Saturday, June 18, 2016

Estado Islámico: ¿Es reversible el daño que ha causado?

Ejecución masiva en Palmira, Siria , del Estado Islámico
Que los combatientes del Estado Islámico hayan sido expulsados de Palmira, una antigua ciudad del centro de Siria, es una noticia realmente buena. Este hecho, que tiene lugar pocos meses después de que el Estado Islámico perdiera el control de Ramadi, en Irak, sugiere que la organización está perdiendo terreno en su periferia y se está quedando reducida a su núcleo, entre Raqa (Siria) y Mosul (Irak). Aunque no esté siendo precisamente derrotado, como prometió el presidente Obama, al menos el Estado Islámico está siendo debilitado, y eso es algo positivo.



Pero esta buena noticia viene acompañada de dos importantes salvedades, ambas muy preocupantes. La primera es que, conforme pierde terreno en Irak y Siria, el Estado Islámico se ve obligado a mirar al extranjero para mantener el impulso. Eso supone que destina más recursos a provincias como Sirte, en Libia, que bien podría convertirse en su cuartel general. Y lo que es peor, significa que se destinan más recursos al terrorismo en el extranjero: a cometer más atentados como los de París, Bruselas, el Sinaí y San Bernardino. Si bien el Estado Islámico está perdiendo fuerza, sigue siendo peligroso, y desde el punto de vista de los europeos o de los norteamericanos el peligro de ataques terroristas está aumentando conforme pierde territorio.
En segundo lugar, y aún más importante: las pérdidas que está experimentando el Estado Islámico no vienen de mano de fuerzas moderadas ni de aliados de Estados Unidos; tanto en Siria como en Irak las pérdidas del Estado Islámico son ganancias para Irán y sus peones. Palmira fue reconquistada por el Ejército sirio de Bashar al Asad (que a estas alturas es más una milicia alauita que otra cosa) y por milicias chiíes movilizadas por Irán (en las que había muchos chiíes extranjeros) y respaldadas por ataques aéreos rusos.
Gracias a la intervención de Vladímir Putin, Asad vuelve a cobrar fuerza, y aunque el Estado Islámico sufre, también lo hacen los rebeldes moderados apoyados por Estados Unidos. No está claro en absoluto que el régimen de Asad sea preferible al del Estado Islámico; el dictador sirio ha matado a bastante más gente. Estados Unidos teme más al Estado Islámico porque lo considera una amenaza más inmediata para sí y para sus aliados europeos, pero Israel está más preocupado por Asad porque no quiere tener una máquina de guerra financiada por Irán en su misma puerta.
Y, a largo plazo, Irán –un auténtico Estado que cuenta con inmensos recursos petrolíferos, dos potentes fuerzas militares (el Ejército regular y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria), un largo historial de patrocinio del terrorismo internacional, misiles balísticos y un programa nuclear que, en el mejor de los casos, está paralizado temporalmente– puede ejercer más poder y suponer una mayor amenaza para Occidente que el Estado Islámico, que en realidad es un grupo terrorista que de momento trata de hacerse pasar por un Estado.
Hasta qué punto la guerra contra el Estado Islámico está consolidando el imperio iraní es algo que pone de manifiesto este artículo de Associated Press sobre cómo las milicias respaldadas por Irán se están convirtiendo en un Estado dentro del Estado en Irak, a imagen de Hezbolá en el Líbano. El artículo señala que en territorio iraquí hay “más de 50 milicias chiíes” que cuentan con “entre 60,000 y 140,000 combatientes” con “tanques y armamento”, así como con “una agencia de inteligencia, centros de operaciones y tribunales de justicia propios”.
Un destacado general iraquí afirmó: “[Las milicias] ya se han infiltrado en el Gobierno y se están inmiscuyendo en política. Dije a los de [la milicia] Hashd que puede que algún día mis hombres y yo luchemos contra ellos”. No está nada claro que el Ejército iraquí pudiera ganar semejante batalla; según todos los indicios, las milicias chiíes son ahora mismo lafuerza armada más poderosa del país.
Mientras siga siendo así (mientras Irán siga reforzando su control sobre Siria e Irak), será difícil volver a los suníes de ambos países en contra del Estado Islámico. Y eso, a su vez, dificultará la derrota de la organización en el corazón de su territorio, entre Raqa y Mosul. Además, aunque el Estado Islámico al final fuera derrotado, tampoco habría mucho que celebrar si no supone otra cosa que reforzar a un imperio iraní movido por el lema “Muerte a América” y que se extendería desde Teherán a Bagdad, Damasco y Beirut.

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