuevo Orden Monetario

Por Thorsten Polleit

 
[Este discurso se pronunció por primera vez en el SIX Swiss Exchange Bond Event, 2010]
Se dice que Henry Ford dijo que “está bien que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario, porque, si lo entendiera, creo que habría una revolución antes de mañana”.
El espíritu de sus palabras nos anima a adelantar preguntas acerca del sistema bancario y monetario, especialmente a la vista de nuestra crisis del mercado del crédito internacional. ¿Es bueno que los bancos centrales hayan recortado los tipos de interés prácticamente a cero y hayan aumentado enormemente la oferta básica de dinero para apoyar al sector financiero? ¿Se evitará la depresión si los gobiernos garantizan los balances de los bancos y generan enormes déficits al intentar fortalecer la producción y el empleo?



Para responder a estas preguntas, es indispensable un diagnóstico de la causa original de la debacle y, una vez identificada, puede formularse un remedio apropiado.
El diagnóstico ofrecido por la Escuela Austriaca de economía puede resumirse en una frase: los gobiernos han causado la debacle monetaria y económica al tomar el control de la producción de dinero.
Dinero y crédito
Para explicar esta conclusión en una frase (que, por supuesto, puede ser sorprendente o incluso irritante para muchos) debe advertirse que la característica definitoria de los sistemas monetarios actuales es que los bancos centrales controlados por los estados tienen el monopolio de la oferta monetaria. El dólar de EEUU, el euro, el yen japonés, la libra británica y el franco suizo comparten la característica esencial de ser divisas producidas por los gobiernos.
Lo que es más, estas monedas se producen mediante la expansión de la circulación del crédito, crédito que no está respaldado por ahorros reales. Podemos decir que las monedas actuales se producen a partir de la nada. A estas monedas se les llama a menudo dinero fiduciario: se establecen por decreto del gobierno, no son convertibles legalmente en otra cosa y se crean por conveniencia política.
Los regímenes de dinero fiduciario crean desequilibrios económicos y es inevitable que lo hagan. Esto pasa porque el aumento en el crédito de circulación rebaja los tipos de interés del mercado por debajo de sus niveles naturales, es decir, los niveles que hubieran prevalecido en otro caso, si la oferta de crédito no se hubiera aumentado artificialmente.
El tipo de interés manipulado a la baja induce a una inversión adicional y, al mismo tiempo, provoca un aumento del consumo a partir de los ingresos actuales y a costa de los ahorros. La demanda monetaria supera la capacidad de recursos de la economía. Una oferta monetaria creciente empuja al alza a los precios antes o después, ya sean los precios para bienes de consumo o activos.
Más aún, el tipo de interés artificialmente suprimido traslada los recursos escasos cada vez más a procesos de producción de bienes de capital que consumen más tiempo, a expensas de procesos de producción de bienes de consumo, causando distorsiones intertemporales en la estructura de producción de la economía.
Un auge generado por el crédito de circulación es económicamente insostenible y debe ser seguido por un declive. Si la inyección de crédito y dinero adicional creado de la nada fuera un asunto de una sola vez, seguramente no tardaría mucho en relajarse el auge artificial. Una recesión restauraría la economía de nuevo al equilibrio.
Sin embargo, por desgracia, al aumento de crédito y dinero creado de la nada no es asunto de una sola vez bajo los sistemas monetarios actuales. Tan pronto como se acerca la recesión, la opinión pública reclama contramedidas y los banqueros centrales aumentan aún más la oferta de crédito y dinero, llevando a los tipos de interés a niveles aún más bajos. En otras palabras, la política monetaria lucha por corregir la debacle recurriendo a la misma acción que causó originalmente la debacle.
Esa estrategia puede funcionar algunas veces. Pero tan pronto como de detiene la expansión del crédito (esto es, cuando los bancos comerciales dejan de prestar totalmente) se desarrollará el inevitable ajuste. Los prestatarios no pagarán y las firmas liquidarán las inversiones no sólidas y recortarán los empleos.
Cuanto más se mantenga un auge artificial, mayores serán las malas inversiones que haya que corregir y mayores serán las pérdidas en producción y empleo.
Mises sabía que disminuir los tipos de interés a niveles cada vez menores no resolvería el problema, sino que lo llevaría a un desastre incluso mayor. Escribió:
No hay forma de evitar el colapso final de un auge generado por la expansión del crédito. La alternativa es sólo si la crisis vendría antes como consecuencia del abandono voluntario de una mayor expansión del crédito, o después como una catástrofe final y total del sistema monetario afectado.[1]
Intervención y reforma
Si suscribimos el diagnóstico ofrecido por la Escuela Austriaca de economía, deben hacerse dos observaciones importantes. Primera, más crédito de circulación y dinero fiduciario a tipos de interés más bajos no evita, ni puede evitar, un desastre que ha sido causado por un exceso de crédito y dinero. Segunda (y este aspecto puede no atraer la atención de la gente inmediatamente), los intentos actuales de los gobiernos de luchar contra la corrección económica destruirán lo poco que quede del orden del libre mercado.
En su libro Interventionism, Mises explicaba que las intervenciones en el mercado no crearían y sistema duradero de organización económica. Escribió:
Si los gobiernos no renuncian y vuelven a la economía de mercado sin trabas, si persisten tercamente en el intento de compensar con más intervenciones los problemas de intervenciones anteriores, acabarán descubriendo que han adoptado el socialismo.[2]
El intervencionismo en el campo de los asuntos monetarios (más notable en los gobiernos controlando la producción del dinero) ha causado daños a la mayor escala.
Hay una serie de economistas que han identificado los serios problemas económicos y éticos causados por el dinero fiduciario. Entre ellos están, como los más notables, Ludwig von Mises y Murray Rothbard. Básicamente recomiendan privatizar la producción de dinero, que daría paso a una moneda sólida, moneda que es compatible con los principios de la sociedad del libre mercado, moneda que no cause ciclos de auge y declive.
Bajo una producción privatizada de dinero, la gente decidiría libremente el tipo de dinero que quiera usar. Ese dinero presumiblemente estaría ligado al oro, pero posiblemente podría estar ligado a otros medios (por ejemplo, plata o platino). El gobierno y el banco central se clausurarían y perderían el control sobre la producción del dinero. Desde entonces, el tipo de interés lo fijarían las fuerzas del libre mercado en lugar de la acción del gobierno.
Conclusión
El fiasco monetario global es un recordatorio de que es hora de buscar una reforma monetaria en la línea que recomienda la Escuela Austriaca de economía. Es la única forma de proteger y mantener la libertad y el bienestar económico de la gente.
Murray Rothbard escribió que “Mises, casi en solitario, no ha ofrecido el paradigma correcto para la teoría económica, la ciencia social y la propia economía y es el momento de que se adopte este paradigma, en su totalidad”.[3] Este resulta cierto especialmente respecto de la teoría monetaria de Mises.
Así que si alguien quiere mantener una visión positiva sobre el progreso de la civilización, éste implica necesariamente que el futuro sistema monetario sea un sistema de dinero en libre mercado, como contempla la Escuela Austriaca de economía, y que la era de dinero fiduciario debe llegar a su fin.

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